The news is by your side.

El alto precio de la libertad

Una libertad que tanto trabajo nos había costado edificar en la que el grito del “¡Vivan las caenas!” para recibir al nefasto Fernando VII sigue tan vigente.

 

Dicen que cuando el diablo está aburrido mata moscas con el rabo. Y los miles de asesores que contrató el Gobierno para no se sabe qué, deben de andar bastante aburriditos porque no paran de idear sandeces. Sandeces que al personal, a usted, a mí y al vecino del quinto, le están haciendo poco a poco, pero continuamente, la vida cada día más imposible. No salen de una idea nefasta para idear otra aún peor. Y lo peor es que nos las quieren vender como si fuesen las panaceas de nuestra futura felicidad. En lo que llevamos de año la cascada de ocurrencias ha sido formidable. Están dispuesto a batir todos los récords. Subida de impuestos, recorte de salarios, escalada imparable de los precios de las materias primas y los productos de primera necesidad, todo ello en unos momentos de pandemia en los que el paro (por encima de los cinco millones de desempleados) azota a una sociedad que se siente desprotegida y castigada por sus políticos, y cuando el pánico a la enfermedad y la muerte ha calado profundamente en lo más profundo del sistema.

 

Sánchez y sus ministros, ministras y ministres se encargan, además, de recordarnos que sin ellos dirigiendo el cotarro, vendrá el llanto y el crujir del dientes del infierno fascista. Y en eso estamos. Contemplando como quieren cobrarnos por utilizar unas carreteras que ya hemos pagado de sobra, cómo nos crujen con impuestos abusivos en IVA, IRPF, herencias y donaciones, y asumiendo que, desde el pasado 1 de junio vamos a tener que cambiar nuestro habitual modo de vida para colocar una litera junto a la lavadora, al lavaplatos o a la plancha a fin de ahorrar en un producto, la electricidad, que al rítmo de subida que vamos, va a valer tanto como el oro o como el agua potable en las películas de Mad Max. Todo ello mientras las eléctricas, tan denostadas por los de Podemos, hacen el agosto a nuestra costa.

 

Al márgen de las veleidades dictatoriales de las que hacen gala y ostentación Sánchez y sus socios, y que van desde el control de lo medios de comunicación al gobierno por decreto ley, al dirigismo educacional, a la permisividad y el perdón de flagrantes delincuentes y al acoso y derribo de un poder judicial que intenta mantener su cada día más escasa independencia, lo cierto es que esta maldita pandemia, que se ha llevado por delante a buena parte de una generación que supo superar odios y enfrentamientos cainitas para dar forma a una democracia con sombras y luces, pero que permitió que España saliera del túnel para entrar en la modernidad de nuestros vecinos europeos, lo cierto, repito, es que a nuestros gobernantes les ha dado una formidable carta de naturaleza para que lleven a cabo sus pretensiones sin tener que enfrentarse al rechazo colectivo de una sociedad cada vez más adocenada y pasota.

 

Decía Aristóteles que “el que ha superado sus miedos será verdaderamente libre” y añadía Voltaire que “es difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran”. Pues eso, que despacito, poco a poco, casi sin darnos cuenta, este Gobierno que votó una mayoría de españoles hace poco más de un año y que logró el poder tras pactar con los que dijo que nunca pactaría, nos está cercenando una libertad que tanto trabajo nos había costado edificar en esta España en la que el grito del “¡Vivan las caenas!” para recibir al nefasto Fernando VII sigue tan vigente como hace ahora dos siglos. Hay quienes creen que Sánchez podría adelantar las elecciones generales al próximo invierno si superamos definitivamente la pandemia y nos llegan los prometidos miles de millones de los fondo europeos. Yo lo dudo. Soy de los que piensan que el presidente tiene una única obsesión que le ha guiado desde que se hizo con la secretaría general del PSOE, llegar a la Moncloa y permanecer allí el mayor tiempo posible sin importarle un carajo ni los medios para su sustento ni los fines que le deberíamos reclamar los gobernados. Gracias Dios, Felipe González nos metió en Europa en junio de 1985 y está siendo Europa, y no nosotros, quien frena las ansias dictatoriales de este nuevo Largo Caballero que nos gobierna. Para que muchos socialistas abominen ahora del excelente político sevillano que supo ser un estadista por encima de sus intereses personales y partidistas. Comparar a González con Sánchez sería insultar a toda una memoria colectiva.

 

Bueno, y perdonen que ponga fin a este artículo sin haber llegado a los habituales cinco mil caracteres, pero acaban de dar las doce de la noche y me dispongo a encender la vitrocerámica para hacer la comida de mañana y poner la lavadora y el lavavajilla,s que se me acumula el trabajo. Y como estos días estoy ‘de rodríguez’, dejaré la plancha para mañana a las siete que hace más fresquito. No quiero que mi compañía de electricidad me deje mi cuenta tiritando a finales de mes, por más que este junio paguen la ansiada extra de verano. De camino, le tendré que dar las gracias a Pedro Sánchez y su Gobierno por no habernos quitado, de momento, la paga extraordinaria. Qué todo se andará, Y si no, al tiempo.