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El triunfo de Sánchez y el desplome de la moción de Iglesias

No ha sido baladí el clamoroso e incuestionable triunfo alcanzado por Pedro Sánchez en las primarias socialistas. Se ha repetido el mismo fenómeno al que asiste una Europa en crisis y que, por su reiteración, ya no sorprende. En este caso, el resultado de las urnas ha dilapidado las tramas aparatiles y clientelares que parasitan al PSOE. Esas redes conectadas con los intereses económicos que encabezó la casta de barones y ex presidentes socialistas, cada cual con sus particulares intereses. Asimismo, ese voto ha desafiado a los poderes mediáticos de la demoscopia, de la de la interesada y tendenciosa comunicación, tan imperfecta e implementada por la inflacionaria cohorte de tertulianos e editorialistas a sueldo del Ibex-35, cuando no de la Moncloa.

Este mismo proceso ha elevado a los cielos, a lo Carrero Blanco pero políticamente, a la diosa del Olimpo lambado, preparada de antemano para culminar el proceso golpista que se abrió paso en el PSOE tras el fatídico 1 de octubre de autos. Ese domingo negro en que quedó ‘gestada’ tras previas conspiraciones la ulterior investidura de Mariano Rajoy y la defenestración en el instante del primer secretario general elegido en primarias porque se negó, desde el primer momento que salió votado, a ser el testaferro o el calienta asiento de la lideresa andaluza: Susana Díaz.

 

Esa meritoria restitución no ha sido a los tres días después de la citada defenestración sino tras un complejo parto de nueve interminables meses de embarazo desesperante.

 

En consecuencia, asistimos a un triunfo de la democracia interna del PSOE, protagonizada en su mayoría por el militante que ha ido a contracorriente de las presiones recibidas, y que ha llevado a Pedro Sánchez en volandas a su resurrección. Esa misma afiliación que ha ido obligando a que se articulase un discurso de izquierda para conectar con el clamor que demandan las bases socialistas, su electorado y la sociedad emergente.

Esa meritoria restitución no ha sido a los tres días después de la citada defenestración sino tras un complejo parto de nueve interminables meses de embarazo desesperante que la irresponsable, ilegítima e ilegal Gestora al servicio de Susana Díaz ha hecho perder como tiempo no solo al PSOE sino al conjunto de la sociedad española, encima cuando más necesitada estaba de credibilidad política y de vitalidad opositora para hacer frente a lo que Manuel Vicent acertadamente denomina: bandoleros y salteadores de lo público.

Ahora toca darle otra oportunidad a Pedro Sánchez, a que nos muestre que ha aprendido la lección de sus múltiples errores, a saber rodearse de un equipo solvente, coherente, honesto y leal para liderar la oposición ante el vacío que está dejando las mamarrachadas de Podemos y la actitud zigzagueante de Ciudadanos: más interesado en sobrevivir a costa del electorado conservador que se vaya desgajando del PP, porque ya no puede ni un día más sentirse corresponsable de la pestilencia y podredumbre que emana, en vez de empujar abiertamente como servicio público al carro inaplazable de la regeneración política y social, contribuyendo a formar un cinturón sanitario y de salubridad pública para echar al PP, esa «organización criminal creada para delinquir”.

Otro de los efectos colaterales del arma de destrucción masiva que está significando el triunfo de Pedro Sánchez es la muerte del susanismo. La lideresa andaluza ha demostrado su techo, o sus funestas mañas, consiguiendo más avales que votos, así como  culminar su desafuero con el impresentable discurso plagado de soberbia que protagonizó la noche de su domingo de calvario. De buena se  ha librado el PSOE y la sociedad española, la andaluza aún no.

Tanto para los barones ‘sociaexlistos’ que se baten en retirada, en un sálvese quien pueda, temiendo la cólera de sus respectivas militancias autonómicas, como para los expresidentes y puertas giratorias, Susana Díaz, que tiene hecha un cisco a la Junta de Andalucía, ha quedado achicharrada. Solo a estos poderes fácticos les queda en la reserva un patético Eduardo Madina -antaño, un voto, un militante, después: el del síndrome de Estocolmo a los pies del susanismo- a la espera de que Pedo Sánchez cometa los mismos errores del pasado.

 

Podemos, depurada su pluralidad coral, está demostrando en estos momentos con un soporífero argumentario plano ser un partido de papagayos del pensamiento único.

 

Que el PSOE ha salido fortalecido de esta victoria -frente a los agoreros de la división interna como estrategia del miedo- es tan cierto como inversamente proporcional al desgaste que desde el fiasco de Vistalegre II, con el voto de su militancia, viene sufriendo Podemos bajo el liderazgo de Pablo Iglesias Turrión.

Podemos, depurada su pluralidad coral, está demostrando en estos momentos con un soporífero argumentario plano ser un partido de papagayos del pensamiento único, plegado al servicio del súperego de su líder. Por no lograr, Podemos no ha alcanzado ni su obsesivo objetivo del sorpasso al PSOE en su peor momento histórico, todo lo contrario: está más debilitado y dividido que nunca, ahí están las buenas cabezas amuebladas de Compromis, y sobre todo tomando como referencia al 20-D, cuando alcanzó su cúspide de votos transversales y esperanzas hoy frustradas.

Lo que representa actualmente para Podemos su máximo liderazgo que le conduce al más rotundo de los fiascos, hubiera significado igualmente para el PSOE el triunfo de Susana Díaz en las primarias socialistas.

Hoy, por el contrario, la militancia socialista vuelve a salir a la calle con la cabeza bien alta. Se acabó el tiempo de bochorno hacia su electorado, tras vengarse de la felona Gestora que permitió la investidura del máximo responsable y amparador de la corrupción sistémica que nos asola, dispuesto a participar de un Congreso que en la autocrítica borre esa mancha abstencionista y pida perdón. Una militancia que camina ya sin el horizonte de un sombrío futuro electoral donde votar PSOE fuera denunciado como sinónimo para lograr votos de izquierda de cara a volverlo a poner a disposición del PP.

 

Que acierte Pedro Sánchez y corrija el desvarío rumbo que lleva Podemos va a depender en parte a que se acabe con esta metástasis para la sociedad española que significa tener la sensación de estar gobernados por el hampa.

 

Por el otro lado de la izquierda anda Pablo Iglesias. De su rueda de prensa infumable, conocida por la del CNI y el BOE, yerro que yerro sin aprender un año y pico después. Así ha tenido otra comparecencia pública presentando una improvisada y precipitada moción de censura contra Rajoy, sin haberla pactado previamente con nadie, como un canto a su sol partidista para que al final Mariano Rajoy y sus genoveses mariachis, con rostros de cemento armado que se lo pisan, acaben mofándose de su inutilidad y salgan políticamente reforzados.

Que acierte Pedro Sánchez y corrija el desvarío rumbo que lleva Podemos va a depender en parte a que se acabe con esta metástasis para la sociedad española que significa tener la sensación de estar gobernados por el hampa. Cuando se está degradando a niveles insoportables la separación de poderes del Estado de Derecho y el principio de igualdad sostenido por el Estado del Bienestar en desmantelamiento continuo, o se agrava el problema catalán, bien merece la pena pasar página cuanto antes a esta siniestra etapa política.

Y más urge ese Gobierno de cambio en cuanto la oposición se pone de acuerdo para proposiciones no de ley o reprobaciones que no conducen a nada imperativo, en tanto el PP desde el CGPJ y la Fiscalía desde la Moncloa van poniendo a sus peones o chinitas en el camino al servicio de la impunidad de sus corruptos y futuro disfrute de las hipermillonarias cantidades robadas al erario público. No hay derecho.

 

*Ignacio Trillo es Funcionario y articulista.

@ignaciotrillo