Mamografías que no se revisaron. El abandono que mata.
Lo reconocen tarde, cuando ya es imposible medir cuánto dolor, miedo, tiempo y salud se ha perdido. El SAS lo sabía y calló.
Más de dos mil mujeres andaluzas con pruebas dudosas de cáncer de mama jamás fueron avisadas. Un fallo brutal del sistema sanitario que el gobierno autonómico conocía desde hace más de un año. Esto no es un error técnico: es una traición política, institucional y humana.
Eran mamografías con resultados dudosos. Es decir, imágenes que requerían una segunda revisión urgente, pero nunca fueron informadas, nunca las llamaron, nunca las avisaron, nunca supieron que algo iba mal. Hasta ahora. Lo reconocen tarde, cuando ya es imposible medir cuánto dolor, miedo, tiempo y salud se ha perdido. El SAS (Servicio Andaluz de Salud) lo sabía y calló.
No saben cómo salir del atolladero y cada vez que hablan, empezando por el propio presidente Moreno Bonilla, meten la pata un poco más intentando maquillar lo sucedido, minimizarlo. Que en el noventa y ocho por ciento de los casos esas mamografías no eran malignas, argumentan. Eso… de momento, porque veremos si las cifras se detienen aquí. Antes de ser atropellados por datos abrumadores que demostraban que habían sido más de dos mil, dijeron que eran solo tres o cuatro expedientes. Ese fue el mantra de los primeros días, con una Consejera de Salud hablando de manipulación y riéndose en el Parlamento cuando se le dejó en evidencia.
El silencio institucional para las afectadas no ha sido una anécdota, sino una condena. Las provincias donde hay más casos -Sevilla, Cádiz, Málaga- no son pequeños centros sin medios. Estamos hablando del Hospital Virgen del Rocío en Sevilla, del Puerta del Mar en Cádiz, de hospitales con tecnología y personal. No se trata de un fallo puntual, sino de una inexplicable cadena de irresponsabilidades.
El programa de cribado de mama en Andalucía detectó más de ochocientos cánceres en 2023 tras realizar más de 387.000 pruebas. En Almería, solo en 2024, se detectaron 165 casos entre más de 32.000 mamografías. Eso demuestra que el sistema funcionaba. Pero si ahora se olvida revisar los casos dudosos, si no se llama a las mujeres que necesitan seguimiento, algo huele a podrido.
Ahora la Junta promete revisar todas las mamografías de los últimos tres años. Dice que pondrá en marcha “circuitos preferentes” y que llamarán una por una a todas las mujeres afectadas. Pero esas llamadas no devuelven el tiempo. Ni la confianza. La oposición pide dimisiones. Las asociaciones de pacientes están indignadas. La gente, perpleja. Y el Gobierno andaluz, una vez más, reaccionando tarde y mal.
Una mamografía no es una radiografía más. Es un pacto. Un acuerdo implícito entre la ciudadanía y su sanidad pública: “Si algo va mal, te lo diremos a tiempo y te cuidaremos”. Ese pacto se ha roto. Esto no se arregla con parches ni excusas. Aquí hay nombres, responsabilidades, políticas de recorte, prioridades mal gestionadas. Si el Gobierno de Moreno Bonilla invierte millones en propaganda institucional, pero no puede garantizar que una mujer sea avisada de un posible tumor, algo se ha torcido de la peor manera.
Este escándalo no es una tormenta de verano. La pregunta ya no es si dimite la Consejera de Salud. La pregunta es si este modelo de gestión puede continuar así un solo minuto más.