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Los retos del socialismo andaluz

Susana interpretaba a un cristalero ambulante que previamente mandaba a un niño para que rompiera los cristales antes de que ella pasara.

 

Un tal Griñán, cuando heredó el poder del socialismo andaluz de manos de Manuel Chaves, ignoraba aquella advertencia borgiana de que el puñal siempre espera la mano del homicida para el que fue creado. No imaginó que por el territorio del PSOE sureño cabalgaba Ricardo III, como si la pluma de Shakespeare  rediviva inventara nuevas felonías, para librarse de cualquier Jorge de Clarence que se interpusiera en la lucha por el poder. El tal Griñán era mucho menos brillante de lo que él pensaba por lo que la jactancia siempre le antecedía. Los ninis baldíos a los que le había entregado el poder orgánico hablaban de él con auténtico desprecio en el edificio de la calle San Vicente, sede del PSOE de Andalucía, donde, Susana Díaz Pacheco, la catequista del Tardón, esperaba, como Ricardo III, que  la desgracia cayera sobre aquellos que, sin saberlo, habían sido condenados por la ambición de Díaz: Viera, Rafael Velasco y un tal Griñán.

Susana Díaz utilizaba la estrategia de Charles Claplin en el film The kid, donde interpretaba a un cristalero ambulante que previamente mandaba a un niño para que rompiera los cristales antes de que él pasara. Ella era la solución porque antes había sido el problema. Prometía arreglar lo que ella había roto. El tal Griñán, tan ciego como pedante, una vez defenestrado, le entrego una lista de libros que le aconsejaba leer, ignorando que a la catequista del Tardón con el catecismo del padre Ripalda y la máxima de Maquiavelo que aconsejaba al príncipe que para conquistar un reino primero había que arruinarlo, le bastaba.

Alfonso Guerra presumía de ganar siempre porque era el que más se acercaba al abismo, la ex presidenta de la Junta alteró la estratagema y esperaba vencer no por ser la que más acercaba al precipicio, sino la que más situaba al partido al borde del vacío para conseguir sus fines, en el brechtiano círculo de tiza caucasiano Díaz nunca soltaba las piernas del niño sin importarle descuartizarlo si su oponente no cedía. De esta forma capitalizó y amplió las capilaridades del poder en Andalucía, una enmohecida red clientelar donde la mayoría de sus integrantes carecía de experiencia en la empresa privada, rotando de cargo en cargo sin dejar de pisar la moqueta del poder durante más de cuatro lustros, como María José Montero o Carmen Calvo o los ninis con un alto nivel de vida sin más talento que estar pegados a las ubres del partido.

El socialismo andaluz se había convertido en un ente sin ideología ni propósitos políticos definidos, con unos cuadros adocenados a los que la lideresa les exigía la devotio ibérica como forma de jerarquización orgánica, inaugurando un período hortera de papanatismo político. El coqueteo con los mandamases del Ibex 35, las patronales, con la derecha, no era una estrategia política sino un deseo patológico de estatus y reconocimiento por parte de los poderes fácticos que le daba a la lideresa una cateta ficción de trascendencia social y política. El corolario de todo ello fue el disparatado asalto a Ferraz. Hoy el socialismo andaluz vive una decadencia inducida por la inanidad conceptual de una política marcada por la ambición de la lideresa que, ahora bunkerizada en el sur, resiste con la vaga ilusión de recuperar el gobierno regional.

El atrincheramiento de Díaz en Andalucía puede ser un remake castizo de la historia de Hiroo Onoda, el soldado japonés que no sabía que Japón se había rendido hacía casi 30 años. Es lo que ocurre en los compartimentos estancos y sus redes clientelares, con sus intereses y objetivos propios, que acaban creando, en lugar de unos liderazgos democráticos cuya existencia no tiene otro fin que dar paso a algo mejor, a actitudes autoritarias, para las cuales el líder es un paradigma y la historia una sucesión de hechos incontrovertibles porque no se permite una argumentación alternativa. Es cuando ciertos gobernantes comienzan a creer que la realidad es tendenciosa, no ellos. Díaz se ha refugiado en esas redes clientelares que han creado una peligrosa impunidad, sobre todo, si el que se atrinchera en ellas convierte al propio Partido Socialista en un juguete para calmar ambiciones personales. Sic transit gloria mundi.

Andalucía necesita más que nunca un socialismo con un proyecto político, económico y social solvente desde una perspectiva progresista y unos liderazgos democráticos. El líder democrático sabe –o debe saber- que al ejercer el poder lo está negociando. Para una mente autoritaria, sin embargo, el líder es un paradigma y la historia una sucesión de hechos incontrovertibles porque no se permite una argumentación alternativa. Para el líder democrático, la historia es una transacción y cada una de sus secuencias constituye un proceso abierto. Volver a los valores y la ideología, que es sabido que no tienen sustitutivos honorables, recuperar el sesgo de emoción en el imaginario colectivo, derogar la distopía  de una derecha demasiado cercana a la tradición de los señores de horca y cuchillo son los retos que debe trazarse un socialismo liberado de un período de cabildeo, deslealtades, política menuda, mediocridad y nominalismo cerril y trasnochado.