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Coronhisteria colectiva

El dueño de Mercadona, se está frotando las manos para que esta histeria colectiva dure unos cuantos meses más.

 

Vivimos en una sociedad histérica gracias a la continua manipulación mediática. Con los medios de comunicación globales, internet y las redes sociales, el bombardeo de noticias verdaderas y falsas es tan intenso que no te da tiempo a digerirlas y provoca un irrefrenable miedo colectivo que conduce al caos en una sociedad bastante propensa a esperar el apocalipsis. Con esto de la pandemia del coronavirus chino se está produciendo algo que ni los más audaces autores de ciencia ficción, desde Verne a Bradbury, pasando por Orwell, Asimov o H.G. Wells fueron capaces de predecir. No digo yo que la epidemia sea un invento interesado de algunos poderes económicos ni creo en las diversas teorías de la conspiración que inundan las redes, pero hay que tener en cuenta que epidemias similares ocurridas hace tan solo un siglo, como la de la llamada gripe española de 1917, acabaron con la vida de entre 40 y cien millones de personas en todo el mundo en sólo un año. Evidentemente eran otros tiempos y la ciencia deurante la Primera Guerra Mundial estaba en pañales comparada con la actual. Con todo, y con el peligro latente de un nuevo virus cuyo poder de infección y mortalidad aún se desconoce, no hay que sacar las cosas de quicio. Conozco a mucha gente que, no sólo ha comprado mascarillas para toda su familia, sino que ha hecho acopio de productos alimenticios sin fecha de caducidad en cantidades industriales en previsión de lo que pueda ocurrir a corto y medio plazo. Juan José Roig, el dueño de Mercadona, se está frotando las manos para que esta histeria colectiva dure unos cuantos meses más. Yo, qué quieren que les diga, estoy del dichoso coronavirus hasta, valga la redundancia, la mismísima coronilla.

 

Y lo peor está por venir. Desde que me he enterado que va a ser la vicepresidenta Carmen Calvo quien coordine las acciones del Gobierno español en este asunto, me he echado a temblar. ¡Que Dios nos  coja confesaos! Aunque, quién sabe, peor hubiese sido que lo pusieran en manos del otro vicepresidente, Pablo Iglesias que, acostumbrado a los tics dictatoriales de las repúblcas bananeras, nos hubiese puesto a todos un guardia en la puerta para evitar que acudiésemos a las procesiones de la Semana Santa. La cosa no es para tomarla a guasa, y no por la continua e imparable extensión mundial de la epidemia, que también, sino por los efectos colaterales que ella conlleva. Las bolsas de todo el mundo se desploman, el comercio internacional cae en picado, el turismo se hunde, el paro se dispara y, aquí, Padro Sánchez y sus conmilitones siguen cerrando los ojos a la realidad y tirando el dinero público siguiendo la magnífica tesis de la ilustre vice egabrense de que “el dinero público no es de nadie”. El caso es que al personal nos va a tocar, de nuevo, apretarnos el cinturón como durante el Gobierno de Zapatero quien parece haberse convertido en el ejemplo que su camarada Sánchez ha elegido como paradigma de buen gobernante. Y parece que esta vez va a ser necesario hacerle nuevos agujeros al cinto porque la recesión puede ser de órdago.

 

Volviendo a lo de la histeria colectiva del coronavirus de Wuhan o Covid 19, lo más peligroso es la confusión que se está provocando en la sociedad. Mientras los expertos y los científicos repiten que se trata de una especie de gripe muy contagiosa pero con una mortalidad similar a la gripe estacional, los gobiernos de todo el mundo cierran estadios, escuelas, museos, aeropuertos, hoteles, suspenden competiciones deportivas, eventos multitudinarios, fiestas y ferias y confinan a su población en ghettos cerrados como si la peste negra hubiese vuelto. Esas dos versiones, en cierto modo contradictorias, son las que están creando una psicosis de terror en la población que se pregunta quién nos está engañando y con qué oscuros motivos. Yo, que soy diabético y mayor de 65 años y, por lo tanto estoy en la lista de máximo riesgo estoy por sacar mis pequeños ahorros del banco y emigrar a algún pueblo perdido de la sierra cultivando mi huerto de lechugas y cuidando mi propio ganado, para vivir como un eremita del siglo XXI. Porque, no seamos ingenuos, epidemias como la actual del coronavirus van a repetirse en los próximos años con bastante más asiduidad. Tanto que las mascarilla va a formar parte de la vestimenta habitual del personal como la camisa o los pantalones. Al tiempo. De todas formas pongamos algo de cordura en toda esta historia y que no se convierta en una histeria incontrolable, tal y como está pasando.

 

P.D.-Ya les he contado en alguna ocasión que, desde hace unos cinco años, pertenezco a una tertulia que, bajo el nombre de Ágora Hispalensis y presidida por José María Ferre, se reúne una vez al mes en torno a una mesa para comentar y analizar la actualidad social y política de, por este órden, Sevilla, Andalucía y España y tratar de aportar ideas y soluciones a los graves problemas por los que atravesamos. Está formada por algo más de veinte miembros pertenecientes a diversos sectores sociales. Médicos, abogados, arquitectos, empresarios, periodistas, ingenieros, profesores universitarios, ex políticos…una amplia gama social que se cita en torno a una comida en el Baco de Cuna con algún invitado especial que diserte sobre la cultura, la política, la economía, la educación, la Iglesia, la labor de las Hermandades o sobre cualquier asunto de actualidad. Se trata, por lo tanto, de un grupo de personas interesadas en que la sociedad civil sevillana cobre protagonismo en los temas que atañen directamente al futuro de la ciudad y de sus ciudadanos. No es ni un grupo de presión ni nos mueven intereses espúreos aunque he de reconocer que la gran mayoría de sus integrantes son de ideología liberal conservadora. Pues bien, el próximo martes, dia 10 de marzo, Ágora Hispalensis cumple su primera década de existencia y todos sus miembros queremos que esta tertulia se convierta en un referente para esa sociedad civil sevillana que parece estar dormida en sus innegables laureles pero que debe de despertar y hacerse oír para que Sevilla, cada día más olvidada, vuelva a ser un referente en España. En ello estamos y en ello seguiremos mientras el dichoso coronavirus nos deje. Felicidades