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La pandemia mete en la UVI al periodismo

No está el tiempo como para hacer panegíricos laudatorios del periodismo.

 

Hace escasas fechas se celebró (es un decir) el día mundial de la libertad de expresión. En esta ocasión, sólo algunos atrevidos osaron manifestar algún comunicado en defensa de la misma. No está el tiempo como para hacer panegíricos laudatorios del periodismo. Esta pandemia ha hecho que esta profesión, tan castigada por los poderes fácticos, quede internada en la UVI hasta que pase el chaparrón y se recobre eso tan extraño que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llama “la nueva normalidad” que será, sin duda alguna, una total anormalidad en lo que se refiere al control de las libertades públicas y el Estado de Derecho. Pero a lo que iba. Dejando a un lado al sector turístico y a los miles de autónomos condenados al cierre, si hay una profesión que se ha visto castigada por el Covid 19 ésta ha sido la del periodismo. Dicen que al menos 25.000 compañeros de profesión han sido afectados por los ertes en estos dos meses del estado de alarma.

 

Afirman que los grandes medios de comunicación de prensa, radio y televisión, están perdiendo hasta la vergüenza en estos trágicos días. Tanto es asi que que Gobierno ha puesto sobre la mesa 15 millones de euros para paliar la crisis de las televisiones privadas “amigas” y, de camino, comprar algunas voluntades de las escasas que aún quedaban en el estadio de la crítica. Normal. Tenemos un presidente, Sánchez, acostumbrado a controlar los denominados “medios progresistas” y un vicepresidente, Iglesias, cuya máxima aspiración es convertir los periódicos en el Gramma cubano o en el Pravda ruso y las televisiones en sus particulares aparatos de propaganda. Nada nuevo bajo el sol de esta España que comienza a despertarse de la pesadilla de los sesenta días bajo la amenaza de un nuevo confinamiento como no nos portemos bien. No hay que lanzar las campanas al vuelo por haber entrado en la fase 1, porque como Sánchez no lo vea claro es muy posible que volvamos a dar pasos atrás y acabemos en un más duro estado de excepción, que es lo que de verdad ha estado aplicando estos dos ultimos meses.

 

Hay un dicho periodístco que afirma que la labor de un profesional de la información no es la de consultar varias fuentes, sino la de comprobar la verdad de la mísma. “Si alguien te dice que está lloviendo y otro te asegura que no, tu deber no es preguntarle a un tercero, sino asomarte a la ventana para comprobarlo”. Y aquí y ahora, los comunicadores sólo se han asomado a la ventana a eso de las ocho de la tarde para contar los aplausos del personal a los sanitarios, aplausos que algunos se los dedican también al Ejecutivo “que tan estupendamente nos está dirigiendo a los españoles en esta pandemia” que ha provocado ya treinta mil muertos sin que nadie, ni tan siquiera sus familiares directos, haya visto los cadáveres de residencias y hospitales. Bueno, eso y para sacar a los cuatro chuflas que se saltan el aislamiento haciendo el gilipollas, que de esos hay una hartá en este país de tontos sumisos.

 

Sinceramente no creo que haga falta tener contactos extraordinarios ni numerosas “fuentes dignas de todo crédito” para darse cuenta de la nefasta gestión que está llevando a cabo el “Gobierno de progreso” de Sánchez e Iglesias. Solo basta preguntarle a médicos y enfermeras, a policías y militares, a agricultores y ganaderos, y sólo basta darse una vuelta por nuestras ciudades, ahora que el paseo está permitido, para comprobar campo baldío en el que se han convertido nuestras calles y plazas, el cierre de comercios, de bares, de establecimientos de todo tipo que, mucho me temo, no va a ser un cierre temporal, sino definitivo por falta de ayudas de una administración más preocupada por engordar su ya orondo cuerpo de asesores y políticos a sueldo del presupuesto, que el facilitar una recuperación de la actividad económica que cada día parece más lejana e imposible. Como bastaría preguntarle a malagueños y granadinos el porqué esa comisión de expertos anónimos les ha denegado a ellos entrar en la fase 1 mientras sí se lo ha permitido a “los amiguetes” del País Vasco con bastante peores cifras.

 

Algunos dirán como excusa que un Gobierno del PP hubiera hecho más o menos lo mismo. Es posible, yo diría que Rajoy lo hubiese hecho incluso peor. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que tenemos el Gobierno que tenemos, sociocomunista apoyado por Bildu, ERC y la derecha nacionalista, votado por buena parte del personal que ahora se arrepiente, y es a él y no a otros a quien hay que pedirle explicaciones de los chanchullos con las mascarillas, con los respiradores, con las batas, con los test falsos, con el abandono de los centros de mayores, con el recorte de libertades, con la aprobación de decretos leyes sobre medidas que poco o nada tienen que ver con el estado de alarma. Sánchez habrá dicho aquella frase tan conocida de “pues aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid…” y nombra comisiones de recuperación nacional presidida nada más y nada menos que por el genio Patxi López (Dios nos coja confesados) como si esa fuera la solución que el país necesita.

 

Y en esa estamos. Afrontando una nueva prórroga del estado de alarma, aguantando todos los días la comparecencia del científico del chaleco usado y del filósofo a cargo de Sanidad, y los interminales y aburridos “Alós presidente” de los fines de semana. No sé si esta estrategia, a mi modo de ver totalmente errónea, se debe a la mente privilegiada de Iván Redondo. Pero mucho me temo que está floreciendo entre la ciudadanía la frase atribuída por unos al Ché Guevara y por otros a Emiliano Zapata, “más vale morir de pie, que vivir de rodillas” y eso es un verdadero peligro, no sólo para Sánchez y los suyos, sino para el futuro de todo este país aun llamado España. El día en que nos permitan salir a la calle libremente para manifestar nuestros sentimientos, se puede ver un numerito que va a asombrar al mundo entero. Y, aunque él no lo crea, también a Sánchez y a su colega Iglesias, tan dado a las manifestaciones y las algaradas callejeras. Ya veremos.