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¿En qué manos está el billetero para la cultura de Defensa?

No es mi deseo profundizar en los manoseos urdidos para camuflar el bodrio, cuando ya estaba publicada en las redes mi participación en dicho seminario.

Lo más preocupante de la creciente descomposición del Estado de derecho  propiciada por el sanchismo quizás sea que éste, como sebosa mancha de aceite, esté salpicando y corrompiendo paulatinamente todos los espacios a su alcance. El último ejemplo de ello podría ser la noticia publicada hoy por el periódico digital The Objective, según la cual “el Gobierno donó 10.000 euros a un relator de la ONU que criticó las leyes del PP y VOX”. Eso me lleva a recordar, muy sintéticamente, la noticia publicada por ese mismo medio, el pasado jueves, anunciando que: “Defensa ‘veta’ la presencia de un general en una conferencia sobre Ucrania y Gaza”.

No es mi deseo profundizar en los manoseos y relatos urgentemente urdidos para camuflar el bodrio, cuando ya estaba publicada en las redes mi participación en dicho seminario, naturalmente sin retribución económica alguna. Lo que parece claro es que se trataba, en el texto de The Objective, de “un evento patrocinado por la Secretaría General de Política de Defensa del departamento que dirige Margarita Robles”. Podría pues sospecharse de un veto político con la intención de impedirme hablar en un foro autoproclamado como periodístico, europeísta en independiente ―no se rían, que les veo―. La subvención, me atrevo a imaginar, no procedería ni de los dineros privados de doña Margarita, ni de  los cuartos particulares del almirante retirado que se eterniza en aquel organismo. Por el contrario, se trataría de fondos oficiales para promocionar la cultura de defensa.

Esa procedencia oficial del parné llevaría a pensar que los pagos estuvieran orientados, por un lado, a favorecer asépticamente el libre intercambio de ideas y opiniones sobre la defensa, así como sobre las hostilidades en Europa del Este y Oriente Próximo. Y, por el otro, a esquivar la prepotente tentación de vetar la participación en el evento de voces que, como la mía ―lo admito paladinamente―, no están servilmente incensando al sanchismo, como sucede con algunos altos despachos del Órgano Central de Defensa. Pienso que, tal vez, no estaría de más que se realizara una auditoría independiente sobre la gestión de los fondos públicos para la promoción de la cultura de defensa.

En todo caso, el mayor riesgo a evitar sería que los fangos, modos y hábitos sanchistas llegaran por ósmosis a difundirse en las Fuerzas Armadas (FAS) de España. Entiendo que, en éstas, la observancia fiel de la Constitución y las Reales Ordenanzas constituyen el mejor antídoto y el mayor cartel para la promoción de la cultura de defensa. Especialmente ahora, cuando el panorama internacional parece encaminarnos hacia un conflicto generalizado.