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Laissez faire, laissez passer

Estos últimos seis días no ha pasado nada de nada pese a los más de trescientos policías y mossos heridos.

 

Tres siglos después de que el fisiocrata Vicent de Gournay, lanzara la famosa frase del liberalismo económico que posteriormente adoptara Adam Smith, “laissez faire. laissez passer, le monde va de lui méme” (“dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo”), el aforismo en contra del intervencionismo del Estado ha roto esquemas y ha pasado de la economía a la política por mor de unos dirigentes que creen, como Rousseau, en la teoría del “buen salvaje”. El “buenismo” ha impregnado toda la sociedad occidental y ha hecho nido entre sus dirigentes. Desde Zapatero a Cameron y desde Macron a Merkel, todos rechazan la locución de Plauto desarrollada posteriormente por Hobbes, “homo hominis lupus” (“el hombre es un lobo para el hombre”) cuando la realidad es que vivimos en una sociedad competitiva en la que el enfrentamiento y la manipulación rigen sus destinos.

 

Viene todo esto a cuento de lo que los españoles llevamos sufriendo desde hace una década, la procrastinación de sus dirigentes, es decir, el hábito de retrasar actuaciones o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables socialmente. Para entendernos, lo que puso en marcha Zapatero con su “buenismo”, que Rajoy llevó al culmen con su total inactividad y lo que Pedro Sánchez está haciendo en estos momentos con las violentas algaradas en Cataluña: Nada de nada. Hace unos días se publicó una viñeta en un medio de comunicación que retrataba fielmente lo que está ocurriendo con el Gobierno de Sánchez en Cataluña. Se veía a un policía atacado por los manifestantes en las calles de Barcelona preguntándole a su jefe “¿qué hacemos?”. El jefe le hace la misma pregunta al ministro del Interior y éste le pasa la pelota al presidente del Gobierno. Sánchez contesta que tiene que consultarlo con su fiel asesor Iván (Redondo). E Iván, consultando las encuestas, dice: “De momento, nada”. Todo es cuestión de rentabilidad política ante las próximas elecciones del 10 de noviembre-

 

Pues eso. Estos últimos seis días no ha pasado nada de nada pese a los más de trescientos policías y mossos heridos, los miles de destrozos en las calles y los millones de pérdidas en comercios, hoteles y servicios públicos. La frase de Grande Marlaska recomendando visitar estos días Barcelona porque no ocurre nada anormal y porque todo es un problema de órden público como si fuese una algarada futbolera entre los cafres de los Boixos Nois y los de las Brigadas Blanquiazules tras un Barça-Español, debería quedar grabada con letras de oro a los pies de la Sagrada Familia. Que le pregunten si pasa algo grave a los jubilados del Inserso que no quieren ir ahora a Cataluña ni gratis.

 

Y procrastinando, procrastinando, como hizo Rajoy durante casi toda su lesgislatura, Sánchez seguirá sin mover un dedo contra Torra y los suyos no vaya a ser que los necesite en noviembre para poder formar Gobierno. “Hay que buscar un macguffin, Iván, para que la gente se olvide de lo de Barcelona y recuperemos alguno de los votos perdidos”, le ha comentado Pedro Sánchez a su asesor aúlico. Y esta semana ya tiene algo con qué entretener al personal, la inhumación del cadáver de Franco del Valle de los Caídos y su traslado al cementerio de El Pardo. Las tertulias van a echar humo repitiendo lo que llevamos un año escuchando sobre la memoria histórica. Ferreras, en la Sexta, hará un seguimiento especial de veinticuatro horas sobre el traslado adobándolo con comentarios de sus habituales, ya saben, Pablo Iglesias, Ignacio Escolar y compañía, que nos recordarán a todos los españoles lo malísimo que era el dictador y lo buenísima, democrática y justa que fue la II República contra la que se alzó.

 

No me extraña que con estos mimbres y con lo que aún queda por pasar en Cataluña si alguien no le pone freno a esta insensatez que llevamos aguantando décadas, las encuestas le estén dando una subida meteórica a Vox. Elemental, querido Watson. Con todos sus defectos y sus errores, que los tienen y muy graves, los muchachos de Abascal son los únicos que están hablando claro en estos momentos críticos. Se puede o no compatir su discurso, pero es evidente que son muchos los españoles que están hartos de aguantar medias tintas, cambios de chaqueta, y procrastinaciones de los partidos todavía mayoritarios. Creo que el enfrentamiento visceral y el guerracivilismo no conducen a nada y no son las mejores soluciones para un país al borde de la crisis, pero reconozco que son ya muchos los años en los que la sociedad española lleva aguantando órdagos faroleros de unos sectores nacionalistas que, siguiendo los cauces del más puro y retrógrado fascismo y supremacismo, están poniendo en jaque a todo el Estado. O alguien pone pie en pared o acabarán comiéndonos con papas.

 

Vía Cayetana

Pero cambiemos de rollo para no amargarles el día. No quiero acabar si contarles una gracisosa anécdota que me ocurrió el otro día en el autobús. Iban dos señoras comentando los sucesos de Barcelona y le dice una a la otra:

 

-Oye, Pepi, yo no sabía que la duquesa de Alba tuviese una calle tan importante en Barcelona

-¿Qué calle, Loli?

-Pues cuál va a ser, donde los cafres esos atacaron a la Policía, la Vía Cayetana. Si no han parado todas las televisiones de nombrarla estos días…

-No, Loli, no. Es la Vía Laietana. Yo la conozco porque un sobrino mío trabaja allí en una oficina justo al lado de la Jefatura de Policía. Laietana, Loli, no Cayetana.