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El electorado errático

Estar abonado a un voto constituye una estupidez, salvo si medran intereses espurios.

 

Ni los pactos, nuevas configuraciones políticas o el inicio de la legislatura eclipsan el más espectacular suceso de las pasadas elecciones: sólo la mitad de los electores votaron a un partido. Aunque en Andalucía falta una cultura política arraigada, el ‘yo paso’ ha supuesto una actitud despreciativa contra el sistema pero de resultados contundentes.

Como la cosa siga entre contradicciones, engaños, despilfarros, más subidas de sueldos para los altos cargos, incoherencias por doquier, un discurso usurpado por los partidos, ausencias de debates sobre la realidad de los problemas, confrontaciones permanentes o las concesiones sanchistas a los partidos ansiosos por acabar con la Constitución ─aunque adictos a la teta constitucionalista─, el pasotismo engordará más.

 

Estar abonado a un voto constituye una estupidez, salvo si medran intereses espurios.

 

La más fiel encuesta ─las otras quedaron  consecutivamente desprestigiadas por sus fracasos─, fue la del día 2 de diciembre donde quedó clara la existencia de un iceberg solo vislumbrado una mínima parte de su volumen, claro.  Me parece fenomenal la existencia de una gran masa indecisa a expensas de unas corrientes ocultas donde el aparente azar ─esencia de la identidad existencial humana─ reclamó en esta ocasión su protagonismo. Estar abonado a un voto constituye una estupidez, salvo si medran intereses espurios. Lo importante ─escuchado con frecuencia en mi entorno─ es:  «¿Cómo unos indecentes organizan lo colectivo para obtener beneficios personales? Si la utopía de la generosidad en un voluntariado servicio público desaparece todo lo demás es basura, cuna de desigualdades e injusticias.

Me comentaba un amigo el día previo a las elecciones: «Mira, si voto lo haré en función de la gestión y destino de los presupuestos. En cualquier caso dependerá de la seriedad. No me atraen las risitas ni las guapuras, tampoco las teatralidades. Estoy harto de cleptocracias y de costosísimas burocracias ineficaces…».

 

Buenos dineros podrían ahorrarse despidiendo a los jefes de las campañas o a los numerosos asesores, recogedores de debacles sin cuento.

 

Los fallos en las previsiones o los ‘bandazos’ de los electores asustarán cada vez más a los muy numerosos profesionales de la política. Buenos dineros podrían ahorrarse despidiendo a los jefes de las campañas o a los numerosos asesores, recogedores de debacles sin cuento. Se olvida elfactor decisivo de los cambios: la llamada clase media, dique contenedor de pobres contra ricos, relativamente cómoda desde el siglo XIX, pero frustrada porque hoy sus hijos no encuentran horizontes mientras observan su paulatina desaparición. Depositaria del patriotismo y tradiciones, cansada de pagar impuestos, estallará en futuros conatos de rebeldía, como en la vecina Francia. Tal vez ya haya aprendido a distinguir las tupidas tintas del gran calamar.

Ahora, dicen, llegó la irrupción de los 400.000 fascistas agazapados en las covachas conspiranoicas para colocar en el ring parlamentario a sus doce hombres y mujeres sin piedad. Nada extraño sería la contratación de vigilantes para separar las muy posibles grescas en la próxima legislatura, dados los brotes de poca  educación ─arma básica para entenderse─. Una persona educada acepta o rechaza, pero  discute ante cualquier opción democrática con talante conciliador. Los pataleos quizá respondan a las pérdidas de mamelas porque las ideas hace tiempo marcharon, hartas de tanta manipulación. Largo tiempo queda para aprender a felicitar al ganador, eso tan repetido a los escolares de Primaria. .