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La conjura de los necios

Nos importa mucho más lo que le ocurre a la Pantoja y a Paquirrín en Cantora, que lo que están haciendo a base de decretos leyes desde la Moncloa.

 

Hace unos días, el dominical del Grupo Vocento publicaba una encuesta en la que más de ciento cincuenta personalidades del panorama político, artístico, científico, cultural y social español confesaban cuáles eran sus libros y autores preferidos. Como en la viña del señor, había de todo. Pero me llamó la atención, entre otras cosas porque aparecía en la portada, cuál era la elección del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Castejón. Sánchez afirmaba:”Me gusta la literatura esperpéntica” y citaba a Ramón María del Valle-Inclán como el autor con quien le gustaría compartir una cena. Alabo su gusto y comparto en cierto modo su admiración tanto por la obra como por la vida de este autor modernista de la magnífica Generación del 98 que revolucionó la literatura española del siglo XX. Y ahora me explico claramente su personal trayectoria política y su muy particular forma de gobernar y en los pactos con otras fuerzas que amenazan con destruir el ejemplar Estado español surgido tras la dictadura franquista. El “esperpento” valleinclanesco ha calado en su personalidad y en su manera de entender la vida y ha convertido a la sociedad española y a sus actuales gobernantes en un remedo de género disparatado de don Ramón, con pèrsonajes de características e ideologías dispares unidos sólo por el ansia del poder. Sánchez no es precisamente el Max Estrella de “Luces de Bohemia” sino que se parece más a Don Latino, el fantoche que asume el papel de perro lazarillo del poeta ciego y que acaba engañando a su amo.

 

La política del mal llamado “Gobierno progresista” de Sánchez e Iglesias se ha convertido en estos momentos de pandemia y desastre económico en un esperpento que amenaza con llevar a este país aún llamado España a un desastre similar al que vivimos en el 1898, época que dio nombre a la generación de Valle-Inclán. Si entonces perdimos las últimas colonias del gran imperio en el que no se ponía el sol, ahora vamos fatalmente encaminados a perder no sólo nuestra economía, y las vidas de miles de jubilados, sino hasta nuestra propia identidad como españoles. Remedando al famoso libro de John Kennedy Toole, ganador del Premio Pulitzer y de enorme éxito en la última década del pasado siglo, en España se ha producido y firmado ya “La conjura de los necios”, un pacto dispar y disparatado que, con la excusa de sacar adelante unos presupuestos impresentables, ha puesto en subasta a todo el Estado y las leyes fundamentales que lo sustentan. Da igual lo que le pidan a cambio el PNV, ERC, Podemos o Bildu, Sánchez está dispuesto a darles lo que haga falta con tal de mantenerse en el poder el máximo tiempo posible.

 

Este errático Gobierno basa su estrategia en la mentira. No se esconden y el engaño sistemático ha pasado a formar parte de su idiosincracia. Les da igual ocho que ochenta. Mienten sobre los muertos de la pandemia, mienten sobre las mascarillas y las vacunas, mienten sobre los impuestos, mienten sobre la Justicia, mienten sobre la inmigración, mienten sobre las encuestas del CIS, mienten sobre la educación…¿hay algo sobre lo que Sánchez y sus ministros (y ministras, claro) no mientan?. Lo dudo. Ahí tienen a la TVE oficial y a las otras pseudoficiales para seguir comiéndonos el coco a diario. Y lo peor es que en este Estado del engaño permanente en el que no movemos, los españoles seguimos impasibles al desaliento. Hagamos lo que hagamos, aquí no passsa nada, debe de pensar Ivan Redondo y su equipo, y llevan razón. Debe de ser porque a los españoles, adormecidos por el miedo a la muerte por coronavirus y al infausto y desastroso futuro que nos aguarda, nos importa mucho más lo que le ocurre a la Pantoja y a Paquirrín en Cantora, que lo que están haciendo con nuestra democracia a base de decretos leyes desde la Moncloa.

 

 

P.D.-El martes, mientras escribía este artículo, recibí un whatsapp demoledor en el que me comunicaban el fallecimiento de un amigo, Luis, a causa del maldito virus. Tuve que cerrar el ordenador porque me vi incapaz de escribir una letra más. Una terrible noticia que, por desgracia, está siendo estos días algo trágicamente habitual en cientos de hogares. Diariamente nos dan las cifras de muertos por la puta pandemia, cifras que, pese a afectar a cientos de familias, no asumimos porque nos tocan de lejos. Solo cuando esa cifra tiene nombre y apellidos, el rostro de un familiar o un amigo, es cuando nos damos cuenta de la gran tragedia que nos rodea y el inmenso dolor en que quedan sumidas esposas e hijos, hermanos, familiares y amigos. Compañero de cenas y partidas de golf, buen conversador, inteligente, sarcástico e irónico, Luis me deja un recuerdo imborrable de estos últimos tres años de contacto y amistad. Espero que en el cielo lo hayan recibido descorchando una botella de Marqués de Riscal Gran Reserva. Descansa en paz, amigo.