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Degenerando: de la democracia a la caquistocracia

El miedo hace que todo el mundo esté a verlas venir, esperando que llegue alguien capaz de sacarnos del atolladero.

 

De todos es conocida la anécdota del banderillero de Belmonte que llegó a gobernador civil de Huelva, “degenerando, degenerando”. Para los que ya tenemos una edad tal que vamos a ser los últimos en ser vacunados, entre 65 y 70 años, y hemos vivido el paso de la dictadura a la democracia con sus luces y sus sombras, el actual deterioro de nuestro sistema de gobierno nos produce una enorme desazón y una gran desilusión. La transición, pese a sus enormes errores, nos ha dado a los españoles el mayor periodo de estabilidad y desarrollo de nuestra historia. Pese a ser vituperada por la nueva progresía que  la considera un paso atrás en sus aspiraciones filocomunistas sobre la dictadura del proletariado, lo cierto es que los hombres y mujeres que hicieron posible esa transición sufriendo en sus carnes las amenazas de ETA, del Grapo y de los golpistas, consiguieron algo a lo que los españoles no estábamos acostumbrados, aunar voluntades y esfuerzos de todos los partidos para sacar adelante a un país que se encontraba aislado del concierto internacional.

 

Esta democracia imperfecta que inauguró la UCD de Suárez y continuó el PSOE de González y el PP de Aznar, se ha ido deteriorando con el paso de los años dando lugar a sistemas ada vez más perversos en los que prima, no ya el bien común del Estado, sino el interés personalista desmedido de quienes alcanzan el poder por métodos más o menos legales. Gobernantes como Zapatero, Rajoy y, sobre todo el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, han deteriorado el sistema hasta convertirlo en un remedo dictatorial encubierto. La muerte de Montesquieu, que anunciara en su día Alfonso Guerra, se ha hecho realidad a manos de individuos y fuerzas que se mueven gracias al enfrentamiento y al odio entre hermanos, entre clases y entre géneros, promoviendo viejas y obsoletas luchas que tendrìan que haber sido enterradas hace tiempo.

 

Me he entretenido estos días en echarle un vistazo a los diferentes sistemas del Gobierno que han existido en todo el mundo para definir con una sola palabra cuán sería el que definiera el actual sistema que rige en España. Desde luego no es la democracia (gobierno del pueblo) ni la aristocracia (goierno de los mejores o de los más preparados), más bien se acerca a una ginecocracia (gobierno de las mujeres) que no estaría mal si ese Ejecutivo estuviese formado por las mejores damas que se encontraran y no por señoras cuyo único mérito es tener un carné del partido o, peor aún, ser la novia o la acompañante del lider carismático. Eso es lo que os ha querido vender Pedro Sánchez con su nuevo Ejecutivo feminista de cuatro vicepresidentas y mayoría de ministras. Humo, mucho humo, que es lo que el presidente le gusta vocear siguiendo las indicaciones de su augur, Iván Redondo, para que los españoles nos entretengamos discutiedo sobre el sexo de los ángeles. Pese a todo y pese a los esfuerzos de los medios de comunicación de la cuerda a sueldo de Moncloa, parece que cada vez tienen menos fuerza los “macguffins” de Sánchez y sus cuentos. De hecho los “Alo Presidente” cada vez son más espaciados y provocan más cachondeo entre el personal que pierde s precioso tiempo en escucharlos por la tele.

 

Pero a lo que iba, nuestro actual Gobierno se parece más a la anocracia (inestabilidad política, ineficacia y una mezcla incoherente de rasgos y prácticas autoritarias y democráticas) sembrado de oclocracia populista (gobierno de la muchedumbre) y, sobre todo de caquistocracia (gobierno encabezado por la peores personas o las menos capacitadas de un país). Y en esas estamos en plena pandemia del coronavirus con más de cien mil muertos, seis millones de parados y un sistema económico el quiebra. Y nadie se queja. El miedo hace que todo el mundo esté a verlas venir, esperando que llegue alguien capaz de sacarnos del atolladero. Los españoles somos expertos en eso, en rezar para que la Virgen mande la necesaria lluvia, para que Cristo nos libre de las epidemias o para que culquier impresentable, llámese Fernando VII a comienzos del siglo XIX o Franco en el XX, nos rescate de los invasores o de las hordas judeomasónicas.

 

El caso es que vamos camino de convertirnos en la vergüenza de Europa mientras la “caquistocracia” se afianza cada día más en el poder. En las próximas elecciones volveremos a votarles. Ya lo verán. Y no entiendo algo tan esencial como es la realidad. Una de las frases que nos enseñaban a los periodistas en la Facultad era aquella de que “no dejes que la realidad te estropée una buena noticia”. Eso mismo pensará tanto Pedro Sánchez como su colega Pablo Iglesias. Ni los miles de muertos, ni el caos económico ni el desastre democrático van a estropearle la función ni conseguir echarles. Y si,por casualidad, se van de motu propio, ya verán como lo hacen con las botas bien puestas, los bolsillos llenos y el agradecimiento de todos los suyos. Yo sólo a las recientes pruebas me remito con el cese (que no dimisión para no perder dinero que son miles de euros entre una cosa y otra) del vicepresidente segundo cuyo patrimonio y el de su compañera la ministra de Igual da, Irene Montero, se ha multiplicado por cien en sólo seis años. Esa es la realidad que ellos no ocultan pero que el pueblo parece ignorar. Claro, si fueran de derechas ya estarían hablando de corrupciones y robos. Y es que así, hasta el mas tonto hace relojes, no te jode. Y a los demás, que nos vayan dando. Encerrados y calladitos que estamos más guapos. Gracias Pedro y Pablo. No os merecemos.