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El Capitán Ahab en el Tribunal Supremo

Como educados en colegios de pago se acogieron a la enmienda Pilatos que reza ¿Quid est veritas? (¿Qué es la verdad?).

 

La comparecencia del presidente Rajoy, de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y del ministro Zoido (todos tres en situación de ex, gracias sean dadas al Altísimo y a la moción de censura) en la sala de justicia del Tribunal Supremo como testigos en el procedimiento a los políticos catalanes a quienes se imputan graves delitos para los cuales se piden elevadisimas penas de prision, ha de encuadrarse en su debido lugar.

En Moby Dick leemos que “los cachalotes al desplazarse de unos pastos a otros siguen lo que se llama vetas sin desviarse ni un punto de determinadas direcciones marítimas, con exactitud tan precisa que no hubo jamás un buque que siguiera su derrota con tam maravillosa precisión”. Marino experto, por eso el capitán Ahab esperaba al suyo en esas vetas.

Los cachalotes políticos de larguísimas navegaciones por las aguas procelosas de las Cortes Generales, de las Comunidades Autónomas, de las Nacionalidades Historicas se adentran en aguas profundas por vetas, semper ídem, que los expertos capitanes que desean cazarlos con arpón y soga han de conocer y seguir.

 

Como educados en colegios de pago se acogieron a la enmienda Pilatos que reza ¿Quid est veritas? (¿Qué es la verdad?).

 

Las comparecencias de tres cachalotes, metafórica y respetuosisimamente sea dicho, políticos ante la excelentísima sala de justicia fue una lección de tránsito por vetas al encuentro de pastos de más ligera digestión y aprovechamiento proteínico por su parte, soslayando los tres de consuno la exigencia del artículo 433 de la Ley de Enjuiciamiento Crimininal de la obligación que tienen de ser veraces y de la posibilidad de incurrir en un delito de falso testimonio en causa criminal.

El espectacular y maravilloso modo de no decir nada verbalmente veraz y comprensible desplegado por los señores Rajoy y Zoido, con lenguajes gestuales compatibles con la perentoria necesidad de ausentarse al excusado como salida de aquellas encerronas togadas, fue completado con el chulesco modo de torcer el rostro, la mirada y los labios de la señora Sáenz de Santamaría perfilando una larga cambiada, ora chicuelina e incluso recibiendo a porta gayola algún morlaco astifino y bragado, simil exclusivamente taurino. Parecía decir “chúpate esa, malandrín”. Consideraba o así lo parecía que sus respuestas dejaban a los pardillos que la cercaban, a los pies de los caballo. Ella había hecho oposiciones a la abogacía del Estado y las ganara sobradamente. Y los letrados de la bancada catalana no pasaban de ser colegiadillos de cuota mensual y turno de justicia gratuita. Puaff!.

Ántumos teníamos los presenciantes de visu, de referencia o historia para saber qué iban a hacer los tres huidizos a quienes deseaba arponear Ahab ante el presidente Marchena. Ántumos es un neologismo imaginado y puesto en circulación por Alfhonse Allais, uno de los grandes maestros del relato del siglo XIX, según Umberto Eco como contrapuesto a Póstumos.

Los póstumos tuvimos ocasión de escucharlos en la comparecencia testifical. Ni el más diligente de los secretarios de justicia del Supremo Tribunal sería capaz de resumirle a la Sala quien dio orden de enviar policías nacionales y guardias civiles a Cataluña, ni cuando, ni por qué. Ninguno de los tres pudo decir un solo dato real relacionado con las preguntas cuyas respuestas debían contener verdad. Como educados en colegios de pago se acogieron a la enmienda Pilatos que reza ¿Quid est veritas? (¿Qué es la verdad?). Si Pilato que hablaba latín, y lo sabía, no tenía respuesta a esa cuestión no se sabe en razón de qué iban a saberlo ellos que sólo habían hecho oposiciones funcionariales varias.

Ninguna de las defensas ha citado a la única persona que sabe algo sustancial. Craso error que pagaremos todos caro. Falta en la Sala la declaración del Vautrin de Honoré de Balzac, que es muñidor de las tinieblas del Estado. Es sabido que Balzac se muestra fascinado por asuntos y temas que la razón no consigue explicar con la lógica en la mano. Como Rajoy, Sáenz de Santamaría y Zoido.