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Cuando el reparto de la riqueza crea pobreza

Paga más el pobre empleador, cobra menos el pobre trabajador y el beneficio se lo lleva el Gobierno progresista.

 

Es la gran contradicción de la izquierda, su abismal confusión entre teoría y praxis. Nadie pone en duda que la teoría marxista del reparto de la riqueza en busca de una sociedad más igualitaria sea mala. Lo que suele ocurrir es que, a la hora de la verdad, cuando intentan aplicar esas teorías a la realidad de un país, de cualquier país, comprueban que lo que se reparte no es la riqueza, sino la pobreza. Lo de robarle a los ricos para dárselo a los pobres no es sino un cuento propio de Robin Hood o de Curro Jiménez que convierte a una sociedad acomodada en una sociedad depauperada. Eso sí, siempre, la clase dirigente que pilota el experimento se queda al márgen y suele llevarse la parte del león de ese reparto. Si como muestra basta un botón, observemos lo que acaba de ocurrir en nuestra querdida España con el asunto de la subida del salario mínimo que acaba de aprobar el “Gobierno progresista” de los picapiedra (Pedro y Pablo) de 900 a los 950 euros mensuales y que han vendido como un logro igualitario para paliar los bajos sueldos de los desfavorecidos. Dejando a un lado que esta subida va a provocar, sobre todo entre los pequeños autónomos y en el campo español, la pérdida de miles y miles de empleos, hay que tener en cuenta un matiz que ha pasado desapercibido o que nadie quiere que se sepa para que puedan vender su película al personal incauto que les vota una y otra vez por más trágalas que le hagan.

 

Veamos, pasar de 900 a 950 euros supone una subida de 700 euros anuales. El trabajador pasa de cobrar 12.600 a 13.300 euros al año. Como resulta que el mínimo establecido para hacer la declaración de la renta en caso de percibir ingresos de un pagador que no está obligado a retener, es de 12.643 euros anuales, el perceptor del nuevo salario mínimo, si es soltero, le va a suponer un pago de IRPF de 1.120 euros, es decir, que a final de año va a cobrar casi 400 euros menos que lo que percibía antes de la subida. Estupendo. Paga más el pobre empleador, cobra menos el pobre trabajador y el beneficio se lo lleva el Gobierno progresista. Todo un negocio para el tandem socio-comunista que, además, se coloca las medallas de su ejemplar acción. Bueno, pues todavía hay quienes, como burros con orejeras, alaban al Ejecutivo progresista de PSOE y Podemos. Lo dicho, no tenemos remedio y los españoles merecemos este Gobierno que nos miente varias veces al día y nos engaña sin descanso sin que nadie mueva un dedo 

 

Bueno, pues como eso, como esa contradicción que perjudica a los más desfavorecidos, es casi todo lo que proponen las izquierdas desde hace más de un siglo. Igualar por abajo, redistribuir la riqueza para que todos seamos más pobres. Todos, menos ellos, claro, que gozan de  buenos sueldos, puestos de trabajo asegurados y jubilaciones espléndidas para asegurar su vejez. Soy bastante lego en cuestiones económicas, pero me da la impresión que la macroeconomía se entiende perfectamente si nos basamos en la microeconomía. Es decir, sólo basta aplicar al conjunto del Estado lo que haría en su propia casa una familia media. Si los ingresos son 100 y los gastos 80, esa familia puede subsistir medianamente bien y afrontar gastos imprevistos sin demasiados agobios. Ahora bien, si se ingresan 100 y se gastan 120, a corto y medio plazo lo van a tener complicado teniendo que recurrir a préstamos porque llegará un día en el que el Banco le va a pedir cuentas y se van a ver obligados a vender alguna propiedad para hacer frente a sus deudas. En España está pasando eso a pasos agigantados. Debemos hasta de callarnos porque nuestra deuda pública ascendió en 2019 a la mareante cifra de 1.194.494 millones de euros, el 97,8 del PIB. Y antes o después eso hay que pagarlo aunque Sánches y compañía sigan gastantdo sin ton ni son como si les hubiese tocado la primitiva.

 

 El abandono del campo

Y no quiero acabar este artículo sin hablar del campo. Ese campo que se está despoblando a pasos agigantados por la falta de futuro y que por primera vez desde las revueltas campesinas del XIX, se ha echado a las carreteras para protestar siendo apaleados por la Guardia Civil con mucha más dureza que la que le echó el Gobierno del PP a los independentistas catalanes hace unos meses. Dice el gilipollas del secretario general de la UGT, Pepe Álvarez que los que han protestado en Extremadura o en Jaén son unos “carcas terratenientes”. Un soberana sandez como las que suelen soltar todos los paniaguados que viven de las subvenciones públicas. Quienes se han manifestado son los agricultores que ven como les pagan 0,76 euros por el kilo de aceituna que se vende a 4,81 en el supermercado, 0,23 por el kilo de naranjas que se vende a 1,55 el el super o 0,15 por el kilo de patatas que el cuesta 1,20 al consumidor multiplicándose el precio de origen entre un 500 o un 700 por cien. Afortunadamente los grandes terratenientes casi desaparecieron hace ya bastantes años y el campo español susbisiste gracias a los pequeños y medianos empresarios agrícolas que mantienen sus explotaciones gracias a los fondos comunitarios mientras el Gobierno permite la importación de naranjas, aceite o patatas de Marruecos, Sudáfrica o Sudamérica. La despoblacón rural es un hecho y la ruína del campo el motivo fundamental de la misma por más tonterías que diga el “Gobierno progresista” y sus adláteres subencionados. Y la subida del salario mínimo le puede dar la puntilla por muy social que vendan la medida. Ahora, que estamos cerca de celebrar el Día de Andalucía, convendría acordarnos de la letra de nuestro himno que pide aquello de “Andaluces levantaos” o el poema de Miguel Hernández convertido en himno ofial de la provincia de Jaén que gritaba lo de “Jaén levántate brava sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava con todos tus olivares”. Pues eso. ¡Basta ya de repartir pobreza!