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La ‘desconexión’ de Andalucía

La devolución de 800 millones al Estado para formación es la guinda que colma el vaso de la incompetencia del Gobierno de Susana Díaz

Opinión/ Ignacio Trillo.- Cuando tan de moda se ha puesto el término desconexión, tomado como manoseo diario por la república bananera que se pretende establecer en la amada Catalunya, entre patéticos representantes del antaño seny de la burguesía nacionalista como lo significaron Prat de la Riba y Francesc Cambó, y los nuevos arquitectos del anarquismo utópico heredado de los legendarios José Negre y Salvador Seguí El noi de sucre, hoy instalados en una esperpéntica alianza contra natura; por razones bien distintas, el mismo vocablo sería de aplicación desde la perspectiva socioeconómica a una Andalucía que flaquea enormemente en su aspiración de “tierra y libertad”, que traducido al presente siglo XXI se interpretaría por trabajo y progreso.

Los pésimos datos que para Andalucía ofrece la última EPA correspondiente al tercer trimestre del año –coincidente para más inri con un histórico verano en recepción de turistas, a la par que prorrogado como tendencia por el aumento del paro registrado el pasado mes de octubre– ya eran de por sí noticias negativas como para tener que añadirle el diagnóstico, por otra parte esperado en sus conclusiones, que ha emitido el Observatorio Económico de Andalucía (OEA) que preside el economista Francisco Ferraro. 

Se confirma pues, la prolongación de la regresión que está experimentando la comunidad autónoma andaluza y que afecta gravemente a su panorama económico y socio laboral, producto de ese tejido productivo tan débil, precario, estacional y acíclico, con carencia de un modelo alternativo que se haya puesto en marcha como reacción política durante la larga crisis que nos asola.

Se confirma pues, la prolongación de la regresión que está experimentando la comunidad autónoma andaluza y que afecta gravemente a su panorama económico y sociolaboral, producto de ese tejido productivo tan débil, precario, estacional y acíclico, con carencia de un modelo alternativo que se haya puesto en marcha como reacción política durante la larga crisis que nos asola.

La desconexión de la convergencia de Andalucía con España y todavía superior con la Unión Europea, continúa a ritmo tozudo desde que se inició la gran crisis. Me atrevería a decir, ya con datos contrastados, que esta propensión comienza momentos previos al crack financiero estadounidense de las subprime durante el verano del 2008, y simultáneo con los primeros síntomas del enfriamiento de la burbuja inmobiliaria; por tanto, remontándonos a partir del año 2006.

La brecha ya cuantificada que se ha producido durante ese periodo entre el PIB andaluz con respecto al de España está calibrada en un diferencial de 3,5 puntos negativos, y de 11 puntos de divergencia con respecto a la media europea. Esta dirección hace descender a Andalucía en el conjunto de las regiones de la Unión Europea en el proceso de aspirar a converger algún día hasta insufribles peldaños del subsuelo.

Andalucía es la última región europea en niveles de desempleo, por debajo incluso de las griegas o de las portuguesas, con diez puntos de la población activa en paro por encima de la media de España. A complementar: se bate récord también en precariedad contractual, en parados de larga duración, desempleo juvenil, bajos salarios, emigración laboral, y por ende, niveles de pobreza y de exclusión social, ya insoportables; todo ello, con la contribución lógicamente, pero no solo, de las más que desacertadas políticas neoliberales del Gobierno de Mariano Rajoy aplicadas a la hora de afrontar esta crisis.

Y si miramos hacia adelante, el panorama andaluz que se presenta no es nada halagüeño, en cuanto que se está produciendo desde el pasado semestre un enfriamiento del débil crecimiento que comenzaba a percibirse. Además, va a ser confirmado en lo que resta de año y a lo largo y ancho del primer semestre del 2016 con respecto a las media española y europea, por lo que esa diferencia en la divergencia se va a acentuar.

No nos coge de sorpresa, ya lo advertimos cuando hace un año un grupo de economistas andaluces, encabezados por los catedráticos universitarios, Cuadrado Roura y Torres López, sumándonos a los actos conmemorativos del 50 aniversario de la creación de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Málaga, lo adelantamos en el encuentro de debate y reflexión que mantuvimos en la capital costasoleña sobre la situación de nuestra comunidad autónoma.

Asimismo, constatamos entonces que el estado que presenta Andalucía no era general en todas las regiones españolas que partíamos antes de la crisis por debajo de los parámetros medios del desarrollo español y europeo. Ahí está por ejemplo el caso de Galicia, donde se mantiene la convergencia con la UE bajo parecidos parámetros anteriores a la crisis, gracias a la gran especialización lograda con la industria automovilística, el textil y la pescadería.

Escenario generalizado, por el contrario, que sí ocurrió de forma positiva durante el periodo de precrisis (2000-2005), donde las comunidades autónomas españolas menos ricas, entre ellas Andalucía, crecieron por encima de la media estatal y europea, produciéndose una modesta tendencia a que las diferencias interregionales se redujesen así como la convergencia con la UE.

Pero apenas aconteció el estallido de la crisis, primero de la burbuja inmobiliaria y luego de la financiera, la trayectoria cambió radicalmente de signo, de forma que las disparidades en términos de PIB por habitante entre las CCAA españolas se han incrementado de nuevo hasta situarse, en el caso de Andalucía, prácticamente en la posición que teníamos a finales de los años noventa, al igual que se han ido agrandando las diferencias entre las clases sociales, donde los más ricos son más ricos y el resto más pobre, con graves problemas de exclusión social.

En este sentido, el peor comportamiento comparativo que presenta Andalucía en el último periodo de tiempo con respecto a España y a la UE es achacable a que ha frenado su especialización, ha perdido peso su estructura productiva así como el número de empresas, y ha aumentado la desindustrialización y el peso de los servicios de mercado. Asimismo, su productividad hoy es la mitad de la de España así como un tercio de la de Euskadi.

La devolución por el Gobierno de la señora Díez de 800 millones de euros al Estado porque no se los ha gastado en materia de formación de desempleados y políticas activas de empleo, en una región que bate récord de parados, es la guinda que colma el vaso de la incompetencia.
 

A sumar, los problemas que ya venía arrastrando Andalucía por la existencia de estructuras de producción y de especialización poco evolucionadas, con mayor peso de la construcción, de las actividades extractivas, energéticas y de sectores primarios, así como menor tejido industrial manufacturero y de servicios de mercado, clase empresarial menos dinámica y competitiva, carencia de formación, falta de cultura innovadora, mayor dependencia de las subvenciones públicas bajo un sistema y red clientelar, productividad más baja, inferiores salarios que merman la demanda y con ello el mercado interno, a la par que menores ritmos en las exportaciones, y con un sistema financiero, destruido el conglomerado de cajas de ahorros y sus fundaciones, estrangulado y ya con fuerte dependencia externa.

Por último, los factores políticos que han pesado en este proceso regresivo. Hemos asistido en Andalucía en este ciclo de crisis a tener tres presidentes autonómicos distintos, dos de ellos incursos en el sumario judicial de los ERE, con constantes parálisis debido a cambios de organigramas y de asignaciones de competencias. Consejos de Gobiernos metidos en procesos electorales, sin tomar medidas estructurales y sí cortoplacistas con carácter populista y venta de muchos humos. Una administración autónoma cada vez menos profesionalizada, ineficaz, con un caótico sector público mastodóntico en el capítulo de personal no funcionarial al servicio del empleo público afines al partido gobernante, que ya dejó de saber hasta cómo ejecutar sus presupuestos de inversiones y subvenciones, con el de gastos corrientes sigue sin tener problemas, agujereada por la corrupción del clientelismo y por tanto temerosa que, ante cada iniciativa que hubiera de tomar, la justicia le pueda pisar los talones; eso que con eufemismos generalistas nada explícitos y hasta generosos califica en distintos apartados el informe de la OEA.

La devolución por el Gobierno de la señora Díaz de 800 millones de euros al Estado porque no se los ha gastado en materia de formación de desempleados y políticas activas de empleo, en una región que bate récord de parados, es la guinda que colma el vaso de la incompetencia. Desde el 2011 no se invierte en esta materia tan fundamental para salir de la crisis y bajar el desempleo. Por el mismo derrotero, por limitarme a la provincia que mejor conozco, no sabe cómo afrontar sus obligaciones con La Cónsula de Málaga, La Fonda de Benalmádena o el CIO de Mijas, donde estaba garantizado el cien por cien del empleo juvenil que se formaba. O mantiene cerrado, desde hace más de tres años que finalizó la construcción, el hospital del Guadalhorce, situado en la aglomeración urbana de la capital económica de Andalucía que ha visto descender las plazas hospitalarias de forma alarmante en tanto su población ha ido en aumento como el turismo visitante…

En conclusión, a tenor de las condiciones objetivas descritas, pocas expectativas positivas aporta Andalucía al proyecto de cambio que pretende Pedro Sánchez para arrancar votos de aquí el próximo 20D, ante el lamentable panorama que muestra la gestión gubernamental autonómica, con un sistema anquilosado e ineficiente de características clientelares, cada vez más divergente en magnitudes socio-económicas del resto de España y de Europa, y que preside la señora Susana Díaz, incongruentemente esperanza futura del socialismo español.