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Maniobras electorales en la oscuridad

No sé lo que va a ocurrir dentro de una semana. Si lo supiera me dedicaría a vender encuestas.

 A una semana escasa de nuestra primera cita anual con las urnas, es evidente que la cosa está que arde. Da la impresión de que el empate entre el llamado “trifachito” y el puzle socionacioetarra que auspicia Sánchez va a dirimirse por un escaso número de votos. De ahí que tanto las encuestas manipuladoras (casi todas lo son) como las redes sociales no paren de lanzar mensajes bastante confusos para atraer el voto hacia unos u otros en una serie de propuestas atribuídas a sesudos politólogos pero escasamente razonadas y bastante ininteligibles para el común de los ciudadanos, que andan cada día más confusos. Valga el ejemplo de la tan cacareada teoría del “uno, mas uno, más uno” en el Senado, ya saben, esa que afirma que hay que repartir los tres senadores entre el PP, Ciudadanos y Vox para lograr una mayoría de derechas en la Cámara Alta que impida que Pedro Sánchez gobierne comodamente si consigue, como auguran la mayoría de los sondeos, revalidar la Presidencia del Gobierno con el apoyo de Podemos, nacionalistas y proetarras.

 

No me pidan que les explique qué es lo mejor, porque, después de analizarlo pormenorizadamente, no acabo de entender esta teoría de Michavila y sigo convencido de que dividir los votos de los tres partidos sólo beneficia al PSOE. Es posible que esa división sea beneficiosa en algunos lugares como Cataluña, pero no lo creo que sea en esta tierra de Maria Santísima, donde el voto socialista hunde sus raíces en lo más profundo de la Andalucía rural. Mucho me temo que aquí y ahora no se van a repetir los resultados de las autonómicas y Sánchez va a obtener un triunfo que le va a ayudar, y mucho, a lograr esa mayoría necesaria para gobernar. Pero que conste que tampoco lo tengo claro. Así que personalmente pienso que lo mejor es votar tanto en el Congreso como en el Senado a la candidatura que cada uno desee y dejarse de falacias electorales que, en el mejor de los casos, no son sino una trampa para confundir aún más a un personal que anda ya bastante desorientado y harto de las coles que cocinan los diversos partidos políticos en contienda.

 

Y si en las redes y los whatsapp pululan docenas de teorías electorales sobre los beneficios y los perjuicios de votar a unos u otros, en conjunto o por separado, ni que decir tiene que los debates electorales planteados hoy y mañana en TVE y Antena 3 van a ser una especie de comedia de enredo, un bodevil, un paripé, un espectáculo de escasa calidad en el que cada uno de los protagonistas nos va a intentar vender una burra que ni ellos mismos se creen. Aunque de mala gana, tendré que fastidiarme y tratar de soportar durante más de una hora al doctor Sánchez, a Casado, a Rivera y a Iglesias para comprobar quién de ellos es el más impresentable. Y mañana, más. Sesión doble como en los antiguos tiempos del matiné con las películas de Cantinflas o de Joselito. Eso sí, con bastantes menos risas, sin pipas ni palomitas y con aseguradas dosis de decepción y aburrimiento. ¡Ah! Y no se crean lo que digan al día siguiente los periódicos sobre quien de ellos ganó el debate. Ya se lo adelanto yo. Según TVE, El País y la SER, Pedro Sánchez; según La Cope, la Trece, el ABC y La Razón, Pablo Casado; según El Mundo, Albert Rivera, y según la Sexta y la Cuatro, Pablo Iglesias…Y según TV3 y La Vanguardia, Oriol Junqueras de ERC y Jordi Sánchez de JporCat, aunque no hayan participado, ¡qué más da!

 

Mi modesta opinión es que en estas elecciones las opciones son sólo dos. Uno tiene que votar al malo o al menos malo, porque bueno, lo que se dice bueno, no hay ningún partido. Y no me cuenten el refrán de que “más vale malo conocido que bueno por conocer” porque el malo conocido (el doctor No del “haz que pase”) se puede trocar en la peor tragedia que puede vivir España en mucho tiempo. Pese a que nos jugamos mucho más de lo que se piensa, lo cierto es que, por una vez y sin que sirva de precedente, Sánchez ha acertado convocando las elecciones generales el 28-A porque, gracias a la fecha, los españoles nos hemos evitado toda una semana de tediosa campaña electoral y la hemos trocado por algo mucho más gratificante como es participar o presenciar los desfiles procesionales de la Semana Santa o irnos unos cuantos días al pueblo, al campo o a la playa para desconectar de estos jartibles que no paran de darte la lata a todas horas.

 

No sé lo que va a ocurrir dentro de una semana. Si lo supiera me dedicaría a vender encuestas. Pero pueden pasar dos cosas: que, tal y como auguran algunos, gane Sánchez (que no el PSOE) y pacte con los que usted y yo sabemos, o que lo que los de la Sexta llaman “el trifachito” consiga la mayoría suficiente para formar Gobierno. Que me perdonen mis contertulios, pero tanto en un caso como en otro me preocupa mucho el futuro de este país llamado España. Aunque, claro está, como he dicha en un párrafo anterior siempre preferiré la opción menos mala al desastre total. Imagino que ustedes ya me entienden, Pase lo que pase el próximo domingo, como decimos por aquí abajo, ¡qué Dios nos coja confesaos!