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El mejor alcalde el tonto

A la hora de elegir un clérigo siempre era preferible uno sin vergüenza que uno tonto.

Don Tomás Gutiérrez Diaz, palentino, obispo que fuera de Cadiz hasta su muerte en 1964 le aconsejó, en un delicado asunto clerical, al arcipreste de Puerta Tierra que a la hora de elegir un clérigo siempre era preferible uno sin vergüenza que uno tonto. Pensaba su excelencia reverendísima que un cura sin vergüenza era capaz de cambiar y comprender, e incluso elegir la santidad. Un cura tonto no cambiaba nunca porque sabía que siempre tenía razón.

El señor alcalde de Madrid, con mayoría absoluta en su corporación, hizo votar a los suyos con los concejales horrísonos del señor Ortega Smitt, a favor de imponer a las mujeres que acudieron a abortar en centros sanitarios municipales la obligación de escuchar explicación pormenorizada de un síndrome post intervención quirúrgica que el agudo letrado acreditado en el procés se sirvió explicar a los ediles del pleno corporativo. 

Olvidó el alcalde que elevado número de hijas de madres que votan a su paralela Ayuso, abortan en centros privados evitando lo que suele ocurrir en la pública. Votos que se escapan del PP. Le informaron de que esas hijas de madres que besaban a Gallardón como si fuera un santo, recibirían como un prospecto del paracetamol de Trump, los consejos del sabio científico Ortega Smitt y concejales voxistas parlantes en el plenario municipal.

La enorme vicealgo del PP de Génova se unió por su cuenta al alcalde, vestida de rojo y blanco, diciendo que Sánchez no informa pero ellos si. Ayer hubimos de ver y oír a Tellado I “el Torpe” salir a enmendarle la plana al alcalde pinturero dándole votos a VOX  y quitándoselos a Nuñez quien encarnado en Enrique IV, rey de Inglaterra en el siglo XIV, inspiró a Shakespeare su Ricardo II, con sus artimañas para ocupar el trono.

Las madres ayusistas cuyas hijas abortan  en Madrid sin consejos de traumas, pusieron a pan pedir a los sucesores de Casado. Y el alcalde ayer se hizo el tonto, papel que le va, para recoger velas y tratar de recoger votos.

Por mucho lenguaje político correcto que se quiera, un tonto es un tonto y siempre lo será.