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Antonio Sanz: Vicepresidente encubierto y bombero oficial

De operador en la sombra a poder real de la Junta: Sanz coordina, manda y apaga crisis. Salud es su prueba definitiva.

 

 

Antonio Sanz lleva años mandando más de lo que aparenta, pero ahora el poder ya no se disimula: además de Presidencia e Interior, Moreno Bonilla le ha entregado la Consejería de Salud, la más delicada y explosiva del Gobierno andaluz. Presidencia coordina, Interior contiene y Salud puede reventar una legislatura. Si el presidente le entrega esas tres patas, el mensaje es diáfano: el número dos de la Junta es Antonio Sanz, aunque el BOJA se haga el digno y no escriba la palabra vicepresidente. Bombero de luxe… y ahora, jefe de urgencias.

En política, nadie recibe Salud como premio. Es el campo de minas por excelencia: listas de espera, mareas blancas, profesionales quemados, ruido de privatización, presión mediática diaria. Darle esa cartera a alguien no es ascenderlo: es ponerlo al frente del frente. “Cuando hay un incendio, llaman a Sanz”, admite un consejero. Ahora lo llaman antes de que arda.

Como en su día Gaspar Zarrías con Chaves, Sanz manda sin necesidad de título. Zarrías llegó a presidente interino unas semanas; Sanz no lo será… salvo que un día la política andaluza lo exija. Hoy está en esa posición: poder real, control interno, ascendencia sobre el presidente y capacidad de ordenar al Gobierno entero.

 

Del alumno de Arenas al arquitecto silencioso de Moreno

Sanz no aparece por generación espontánea. Se curte en los 90 a la sombra de Javier Arenas: resistencia, lealtad y territorio. Fue portavoz, secretario general del PP-A, senador y delegado del Gobierno en Andalucía (2015-2018), donde dejó oficio institucional incluso con la Junta socialista enfrente. Más poder interno que focos, siempre.

En 2019, cuando Juanma Moreno llega a San Telmo, el arquitecto del gobierno es Elías Bendodo, que asume Presidencia y monta el andamiaje político y comunicativo del nuevo tiempo. Antonio Sanz entra como viceconsejero de Presidencia: baja al sótano, aprende la maquinaria, toma nota de nombres, ritmos y resortes. No quería cámara; quería mapa.

El giro llega con Feijóo en Génova 13. Moreno ve hueco en Madrid y envía allí a Bendodo. En ese mismo movimiento, eleva a Sanz a consejero: ya no es el vice de las tuberías, es el hombre de la llave maestra. A esas alturas, Moreno conocía de sobra las capacidades de Sanz: método, control del territorio y cero necesidad de protagonismo.

 

El hombre que manda antes de que arda

La mayoría absoluta de 2022 consolida el modelo. Sanz opera como cirujano: no improvisa, calcula. Negocia con la oposición por la mañana, disciplina al partido por la tarde y apaga un incendio provincial antes de cenar. “Es el único que puede decirle a Moreno lo que no quiere oír”, confiesa un miembro del Gobierno.

Su etapa como delegado del Gobierno fue el ensayo general. En 2018 escribí que “gracias a Sanz, el Gobierno de la Nación tiene las espaldas cubiertas”. No era hipérbole. Anticipaba crisis, afinaba relato, ordenaba territorio. En San Telmo hoy lo repiten con naturalidad: “Sanz no da titulares, da resultados”.

 

Salud, Interior y Presidencia: la triple corona del poder real

En la Junta hay tres llaves maestras: gobernabilidad (Presidencia), control del territorio (Interior) y estabilidad social (Salud). Nadie en la historia democrática andaluza había concentrado esas tres. Ni Zarrías. Ni Bendodo.

La sanidad es hoy el epicentro del malestar. Las mareas blancas ya no son un exabrupto: son estructurales. Las listas de espera baten marcas, los profesionales no llegan, la sospecha de privatización enciende la calle. Poner a Sanz al frente de Salud no es un movimiento sanitario: es una operación política de contención.

“Si hay que comerse el marrón, que se lo coma el que manda de verdad”, dice un alto cargo con la franqueza del pasillo. Presidencia le da mando. Interior, músculo. Salud, riesgo. Decisión, ejecución y sacrificio: la triple corona del poder real.

 

Escudo, fusible… y jefe de la propaganda

Dentro del Gobierno todos saben que Sanz es escudo de Moreno… y fusible si algo explota. Falta añadir un matiz que explica su eficacia: controla la comunicación institucional y el grifo de la publicidad de la Junta, que mueve decenas de millones anuales.

Traducido: decide qué se cuenta, cómo se cuenta y quién lo cuenta.
Un veterano de redacción lo resume con guasa: “Sanz puede apagar un fuego… o una portada”. No necesita salir en televisión; decide quién sale. Sanz es el dueño y señor de la RTVA. Por su mano pasan hasta los nombres de los candidatos a tertulianos de la radio o la tele publica que, sin su aprobación, son condenados al ostracismo. Algunos no se enterarán nunca, otros sí.

Bendodo fue el número dos oficial y el rostro del cambio de la derecha malagueña que invadió Sevilla en 2018. Sanz es el número dos real: habla poco, manda más. De portavoz a arquitecto. Del foco al despacho.

 

¿Número dos… o último salvavidas antes de Vox?

El temor de San Telmo no es la izquierda que no levanta cabeza ni con los fallidos cribados: es volver a depender de Vox. La mayoría absoluta de 2022 vivió de la paz social y de la inercia del cambio. Hoy, las propias encuestas internas confiesan que esa mayoría se desdibuja. La sanidad es el agujero y está quedando en evidencia que no lo vieron venir y que no tenían Plan B porque ni se imaginaban el alcance del estallido que estamos viviendo.

Y cuando Vox huele debilidad, no negocia presupuestos: pide sillones. Por eso Moreno tira de su hombre más fiable. “Sanz es el único que puede contener la calle, sujetar al partido y, llegado el caso, pactar con Madrid sin hacer ruido”, admite un dirigente popular. En román paladino: Sanz es el muro. Si el muro falla, cambia la era política andaluza.

 

La paradoja Sanz

Sus defensores lo veneran: “Sin él, el Gobierno se descoordina; trabaja como tres”. Sus detractores lo temen: “Todo pasa por él; centraliza y nos interviene”. Ambos tienen razón.

Sanz no compite por popularidad, compite por control. No necesita ser amado; necesita que todo funcione. Esa es su fuerza y su debilidad. Cuanto más poder acumula, más responsabilidad absorbe. Y que nadie se engañe: no llega a Salud para arreglar el SAS, eso es materialmente imposible; llega para taponar una hemorragia política que ya sepultó al PSOE en 2018 con Spiriman como chispa emocional y las mareas como riada.

 

¿Puede uno sostenerlo todo sin quemarse?

Coordinador político. Negociador silencioso. Bombero institucional. Consejero de Salud. ¿Puede alguien ser todo eso a la vez… y seguir en pie? ¿Tiene Antonio Sanz demasiado poder… o exactamente el poder que necesita este Gobierno para sobrevivir?

Porque hoy en Andalucía hay president…y hay quien manda a su sombra. Y ese presidente ya ha empezado a admitir que la mayoría absoluta se le puede estar escapando de las manos. Traducción: volver a depender de Vox, esta vez con sillones y políticas que todo el mundo imagina.

Curioso. No parece casualidad que el hombre que reparte desde Presidencia los millones de publicidad institucional haya sido colocado al frente del caos sanitario. Ahí no hay azar. Ahí hay poder. Y ese poder, hoy, tiene nombre y apellidos: Antonio Sanz Cabello.