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La cobardía suicida del empresariado catalán

Francisco Rubiales
Francisco Rubiales*

El empresariado catalán en general y el independentista en particular están ofreciendo al mundo un espectáculo bochornoso y absurdo de cobardía, insensatez y suicidio al despreciar y enfrentarse a los ciudadanos españoles, que representan el 80 por ciento de su clientela. Al embestir contra los que han compartido su destino como nación y les compran casi la totalidad de sus productos, se han comportado como traidores desagradecidos y hostiles enemigos, arriesgando una respuesta airada que se traduciría en un boicot serio y profundo a la producción catalana, que dejaría a Cataluña convertida en un desierto africano.

No se conoce otro caso de imbecilidad empresarial tan inmenso en toda la historia moderna de Europa.

Además de frívolos, hipócritas y cobardes, los empresarios catalanes que han apostado por la ruptura, han sido imbéciles, por despreciar, ofender y hasta odiar a los españoles, sus mejores clientes, los que les compran más del 80 por ciento de lo que producen.

Cuando se analizan los datos y se ve que tan solo Aragón compra a Cataluña más productos que Estados Unidos, uno descubre el inmenso tamaño de la insensatez de los que hasta ahora se vanagloriaban de tener «seny». Han sido desagradecidos, suicidas y temerarios que han arriesgado la ruina, anteponiendo la política y el odio a los intereses empresariales, a la prosperidad y a la paz.

Si los españoles se hubieran comportado con ellos como ellos con España, la mayoría de las empresas radicadas en Cataluña habrían huido hacia tierras españolas, muchas de ellas se habrían arruinado y habrían sumido a su próspera comunidad autónoma en una catástrofe, transformándola en un desierto pobre y desolado, lleno de desempleo, deudas, irritación y revueltas.

Un boicot organizado y con apoyo oficial, como respuesta a las afrentas y al odio desatado en Cataluña, causaría un desastre económico sin precedentes a la orgullosa Cataluña, una región que se pondría pronto de rodillas al ver como la ruina y la pobreza les amenazan de muerte.

El silencio de los empresarios catalanes ha sido terrible y frustrante para los españoles. Empresas con sede en Cataluña que tienen en el resto de España el grueso de sus negocios, tenían que haber hablado y apostado por la concordia y la unidad, en lugar de por un silencio que, aunque muchos quisieron vender como «prudencia», en realidad era cobardía y apoyo a los secesionistas.

El pretendido boicot de los españoles a los productos catalanes ha sido desorganizado y de pequeña escala. En realidad no ha afectado ni siquiera al 5 por ciento de las compras. Pero un boicot organizado y con apoyo oficial, como respuesta a las afrentas y al odio desatado en Cataluña, causaría un desastre económico sin precedentes a la orgullosa Cataluña, una región que se pondría pronto de rodillas al ver como la ruina y la pobreza les amenazan de muerte.

España, si en lugar de actuar con prudencia y parsimonia, utilizando únicamente el recurso de la ley y los tribunales de Justicia, hubiera respondido con la misma contundencia y odio que han utilizado los independentistas catalanes, el drama catalán seria hoy primera pagina en la prensa mundial y todo un ejemplo de suicidio colectivo de un pueblo antes próspero y, en teoría, inteligente.

España puede enviarles tanques y soldados, cerrarles las puertas de Europa, crearles fronteras y aduanas, imponerles royalties de castigo, chantajear a las empresas radicadas en Cataluña para que emigren, dejar de avalar su deuda, dejar de financiar sus ruinosas finanzas, dejar de pagar las pensiones de lo catalanes y otras muchas agresiones que, por fortuna, se mantienen en la recámara, alejadas de la realidad.

Para bien de todos, en esta orilla sur del río Ebro ha existido más «seny» que en las enloquecidas y maltrechas por el odio orillas catalanas.

*Francisco Rubiales es Periodista.

@frarumo