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No estamos locos, sabemos lo que queremos

Y posiblemente fuese el patrón de España, Santiago, quien mediara para evitar el desastre que se nos caía encima.

 

Por más que algunos se empeñen en la aconfesionalidad del Estado español, lo cierto es que esta bendita piel de toro sigue estando protegida por la pléyade de santos que, desde el cielo, velan para evitar que, fieles a nuestra leyenda y a nuestra historia, acabemos rompiendo la baraja y mandando al traste a uno de los paises más envidiados de la tierra. Como afirmaba Otto von Bismarck, “España es el país más fuerte del mundo, los españoles lleva siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido”. Desde luego estamos poniendo empeño en ello y, si alguien no pone pie en pared, es muy posible que lo consigamos en pocos años.

 

Como señalaba, los santos del cielo siguen velando por nustra tierra. Sólo así se entiende lo que ocurrió el pasado jueves en el Congreso de los Diputados. Nadie daba un euro porque el Duo de los Picapiedra, Pedro y Pablo, no sacaran adelante ese supuesto “gobierno de coalición” que, con el apoyo tácito o la abstención de independentistas y proetarras, invistiera a Pedro Sánchez como presidente. Y posiblemente fuese el patrón de España, Santiago, quien mediara para evitar el desastre que se nos caía encima. Era su onomástica y, ese día tan señalado, no podía permitir que sus fieles apadrinados recordaran el 25 de julio como la fecha en que iniciaramos el calvario hacia la autodestrucción del Estado que está bajo su protección. Así no es de extrañar que los votos en contra de la investidura de Sánchez fuesen precisamente 155, un número que nos recuerda a todos la aplicación de un artículo de la Constitución que, con más o menos fortuna, tuvo el respaldo en el Senado de todas las fuerzas constitucionalistas. El patrón de España no da puntada sin hilo.

 

El grito de guerra de los cristianos en la reconquista, “¡Santiago y cierra España!” (un grito a todas luces fascista como diría la vicepresidenta Calvo), se volvió a escuchar en la Cámara de la Carrera de San Jerónimo después de que los promotores de esa especie de nuevo frente popular rompieran las negociaciones por los personalismos insuperables y el macroegoísmo de sus líderes. A uno y a otro España le importa un carajo. Ellos van a lo que van, a amortizar el colchón de la Moncloa, el Falcon y el chalet de Galapagar, que no están las cosas como para volver a dar clases en la Universidad con sueldos de mileuristas.

 

Y pasó lo mejor o lo menos malo que podía pasar, que por segunda vez la casi segura investidura de Sánchez se viera rechazada por la Cámara y el divo de Ferraz, entre cabreado y decepcionado, recogiera velas y atacase sin piedad a quienes habían sido hasta minutos antes sus socios preferentes, a los que pretendía engañar con puestos ministeriales de puro escaparate y con jarrones chinos, no de la dinastía Ming, sino del bazar de la esquina de a un euro la pieza. Lo de pedir la abstención de los grupos de centroderecha no dejaba de ser una broma de mal gusto más propia de Rufián o de Puigdemont que del ególatra candidato socialista.

 

Ahora, mientras los políticos se van de vacaciones pagadas con el dinero de todos los españoles a Doñana, a Mallorca o a la Costa del Sol, después de dos meses sin doblarla, volvemos a la casilla de salida en esta especie de juego de la Oca en el que se ha convertido la política española. El “de oca a oca y tiro porque me toca” se troca ahora en un “de investidura a investidura porque lo exige la coyuntura” o, peor aun, de “elecciones a elecciones porque nos sale de los…negociadores”. Vamos un absoluto disparate. Sinceramente no creo que volvamos a las urnas en el mes de noviembre. Y no lo haremos porque no le interesa ni a Podemos ni a Ciudadanos. Tanto a Sánchez como a Casado es posible que les viniera bien, pero los fontaneros de la Moncloa ya le han avisado al presidente en funciones que la hartura de los españoles con las continuas citas electorales puede provocar una debacle generalizada.

 

Me da la impresión de que Pablo Iglesias y los suyos están dispuestos a sacrificalo todo para evitar las elecciones. Por más declaraciones que hagan Sánchez o Calvo de la ruptura total de lo que la Secta llama la “vía progresista”, ya verán como las pretensiones gobernamentales de Podemos van a ir desinflándose como un globo a lo largo del cálido verano. Al final se contentarán con alguna Subsecretaría, algunas Direcciones Generales y, eso sí, con el control de la RTVE, que para ellos es algo clave para su futuro.

 

Así que ya veremos lo que ocurre en este mes y medio que falta para la segunda investidura. Espero que tanto Santiago como la Virgen del Pilar sigan protegiendo a los españoles mayoritariamente fieles a sus imágenes y advocaciones. Como dice la canción, “Cuando llegue septiembre, todo será maravilloso”. Y que todos tengan en cuenta que, por mal que vayan las cosas, como dice otra copla, los españoles “no estamos locos, sabemos lo que queremos”. Que no se les olvide a ls politicos si no quieren llevarse desagradebles sorpresas.

 

Ramón Fernández Becerra, DEP
Permítanme un recuerdo a un entrañable amigo que se nos ha ido hace pocos días. Ramón Fernández Becerra era, sobre todo, un hombre en el buen sentido de la palabra bueno, un miembro insustituible de la tertulia Ágora Hispalense y un sevillano integral con todo lo que ello conlleva. Amable, ilustrado, buen conversador, defensor acérrimo de las tradiciones y poseedor de esa retranca especial que te hace dudar de cualquier conviccion, el que yo conociera hace ya cuarenta años como jefe del Cuerpo de Bomberos de Sevilla, nunca perdió la fe y la alegría de vivir. Gracias a él entré a formar parte de Ágora Hispalense donde una veintena de tertulianos tratamos de analizar cada mes el rumbo de la política y la sociedad tanto española como andaluza y sevillana. Es éste uno de los muchos favores que le he dejado a deber. Gracias a su saber estar y a su excelente carácter, siempre estará en nuestro recuerdo. Hasta siempre, compañero del alma, compañero.