
Cuenta una leyenda urbana que la frase que encabeza este artículo figura en la tumba del genial Groucho Marx. Y como casi todas estas leyendas que circulan por las redes, es más falsa que los duros de chocolate. En realidad el actor, humorista y escritor norteamericano que falleció en 1977 y que afortunadamente nada tenía que ver con el otro Marx que adoran ahora lo muchachos de Pablo Iglesias, dijo en una entrevista que le gustaría que colocasen ese epitafio sobre su tumba y que lo enterraran encima de Marilyn Monroe, pero no consiguió ni una ni otra cosa. En la lápida de su tumba, en el Eden Memorial Park del cementerio de Mission Hill en Los Ángeles solo figura su nombre y, bajo él, una estrella de David.
Viene todo esto a cuenta de una circunstancia vital que voy a afrontar en los próximos días. Cumplidos ya los 63 años y con 38 de curro a mis espaldas he comenzado a hacer las gestiones pertinentes para jubilarme. Ustedes dirán que lo lógico sería esperar dos años más para alcanzar esa edad mítica de los 65 con la que los españoles de mi generación pueden cobrar la pensión con todas las garantías de la actual ley. Puede que lleven razón, pero hay diversas circunstancias que me han hecho meditar y sopesar esta decisión aunque ello me reporte un recorte significativo de esos 2.640 euros brutos en los que se sitúa actualmente la pensión máxima.
Me da la impresión que lo que hay que hacer cuanto antes es lo de la película de Woody Allen, ya saben aquello de “toma el dinero y corre” porque es posible que en un par de años aquí no quede dinero ni para comprar chuches en las tiendas de los chinos.
El primero de estos hechos es que desde que me despidieron del ABC de Sevilla, hace ahora siete años y pico, mis ingresos han sido oscilantes y relativamente escasos y que desde hace algo más de un año, por causas que no vienen al caso y que tienen bastante que ver con la situación política de Andalucía y sus nuevos dirigentes, estoy sin recibir ingreso alguno, pese a lo cual continúo pagando religiosamente mis mil euros mensuales a la Seguridad Social para que mi base de cotización no se vea reducida a cotas de mera ayuda social. Dado que dos años de cotización me supondrían nada más y nada menos que veinticuatro mil euros del ala he decidido que ya está bueno lo bueno y que más vale cortar cuanto antes por lo sano y tratar de gozar cuanto antes de una jubilación que, al menos yo, considero más que merecida.
Porque es cierta esa frase que dice. “¿Estas aún en la mediana edad? Ánimo. Lo peor está por llegar”. Y es que tal y como están las cosas, con la hucha de las pensiones con más agujeros que un colador, con el paro o los míseros sueldos de nuestros jóvenes y con la amenaza de la llegada al poder de la marxista-leninista coalición de Unidos Podemos y sus pretendidos gastos sociales con pagas y dádivas a todos los necesitados, que en este país cada día somos más, me da la impresión que lo que hay que hacer cuanto antes es lo de la película de Woody Allen, ya saben aquello de “toma el dinero y corre” porque es posible que en un par de años aquí no quede dinero ni para comprar chuches en las tiendas de los chinos.
Visto como está el panorama y hacia dónde nos encaminamos a marchas forzadas tras las elecciones de dentro de un mes, permítanme que remede a Groucho Marx y diga aquello de “perdonen que no me levante”. Decepcionado por una derecha que se ahoga en la ciénaga de las corrupción tras haber olvidado los valores democristianos y centristas que la impulsaron hace cuarenta años, por un socialismo en horas bajas que lleva errático más de una década sin líderes que sepan reconducir una situación cada día más caótica, y por los llamados partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, que lo único que han demostrado es que persiguen los mismos defectos de las fuerzas políticas tradicionales que ya conocíamos, mi posición es la de quedarme tranquilamente tumbado en el sofá y esperar qué es lo que decide este pueblo, al que algunos interesados llaman sabio, y que yo considero, con todas sus consecuencias, bastante cortito con sifón.
Así que permítanme que pase bastante de esta campaña electoral que está a punto de comenzar porque son los mismos perros, con perdón para los canes, con idènticos collares y con similares programas que ya nos vendieron la moto en las elecciones del 20 de diciembre y que volverán a representar la misma comedia seis meses después. Y soy de los que aguantan una sola sesión de películas malas. Otra más, no, por fa.