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¿Sabía Moreno Bonilla lo de Almería?

La versión de Moreno Bonilla choca con un año de pesquisas de la UCO y un silencio mediático que evita incomodar al Gobierno andaluz.

 

La respuesta corta es que sí, o al menos tenía motivos sobrados para saberlo. Por eso sorprende —mucho— que el presidente de la Junta afirmara tras las detenciones de Almería en su partido: “En este momento de la mañana, yo no tengo ninguna información salvo la que me han trasladado a través de los teletipos las distintas agencias de información, que hay detención y que también se está registrando la Diputación.”

Que el máximo responsable político de Andalucía se presente como un lector accidental de teletipos ante el mayor escándalo que ha sacudido al PP almeriense resulta, cuando menos, increíble, sobre todo teniendo en cuenta que el presidente de la Diputación detenido es también presidente provincial del PP y miembro de la dirección regional de Moreno Bonilla. Y no un miembro menor: uno de los barones provinciales más poderosos del partido, con línea directa con San Telmo y Génova.

Los hechos llevan demasiado tiempo a la vista para no saber nada. Desde principios de 2024, algunos medios andaluces y nacionales han informado de forma constante sobre la investigación: las comisiones millonarias asociadas a un contrato de mascarillas durante la pandemia, las ampliaciones de la causa, las declaraciones judiciales, los autos que hablaban de indicios claros de delitos y la intervención continuada de la UCO. Nada de esto era discreto, nada estaba oculto. Y nada afectaba a un territorio marginal: golpeaba de lleno a la estructura provincial más sensible del PP andaluz, la Diputación de Almería. La provincia donde la derecha tiene, históricamente, el más importante respaldo electoral. En todas las autonómicas desde 2008, Almería ha sido el granero de votos que ha sostenido al PP andaluz incluso en sus peores momentos.

Para entender por qué la versión del presidente chirría, conviene recordar la historia reciente de ese enclave político. Almería nunca fue territorio natural de Moreno Bonilla. Allí mandaban Javier Arenas y su amigo Gabriel Amat durante años. Fue Amat quien sostuvo al partido cuando todo crujía. Y aunque finalmente fue “jubilado” por teléfono por Teodoro García Egea, lo verdaderamente relevante es que Amat había decidido volver a presentarse porque el propio Moreno Bonilla se lo pidió en persona durante una visita especial a Roquetas. Ese detalle biográfico dice mucho: el presidente seguía de cerca —muy de cerca— la vida interna del PP almeriense. Con esa implicación previa, resulta difícil sostener que ahora se enterase “solo por teletipos” de un caso que encendía todas las alarmas desde el minuto uno en 2021 con la detención de uno de los vicepresidentes del ente provincial, también del PP. Aquel arresto provocó incluso un discreto movimiento interno en el partido, con llamadas y reuniones para contener daños, movimientos imposibles de ocultar a la dirección regional.

La evolución judicial tampoco avala la tesis del desconocimiento. En marzo y abril de 2025, los investigados desfilaban ante el juzgado. Se hablaba de mordidas cercanas al millón de euros. La UCO vinculaba adjudicaciones previas a un grupo de empresas conectadas entre sí. Los medios documentaban un sistema de favores y relaciones en torno al clan de Fines y a la Diputación. Y finalmente, este 18 de noviembre, la investigación saltó a la cúpula institucional con las detenciones del presidente y del vicepresidente de la Diputación de Almería. ¿De verdad nada de eso llegaba a San Telmo? ¿Ni una nota interna? ¿Ni una alerta desde el propio partido? ¿Ya no tienen ojos y orejas en los juzgados almerienses? Raro.

Tan raro como que su consejero favorito y primer portavoz, Ramón Fernández-Pacheco Monterreal, hoy consejero de Agricultura y exalcalde de Almería, no se haya coscado de lo que pasaba en los sótanos de su provincia. Hablamos de un dirigente que conoce al detalle cada engranaje del ecosistema político almeriense y que mantiene vínculos personales y orgánicos con casi todos los implicados. Resulta imposible pensar que él tampoco hubiese escuchado nada, ni rumores, ni advertencias, ni movimientos extraños. Más raro. La otra estrella del PP almeriense, Mari Carmen Crespo, quizás pueda argumentar desconocimiento desde que se fue a Europa.

Y hay un elemento más, decisivo para medir la credibilidad del presidente: el silencio de los medios bajo control económico de la Junta. Canal Sur evitó siempre abordar el caso con la mínima profundidad que exigía. Cuando la UCO detuvo al presidente de la Diputación, la cadena pública dedicó más espacio ese mismo día a un cuñado de Santos Cerdán que al estallido del mayor caso de corrupción que afecta al PP en la etapa Bonilla; fue el primer caso de corrupción del PP que llegó a los juzgados con Juanma al mando. Esa desproporción no es casual: refleja una voluntad clara de no incomodar al poder autonómico al que se obedece ciegamente. A ello se sumó la reacción apresurada de una de las estrellas de la casa, que corrió a X para aplaudir al presidente con manos y orejas por suspender de militancia a los detenidos y no poner la mano en el fuego por nadie, en contraste con María Jesús Montero, añadía irónicamente el icono informativo de telebonilla. Un intento evidente de construir un relato favorable en tiempo real, mientras la noticia seguía caliente y nadie tenía ni idea de lo que se oculta en este sumario. Por cierto, dato a tener en cuenta. El asunto fue destapado por una jueza de Barcelona y por lo que parece los legajos que llegaron a Almería, a quien le tocó, no tenía más camino que investigar e instruir. Y en ello está Su Señoría.

Todo esto añade más dudas, no menos, a la versión oficial. Porque si los medios estatales informaron, si la causa avanzaba, si el partido en Almería era un territorio sensible que el presidente había intentado reordenar en persona y si, además, la televisión pública se empleaba a fondo para desplazar el foco… sostener que Moreno Bonilla “no sabía nada” exige un grado de ingenuidad que la ciudadanía andaluza no merece. Almería quizás sea la provincia andaluza más visitada por Moreno Bonilla desde que es presidente. Allí, en la Alcazaba, celebró su primer consejo de gobierno promocional e itinerante. Bonilla tiene en su agenda muchos teléfonos de gente de Almería. Y más de uno de esos teléfonos sabía, comentaba o intuía lo que estaba pasando.

La cuestión no es ya si sabía o no sabía. La cuestión es por qué decide decir que no sabía. Tal vez para ganar tiempo. Tal vez para marcar distancias. Tal vez para pintar un cortafuegos entre él y una estructura provincial que siempre fue incómoda para su liderazgo. Pero, con los datos encima de la mesa, lo evidente es que su versión no se sostiene. Andalucía necesita explicaciones reales, no excusas de lector distraído. Y el presidente de la Junta, en circunstancias como estas, no puede seguir mirando para otro lado como si todo le pillara de sorpresa.

Es su modus operandi: de los cribados de cáncer de mama tampoco se enteró hasta que lo contó la SER, y aquello también intentó minimizarlo como si le llegara por casualidad.