Los errores que ya pesan sobre Moreno Bonilla
El liderazgo milimetrado de Bonilla se ha resquebrajado entre cifras cambiantes, contradicciones internas y miles de mujeres que nunca recibieron aviso.
Todo se había planificado al milímetro. Meses atrás, Moreno Bonilla y su equipo de asesores dibujaron la hoja de ruta de la inminente precampaña electoral cuyo día D solo él conoce y de la que no se ha desviado voluntariamente ni un milímetro. Su lógica: una atmósfera de autocomplacencia, cifras macroeconómicas como mantra, protagonismo personal y un discurso de “nueva etapa” que debía culminar en primavera de 2026, su particular coronación política andaluza y estatal. La escenografía, bien medida: un congreso regional del PP-A con un 99,9% de votos de respaldo, presentación de un libro escrito por sus asesores, filas para comprar ejemplares y un ambiente de familia unida alrededor del líder. La foto perfecta… hasta que la realidad sanitaria estalló en las calles sin pedir permiso. En realidad el que sobraba el domingo en el congreso era Alberto Núñez Feijóo, cuyo discurso de hoy chirría con la centralidad que Juanma Bonilla quiere seguir cultivando. Ese es su guión y de ahí no quiere salirse. Feijóo, además, encarnó un tono marcadamente nacional, trufado con cosas de Vox, que desentonaba con la estrategia andaluza de Bonilla, basada en la imagen de moderación y perfil propio.
Porque la crisis de los cribados no es un incidente: es la radiografía de un sistema con fallos estructurales y de una gestión política que ha ido siempre un paso por detrás del estallido, nunca por delante. Y eso, en política real, se paga. Sobre todo cuando lo que está en juego es la salud de miles de mujeres, algunas de ellas obligadas a descubrir por sí mismas que nunca llegó la citación que debía llegar. Miles de mujeres sin aviso debido: ese es el dato que atraviesa toda la crisis y que derrumba cualquier relato oficial que pretenda minimizar.
Moreno Bonilla había diseñado un camino recto hacia su siguiente victoria electoral. Pero el camino se ha torcido y, por primera vez en años, ha perdido el control del marco político y del discurso mediático nacional. Hoy aparece en los telediarios —todos menos Canal Sur TV— al mismo nivel que Carlos Mazón, el presidente valenciano que carga con la sombra de los 229 muertos de la DANA. Ambos, desde ayer, comparten algo más que titulares: comparten desgaste. Ni uno ni otro son avisadores. Y ambos, paradójicamente, han intentado sostener un discurso de “gestión eficaz” que hoy naufraga frente a los hechos.
La secuencia de errores explica cómo un gobierno que presumía de estabilidad se ha adentrado en una crisis de credibilidad sin precedentes desde que el PP tomó San Telmo. El primer error fue la tardanza en reconocer la magnitud del problema. Durante semanas se habló de “unas dos mil” mujeres afectadas mientras los datos crecían y la Fiscalía abría diligencias. La segunda grieta fue el baile de cifras, protocolos inexistentes o mal definidos y versiones cambiantes: primero “error humano”, luego “sistema heredado”, después “problemas de trazabilidad”. La sensación pública: una administración más preocupada por blindar el relato que por aclararlo. Y todo por estrategia descaradamente electoral de Bonilla y el PP-A, algo que pesa y mucho sobre esta crisis. El relato oficial se fue adaptando a medida que los medios publicaban nuevas informaciones, lo que amplificó la percepción de opacidad.
El tercer error fue político y público. En mitad de la tormenta, un senador del PP por Huelva, Carmelo Romero, lanzó la frase que ha quedado grabada como síntoma del desorden interno: “Quien tiene que dimitir son los médicos, no Juanma Moreno”. Mientras el presidente se esforzaba en defender a los profesionales del SAS y pedir a la oposición que no los “machacara”, un senador andaluz de su propio partido los señalaba. Todos como pollos sin cabeza. Romero reculó después, pidió perdón, pero el daño ya estaba hecho. Un error grave, porque rompió el mensaje oficial defensivo y reveló una gran descoordinación interna. Un desliz que además mostró que ni siquiera había un criterio unificado en el núcleo pata negra del partido.
Sin olvidar otra voz tan autorizada como la del portavoz parlamentario del PP-A, Toni Martín, calificando de «escrache» la primera manifestación de Amama ante San Telmo, mientras el secretario general del PP andaluz, Antonio Repullo, la definía como un «fracaso». Bonilla los reprendió en público. Empatía con las víctimas desde el partido en el gobierno, cero. Esa falta de sensibilidad comunicativa ha sido subrayada incluso por profesionales sanitarios que reclamaban respeto hacia las afectadas.
El siguiente descarrilamiento llegó con la gestión de la sanidad privada. La Junta afirmó con rotundidad que el cribado se realiza “100% en el SAS” y que “las derivaciones son cero”. El problema: contratos en vigor por 5,4 millones de euros para más de 300.000 mamografías con una empresa privada; testimonios de pruebas en unidades móviles privadas; documentación que no cuadra con lo afirmado. Esto se ha traducido en un agujero de credibilidad que ha alimentado titulares rotundos y ha puesto a la Junta a la defensiva. Y ha dejado en evidencia un doble discurso que la oposición ha explotado sin piedad: negar derivaciones mientras se financian con dinero público.
Todo esto se ha agravado por otro factor clave: una comunicación errática e improvisada a todas luces. Los mensajes se han ido corrigiendo día tras día, sin control sobre el ritmo informativo, dejando espacios vacíos que la oposición, el movimiento ciudadano y los profesionales sanitarios han ocupado con contundencia. En este contexto, por cierto, ha quedado en evidencia una vez más el poder de las redes sociales, quizás el instrumento que rompe por la mitad la política oficial de «silencio, cueste lo que cueste, amigo» y les funciona. El liderazgo de Moreno Bonilla en esta crisis llegó tarde: su tono, su gesto, sus forzadas disculpas y sus “decisiones drásticas” se percibieron como respuestas reactivas a reportajes periodísticos y a miles de mujeres exigiendo explicaciones en la calle. No como anticipación. Y frente a esa erosión, Canal Sur Radio y TV han actuado como la ortodoxia comunicativa del gobierno, reforzando el discurso de San Telmo y amortiguando el impacto informativo, un comportamiento que ha provocado críticas por falta de pluralidad. Las criticas más solvente han partido, como siempre, desde dentro de la RTVA y desde su Consejo Profesional.
Y en este contexto estalla la mayor paradoja para el presidente andaluz: mientras él avanzaba por una agenda escrita para consolidar su liderazgo -¡Madrid, Madrid, Madrid..!- ese mismo guión ha quedado expuesto como artificio. Su libro, presentado como pieza central del relato político renovador, se ha convertido en símbolo de desconexión. En el congreso del PP-A se vendió como si fuera un objeto de culto, como rosquillas más bien, pero fuera del recinto la realidad sanitaria se imponía. La foto del líder con su libro en el atril no compite con la imagen de mujeres a las que el sistema no citó a tiempo, ni con los testimonios de diagnósticos tardíos, ni con los fallos del circuito de seguimiento que se investigan ya en la Fiscalía. Por cierto, ¿se habrá fijado el presidente en un pequeño pero significativo detalle? Sí, en las fotos de las manifestaciones se ve mucha gente y muy pocas banderas. Ojo a ese dato. La calle, cuando se moviliza sola, sin siglas, sin logos y sin autobuses ni bocatas, es políticamente letal para cualquier gobierno.
La verdad incómoda es esta: quien diseñó meses atrás una coronación del rey Juanma III para la primavera de 2026 no preveía que hoy, al cierre de cada informativo nacional, su nombre aparecería ligado a la peor crisis sanitaria que ha vivido Andalucía desde que él mismo preside la Junta. Tiene casi el mismo protagonismo mediático que el apestado Carlos Mazón. No lo imaginaba porque en su plan no existía falla alguna, todo estaba organizado para reforzar su figura. Pero la política, como la realidad sanitaria, no admite castillos de cartón. Y la evidencia ya ha desplazado cualquier relato: Moreno Bonilla no avisó a miles de mujeres. Y esa frase pesa más que un congreso al 99,9%, más que un libro vendido a granel, más que cualquier agenda milimetrada. El resto es ruido. Y el ruido, a veces, revela más que el silencio.
Tanto secretismo que a día de hoy los andaluces no sabemos qué ha pasado realmente para esta gran crujía de la sanidad pública andaluza. Faltan explicaciones convincentes y claras. Saber cuándo, cómo, quién y por qué ha fallado. Falta una Comisión de Investigación en el Parlamento de Andalucía, pero el PP no lo aceptará, consciente de que la mayoría absoluta puede haber volado de verdad hace semanas. No aceptar esa Comisión de Investigación será otra equivocación del PP, más letal si cabe, será un error más a la lista que le perseguirá hasta el mismo día de las votaciones. Y mientras tanto, el desprestigio crece y la indignación social no se apaga, porque las víctimas siguen esperando una respuesta que aún no ha llegado.
