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No era un maestro, ni un amigo, tampoco un referente

Julio era incontestable en el regate corto, para embaucarte en las más que sanas e inevitables conspiraciones de supervivencia, hibernación o resistencia.

 

Julio era mucho más que todo eso, era la suma de todo  de esto y aquello, consciente de que era sustituible pero irrepetible, se cultivó minuciosamente en el arte de los afectos, de la seducción personal y política, era en sí mismo una propuesta política, que compartía en círculos concéntricos, siendo tal  la dimensión del rigor y el acierto, de cómo convertir las utopías en itinerarios cotidianos de sus elaboraciones, que nos emplazaba a darles categoría política, consciente de que eran incompatibles con la corrupción y la injusticia, lo cual hacia muy abrupto el trayecto.

En su ADN ideológico, solo tenía animadversión a los personajes y a la cultura light, no padeció nunca la enfermedad infantil del izquierdismo , no escribió Vladímir Ilich Lenin, su obra  publicada en mayo de 1920 pensando en Julio, donde atacaba  la estrategia de una parte de los comunistas, miembros de la Tercera Internacional, especialmente camaradas ingleses y alemanes, acusándolos de seguir una desviación ideológica.

Poner en valor la honestidad, la ética, la coherencia, o cualquier epíteto como marcador de que era lo mejor que le pudo pasar a la izquierda del siglo XX, podría parecer una obviedad, algo así como tener que demostrar que la tierra es redonda, lo obligado es señalar como sin Julio, este país no hubiera tenido una izquierda alternativa, una izquierda no subordinada, sin doblegarse ni siquiera para lo útil, él sabía que ese movimiento nos arrastraba, hasta convertirnos en bisagra.

Julio era incontestable en el regate corto, para embaucarte en las más que sanas e inevitables conspiraciones de supervivencia, hibernación o resistencia, frente a cualquier poder interno o externo, pero sobre todo era de pulpitos, de  mirar a la gente y recordarle que se equivocaban mirando el dedo, les abroncaba y les recriminaba que no miraran la luna, recordaba siempre a Lorca y volvía a recitarlo para avisar de los peligros de caer en la tentación, bajaba el tono y pausadamente, y con  gran solemnidad pronunciaba los versos sobre el mundanal ¡Qué blando con las espigas! ¡Qué duro con las espuelas!

 

Su pensamiento era siempre estratégico, el Sorpaso cordobés, la creación de IU, de Convocatoria por Andalucía, la adaptación de Gransci al caso de la España irredenta… con aquellas persistentes frases de «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos», “Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Pero luego venia lo más vulnerable, la táctica no formaba parte de su arsenal, de hecho perdimos batallas aquí y más allá de Despeñaperros, lo que nos hizo más sólidos,  y nos embarcó en el aprendizaje de mantener  intactos los principios, para negociar sobre la base de programa, programa, programa. Su alma  era lo contario a la marginalidad, tenía vocación de Gobierno, cuando fue Alcalde de Córdoba comprobó cómo desde dentro se podían  cambiar las cosas, si no te doblegabas, claro.

Leer estas últimas horas sobre Julio, me recuerda cuando respondía muy serio frente a tanto halago,  “no me queráis tanto y votadme más”, su proyecto no solo era moral, o de valores ético, no solo era político, era profundamente ideológico, como a él le gustaba decir “al pan, pan y al vino, vino”; era comunista ortodoxo y heterodoxo, era de matices en el pincel fino,  de certezas en el la brocha gorda. Tuvo bula para hablar de vez en cuando, y de cuando en vez, mientras su trayecto lo convertían en campo de minas con fuego a discreción, lo sabía,  y se sometió a la consideración de “iluminado”, mientras iba haciendo acopio para todas las contiendas, pagó ese y muchos otros precios, sencillamente por tener y practicar un pensamiento crítico, con focos y en privado, tuvo la suerte de manejar suficiente información no desclasificada, y eso le permitió un endeble blindaje, por eso, por lo que sabía y lo que intuía, era un declarado un prototipo italiano y encaraba el «Pesimismo de la inteligencia, y el optimismo de la voluntad».

 

Y ahora sin él, en un mundo tan cambiante con un planeta víctima de modelos depredadores, unas gentes empobrecidas por la avaricia de un sistema desigual, unas mujeres golpeadas por unas políticas masculinizadas, ahora donde su memoria  no será alterada ¿pero  y sus tesis?.  Él decía que no están autorizadas las interpretaciones  interesadas sobre el verbo, tampoco sobre el suyo. Ahora nos toca seguir, con su ejemplo, pero ampliando horizontes, toca salir de la endogamia, de las luchas de poder y toca en el post Covid 19 hacer realidad su legado, bajo el paraguas de la letra que escribió Carlos Toro, en homenaje a su padre comunista en la cárcel y condenado a muerte, y que hoy es el himno de la gente, en esta canalla pandemia

 

“Cuando pierda todas las partidas

Cuando se me cierren las salidas

Cuando cueste mantenerme en pie

Cuando se rebelen los recuerdos

Y me pongan contra la pared

Resistiré, erguida frente a todo

Me volveré de hierro para endurecer la piel

Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte

Soy como el junco que se dobla,

Pero siempre sigue en pie

Resistiré, resistiré… resistiremos”.

Por ti, por la gente de a pie, resistiremos Julio, siempre, y hasta siempre.