The news is by your side.

Los nuevos gurús del Gran Hermano

Sólo basta contemplar cómo todos votan unánimemente la subida de sueldos sin discrepar lo más mínimo. Ahí sí que hay acuerdo entre derechas e izquierdas.

 

 Estarán conmigo en que lo de la política en España está más pesado que un potaje de garbanzos o una fabes con chorizo en pleno mes de agosto. El asunto de los pactos postelectorales entre, por un lado, PP, Ciudadanos y Vox, y por otro el PSOE, Podemos y la vorágine independentista y proetarra, pasa ya de castaño oscuro y harta hasta al paciente santo Job. Sobre todo porque unos y otros hacen de su capa un sayo y de los votos de sus electores un hato para la basura de papel en el contenedor azul. Los dos bloques de derechas e izquierdas están demostrando a los perplejos ciudadanos que sus deseos y preocupaciones les importan un pito y que todos ellos van a lo que van, a trincar poder caiga quien caiga. Sólo basta contemplar cómo todos votan unánimemente la subida de sueldos sin discrepar lo más mínimo. Ahí sí que hay acuerdo entre derechas e izquierdas. Ahí coinciden Ciudadanos y Vox, Podemos y el PP, Bildu y el de las anchoas.

 

Como cantaba Carlos Cano en su Murga de Emilio el Moro, tras las primeras elecciones que ganó el PSOE de Felipe González, “Me han dicho que has puesto en Madrid un despacho de mucho postín, ¡Colócanos!¡colócanos! ¡Ay por tu madre, colócanos!”. Pues eso, ¡colócanos, que no sabemos hacer otra cosa!, dicen los de la casta, que, al final, son todos, incluídos aquellos que, como los de Podemos, la ponen a parir de boquilla hasta que se compran el casoplon de Galapagar. Y después la gente se echa las manos a la cabeza cuando salen a la luz las corrupciones de unos y otros trincando millones de erarios público. Todo estaba cantado y no hay que ser profeta para saberlo. En el fondo, todos estamos echando de menos el extinto y tan denigrado bipartidismo que, al menos, nos daba cierta tranquilidad a los gobernados y sabíamos que no habría que repetir una y otra vez las elecciones para aclarar el panorama.

 

Así que harto ya de estar harto, ya me cansé de preguntarle a Sánchez por qué y por qué, he decidido hoy escribir sobre otros asuntos que rebasan los cansinos límites políticos y van más dirigidos hacia lo que el entonces mi subdirector, Antonio Burgos, nos pedía a los redactores de ABC de Sevilla en los años 80 del pasado siglo, “noticias y reportajes de ihache, que es lo que le interesa a los lectores”. El “ihache”, ya lo habrán supuesto, son las siglas de “interes humano” e iba desde los sucesos mas o menos macabros al Palmar de Troya pasando por la plaga de los tirones de bolso, los reportajes en las Tres Mil Viviendas o la sempiterna sequía que asolaba Sevilla cada cuatro o cinco años. Ahora, los reportajes de las televisiones sobre “ihache” se basan, fundamentalmente, en la violencia de género o machista, la inmigración o las “famosas” manadas de violadores en serie, sobre todo si éstas las componen cafres de nacionalidad española y mayormente de derechas.

 

Habrán observado que algunas televisiones  públicas y privadas obvian decir la nacionalidad de los delincuentes y los maltratadores cuando éstos no son españoles, Como decía la Bombi en el “Un, dos tres” de Chicho Ibáñez Serrador, “¿por qué será?”. Lo “políticamente correcto” de la progresía de izquierdas se impone como una plaga imparable en el universo informativo. Así que con esas premisas, los ahogados de todos los veranos, la sequía y las habituales olas de calor o de frío, ya tenemos completados los telediarios de mañana, tarde y noche. No hay que ser un Pullitzer para dirigir los informativos y para hundir una tele que pagamos todos, ¿verdad, Rosa María Mateo?

 

Acabo de ver un telediario de Antena 3 y me da la impresión de que nos toman por tontos.

 

Dan todo lujo de detalles sobre un “influencer” que ha comparado un matadero de cerdos catalán con el Holocausto judio de los nazis; contemplo a medio centenar de jóvenes semidesnudas acostadas en una plaza de Pamplona para protestar contra los encierros de San Fermín; cuentan que una pareja se ha quedado dormida en un flotador gigante con forma de patito y que ha tenido que ser rescatada en una ría gallega; veo a dos jugadores de waterpolo besándose en la boca para reivindicar el Dia del Orgullo Gay, y cuentan la historia de una señora mayor que ha sido estafada a través de internet por un marinero que le escribía poesías y le pedía dinero para casarse con ella…De verdad, ¿estamos locos o nos hemos vuelto gilipollas?

 

Y es que con esto de las redes sociales la idiotez generalizada está alcanzando cotas insuperables. Ahora no se admira al escritor de éxito, al artista reconocido, al ingeniero o arquitecto que exporta sus obras, al actor que triunfa o al científico que investiga soluciones contra el cáncer. No. Ahora los ejemplos para nuestros jóvenes son Cristiano Ronaldo o Neymar, son los participantes de Gran Hermano o de Supervivientes que no saben que Picasso pinto el Guernika ni el nombre de los cinco continentes. Los tipos ejemplares son los “influencers” o los “instagrames” que salen en su videos haciendo el gilipollas jugándose la vida en lo alto de un rascacielos o publicitando unos modelos de vestuario cada cual más horroroso. Eso es lo que peta y así nos va.

 

Cada día estamos más incapacitados para discernir lo bueno de lo malo y para tener una opinión propia e independiente de lo que te colocan los “mass media”.

 

Decía MacLuham aquello de que “el medio es el mensaje”. Se quedó corto. Yo añadiría que el medio, gracias la red de redes y a la globalización del mensaje, se ha convertido el arma más eficaz que tienen los poderosos para manejar a su antojo a una sociedad cada día más adocenada y hacer lo que ellos desean, Y si esto sigue asi, que tiene toda la pinta de continuar, no doy un duro por mis nietos y las generaciones venideras. El Gran Hermano, no de Jorge Javier Vázquez y Tele 5, sino el del Mundo Feliz de Huxley está cada día más cerca. Todo ello, casi sin darnos cuenta y sin que nadie o casi nadie levante la vox. ¡Uf, qué pena!