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Banderitas franquistas para hijos de papá

Cuando parecía que el ridículo no podía llegar a más en estos tensos momentos para el Estado de Derecho, tiene que llegar quien se encargue de demostrarnos que no, que es posible hacer mucho más. Una manifestación a cuyo contenido me sumo con entusiasmo, el cual es reivindicar la unidad de España, la Democracia y la repulsa contra el golpismo secesionista, se convierte, en Madrid y en otros sitios, en una demostración palpable de que el radicalismo independentista sigue teniendo -¡en estos tiempos!- su equivalente peninsular. Cara al Sol en la Plaza de Cibeles . Munición para los independentistas, torpe, infantil e ignorante si lo que se pretende precisamente es poner de manifiesto las veleidades dictatoriales de un nacionalismo excluyente como es el catalán. Una minoría, desde luego, la que hace el saludo romano y saca la bandera de un régimen dictatorial responsable de miles de muertos y de represaliados. Pero una minoría que debe –me perdonarán los lectores- de nuevo, acudir a la Historia. Así quizá sea posible dejar de asistir a la verbalización de sandeces de baja alcurnia como las que ahora nos ocupan.

 

 

Cuando lo hagan, y lo hagan bien, sabrán que lo que estaban cantando entre sonrisas es el himno de una formación política que se dedicó desde su mismo nacimiento al terrorismo más duro junto a sus colegas socialistas, comunistas y anarquistas. También averiguarán que ese himno fue oficializado durante los primeros tiempos por una dictadura que nació al albur de una guerra civil espantosa provocada por circunstancias complejas. Un régimen, por cierto, que no ocultó en ningún momento su verdadera naturaleza, como dejó claro el general Emilio Mola, cabecilla de los sublevados, en su instrucción nº 5 del 20 de junio: “Ha de advertirse a los tímidos y vacilantes que aquel que no está con nosotros está contra nosotros, y como enemigo será tratado. Para los compañeros que no sean compañeros, el movimiento triunfante será inexorable.” Las intenciones, claras: “El movimiento ha de ser simultáneo en todas las guarniciones comprometidas, y desde luego, de una gran violencia. Las vacilaciones no conducen a nada”, en otras instrucciones enviadas al entonces teniente-coronel Juan Yagüe, quien dirigió el avance en guerra de columnas hacia Madrid desde Sevilla, la llamada Columna de la Muerte, nutrida por los tábores de Regulares marroquíes y las eficaces tropas de la Legión, que llevaron a cabo una represión sistemática salpicada por asesinatos impunes de inocentes y terribles violaciones, muchas de ellas de milicianas y mujeres jóvenes, como las que salen sonriendo y cantando en las imágenes. Queipo de Llano, el virrey de Sevilla, fue extremadamente explícito en una de sus famosas charlas radiofónicas: “Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen.”

 

El franquismo debe ser recordado como lo que fue, una dictadura miserable que impuso una rígida separación entre vencedores y vencidos y que liquidó a 80.000 personas durante la guerra y 20.000 después.

 

Esa bandera no sólo significa muerte. También significa la expresión de una mentalidad ultra-conservadora y fuertemente reaccionaria que no sólo se dirigió contra movimientos revolucionarios responsables de tanta destrucción como ellos, sino contra cualquier atisbo de concepción liberal o ilustrada, que sumió al país en una inquisición ideológica que sólo el paso del tiempo fue calmando, pero que nunca hizo desaparecer. Allí donde Francisco Franco era fuente del Derecho “sólo responsable ante Dios y ante la Historia”, la vida del pueblo español se reglamentó y se encasilló, entre otras cosas, gracias a la creación de instrumentos de control como la Organización Nacional Sindicalista, el Frente de Juventudes, el Sindicato Español Universitario o la Sección Femenina, encargada de introducir en las cabezas de las mujeres españolas que su única función era servir en una existencia sólo vertebrada por la sumisión al marido, sin el cual carecía de cualquier capacidad jurídica de obrar por su cuenta.

 

Y a los que gritan a los cuatro vientos que la dictadura “levantó” a España, que vayan a los datos y comprueben que el modelo económico del franquismo no fue una economía liberal-capitalista (a la que tuvo que recurrir parcialmente a finales de los años 50 para que todo no se fuese al garete) sino una economía intervenida, controlada y fuertemente planificada, muy similar a la de los países comunistas que tanto decía odiar, en la que el Estado intervino en la producción, los precios, la distribución y el consumo. El fútil intento de autoabastecimiento, a lo que hubo que sumar la corrupción, el amiguismo, la concesión de licencias y, sobretodo, el miedo de una sociedad postrada, dieron lugar al mercado negro y al estancamiento económico. Efectos dramáticos: la industria no prosperó  por la escasez de materias primas, energía y bienes de equipo que sólo podían venir de intercambios con un extranjero demonizado. La agricultura apenas creció, los precios subieron, los sueldos bajaron y las rentas per cápita y nacional descendieron en relación con los años anteriores a la guerra civil. Sólo en 1952 se decretó la libertad de comercio, circulación y precios de la mayoría de productos, y a finales de esta década España dejó de ser un país agrario para escorarse hacia la industria, desapareció la cartilla de racionamiento y las rentas superaron las de los años 30. Así que de milagro económico nada.

 

El franquismo debe ser recordado como lo que fue, una dictadura miserable que impuso una rígida separación entre vencedores y vencidos y que liquidó a 80.000 personas durante la guerra y 20.000 después. Que -lección tanto para los iletrados que sacan las banderas franquistas o comunistas como para los independentistas- preveía el mecanismo del referéndum entre sus vías de participación. Referéndum que se llevó a cabo en dos ocasiones: una para la aprobación en 1947 de la Ley de Sucesión y otra en 1966 para la Ley Orgánica del Estado, y no muy diferente de lo que hemos visto hoy, carencia de garantías democráticas mínimas, represión y persecución del discrepante para asegurarse el resultado. Así que, amigos de Cibeles y de otras partes de España, no empañen con su radicalismo manifestaciones en defensa de la democracia. Que para dictaduras, golpes del estado y policías políticas tenemos a la Generalitat.