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En la playa, mientras las puertas giraban

Pepe Fdez
Pepe Fernández*

La tensión política del último año y medio en Andalucía, con Susana Díaz como aspirante a dirigir el PSOE, ha quedado diluida este verano entre la ausencia más que notable de nuestra clase política de sus escenarios habituales, todo ello ayudado por un cúmulo de desastres de diversa índole que hemos padecido en carne propia. (Incendios, ahogamientos, muertes de ciclistas, caso Juana Rivas y para reconducir la atención de la sociedad el atentado yihadista de Barcelona)

Fue clausurar el congreso regional del PSOE andaluz y la Andalucía oficial, esto es la que representan los socialistas e institucionalmente la oposición, hizo mutis por el foro mientras Susana dejaba en manos de sus masters chefs más distinguidos la tarea de cocinar los congresos regionales que llegarán en otoño. Esos congresos que, a priori, vaticinan nuevos encontronazos entre el oficialmente disuelto susanismo y el aparato de Ferraz controlado por la ejecutiva de Sánchez. Habrá tensión, sin duda, pero es muy probable que Susana Díaz mantenga el control de la mayoría de agrupaciones provinciales como hasta ahora ha venido sucediendo. El sanchismo en Andalucía da la sensación de que se ha desinflado, si alguna vez llegó a ser algo más que un globo rojo.

Sí, ahí están más del 35% de las bases del partido en Andalucía que en mayo votaron contra Susana en las primarias, pero cabe preguntarse si el nuevo Secretario General ha sido capaz en estos tres meses de mantener aquellos apoyos e ilusiones a cuenta de un proyecto que a muchos aquí les suena como algo exótico, diseñado para ejecutar solo de Despeñaperros para arriba. Que Sánchez nos deje tranquilos a los socialistas andaluces, se ha oído en alguna caseta de feria o en chiringuitos de playa. Porque en Andalucía todo ha seguido igual o peor para Pedro Sánchez y su autoridad, en tanto las hostilidades de Díaz contra él no han parado ni un solo día, hasta que llegó el veraneo oficial. La percepción reinante sigue siendo la misma, Susana Díaz es una dirigente que, sentada en su palacio de San Telmo, está a la espera del descalabro de su secretario general al que, con una deslealtad más que contrastada en el tiempo, sigue acosando, ahora revestida con la bandera blanca y verde que recuerda a aquellos andalucistas del PSA de los años 80 a los que tanto ridiculizaba el PSOE de entonces, el mismo Psoe que ha reivindicado Susana, el de Felipe y Alfonso.

 

Las giratorias, a tope.

 

En este contexto lúdico de playa, sol y chiriguito de la clase dirigente, no han dejado de funcionar las puertas giratorias, tan propia de la vieja política y que, por vez primera, se han activado a manojitos en Andalucía con un desparpajo y un descaro antes nunca visto. Excepto Emilio de Llera, ex consejero de Justicia que ha vuelto a su puestoen la Carrera Fiscal, los demás relevados han sido recolocados en canonjías muy selectas.

La presidenta de la Junta, que personalmente ha dado el visto bueno a estas recolocaciones, no se ha cortado un pelo a la hora de ofrecernos este espectáculo que viene a confirmar una práctica éticamente impresentable, pero que confirma que la estirpe de políticos que, pase lo que pase, siguen instalados en coche y sueldo oficial, no se extingue, sino que como los linces de Doñana se reproducen en la cautividad de una buena nómina pública mensual.

 

Detrás de ese 35% de militantes andaluces que no le votó en las primarias subyace demasiado desencanto y frustración por culpa del gatopardismo andaluz que dura ya más de tres décadas.

 

Este tipo de prácticas, legales sin duda, irritan mucho socialmente, pero donde más daño causa es en las propias filas del PSOE-A, entre una militancia joven, más que preparada y formada, que observa como el ascenso en el partido se realiza con criterios que nada tienen que ver con la capacidad, preparación y valía de cada uno, y mucho con la sumisión al mando orgánico del partido. Ese es el problema que Susana Díaz no ha querido ver y, ese, quizás sea uno de los principales lastres a los que se enfrenta su liderazgo. Detrás de ese 35% de militantes andaluces que no le votó en las primarias subyace demasiado desencanto y frustración por culpa del gatopardismo andaluz que dura ya más de tres décadas.

 

Aquilino Alonso

 

El ex consejero de Sanidad Aquilino Alonso, protagonista principal de la crisis de las mareas blancas, siendo la movida de Granada la más mortífera para su currículo político, le han colocado como nuevo responsable de la Agencia Andaluza de la Energía, presupuestado su sueldo en más de 60.000 euros anuales, prácticamente el mismo que tenía como consejero de Salud. De paso ha asumido responsabilidades orgánicas en la Ejecutiva Regional de Susana Díaz al frente de Organizaciones Sectoriales.

 

Martín Blanco

Su mano derecha en la Consejería de Salud, Martin Blanco, que abandonó el cargo en enero con motivo del estallido de la crisis de Granada, también ha sido recolocado, pero a este con agosticidad. El 16 de agosto, sin ni siquiera una nota de prensa, la Junta le nombraba Director General del Parque Tecnológico Cartuja 93. Resulta muy curioso comprobar como la Junta opta por una persona con larga experiencia desde al año 2000 en el sector sanitario andaluz, para ponerle, bien remunerado, al frente de una entidad convertida en un mero ente de conservación – limpieza, asfaltado y jardinería – de lo que heredamos de la Expo92.  (Por cierto, es opinión generalizada que la persona a la que desplaza el nombramiento de Martín Blanco en Cartuja 93, Teresa Saéz, es una profesional solvente que llevaba casi cuatro años en su puesto)

 

Maria del Carmen Ortiz

 

Mari Carmen Ortiz, ex consejera de Agricultura, también ha sido agraciada con uno de esos sillones que, históricamente, el PSOE tenía reservados a sus elefantes en retirada: Presidenta de la Autoridad Portuaria de Almería. Fue inicialmente los puertos, recordarán, el cementerio de grandes cetáceos de aquello que se llamó el guerrismo y a donde fueron a parar algunos de sus líderes. Carlos Navarrete en Huelva, Nono Amate en Almería o Enrique Linde en Málaga, donde también acabó Paulino Plata; Manuel Fernández y Manolo Gracia en Sevilla, Javier Barrero en Huelva, Fernández de la Chica en Motril o José Luis Blanco en Cádiz. Como se puede constatar siempre prevaleció, en estos nombramientos marineros de la Junta, la confianza política, el ADN socialista, sobre la capacidad y eficacia del gestor elegido en cada momento para el cargo. Eso no es necesariamente un indicador de que algunas de sus gestiones fuesen valoradas positivamente con el paso de los años. Muchos, desde fuera, también creyeron que se trataba de un retiro dorado con el que se premiaban los servicios prestados al partido por todos ellos.

La Sra. Ortiz percibirá en Almería el mismo sueldo que disfrutan el resto de colegas en los puertos andaluces, unos 80.000 euros al año. En este punto Almería no está discriminada.

 

Pepín Sánchez Maldonado

 

A Pepín Sánchez Maldonado, el ex responsable de Empleo que tuvo que lidiar con los cursos de formación y con las cosas raras que parece que han sucedido en el sector de la minería andaluza, catedrático de la Universidad de Málaga, le han buscado un destino que no chirría excesivamente, el de Rector de la Universidad Internacional de Andalucía, el único ente universitario andaluz donde la Junta nombra directamente al Rector.

 

Adelaida de la Calle

 

A la también malagueña Adelaida de la Calle, ex consejera de Educación, catedrática en la UMA, se le ha puesto a presidir la Corporación Tecnológica de Andalucía, fundación privada donde por lo que se ha visto manda la Junta y que agrupa a 163 empresas.

 

Estos nombramientos de este verano no son ilegales, pero carecen de la ética y la estética política que la sociedad, en general, reclama hoy día a nuestros gobernantes.

Y ese es uno de los hándicaps que Susana Díaz tiene ante sí, trasladar con hechos en el Boja y no palabras, que ella se rodea de “los mejores” según proclamó tras el 13 Congreso del PSOE-A. Estas recolocaciones de sus ex consejeros, gentes de su absoluta confianza política, no confirman esa pauta de que opta por los mejores, sencillamente porque han colocado en puestos de responsabilidad a algunas personas cuya trayectoria profesional nada tiene que ver con las funciones y el nivel de eficacia que requiere el nuevo destino público.

Claro que este tipo de operaciones se hacen por una sola razón, mantener unida y compacta esa red clientelar que le permite al PSOE controlar la Junta desde los años de la preautonomía. Pero en este caso con un añadido más, la red es más susanista que socialista. Con cosas como esta se juega el PSOE-A y Susana Díaz las próximas elecciones autonómicas y, de momento, siempre le fue bien.

 

*Pepe Fernández es Periodista. Editor y Director de Confidencial Andaluz.

@Pepe_Fdez