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RTVE, Canal Sur, Telemadrid, À Punt y TVG: el espejo que delata la doble moral del PP

Canal Sur costará en 2025 nada menos que 177 millones de euros. Hace apenas una década, con los socialistas, superaba los 240 millones.

El PP lleva meses arremetiendo contra RTVE. Hablan de colonización, manipulación, censura. Reclaman ceses fulminantes de colaboradores por una frase o un gesto incómodo. Han convertido en dogma que RTVE es un altavoz del Gobierno. Y al mismo tiempo, exigen austeridad en los gastos de la corporación: ponen el grito en el cielo si un programa se encarece o si la contratación externa se lleva varios cientos de millones.

En 2025, RTVE maneja un presupuesto de unos 1.200 millones de euros. Un gigante, sí, pero con cuentas publicadas y equilibradas. Y con un coste que, dividido entre los 47 millones de españoles, supone poco más de dos euros al mes por persona. El precio de un café o una caña en Madrid por sostener un servicio público de televisión y radio.

La lupa, sin embargo, se vuelve microscópica cuando se trata de la RTVA. Canal Sur costará en 2025 nada menos que 177 millones de euros. Hace apenas una década, con los socialistas, superaba los 240 millones. El PP lo exhibe como recorte ejemplar: menos gasto, dicen. Pero la realidad es tozuda. Los presupuestos se han reducido, sí, pero la pluralidad informativa no ha mejorado, más bien al contrario. Hoy Canal Sur es un espejo deformado en el que el gobierno andaluz se mira a diario para ver lo bien que lo hace.

Las denuncias del Consejo Profesional de Canal Sur son sistemáticas. Hablan de la invisibilidad de la oposición, de noticias críticas con la Junta que quedan en el limbo, de ruedas de prensa emitidas íntegras sin contraste ni contrapunto. Y está el detalle más hiriente para quien aún crea en el debate democrático y en el periodismo: las tertulias. Supuestamente informativas, en realidad son coros afinados. ¿Cuántos nombres podemos recordar de periodistas u opinadores en la RTVA que, sin ser del PSOE -alguno hay aunque no se note- se atrevan a señalar lo que hace mal el PP en la Junta? Apenas uno o dos, a lo sumo, perdidos entre cinco o diez, quince voces que repiten los argumentarios oficiales. Un debate sin debate, una pluralidad de cartón piedra.

Nunca entendí cómo queridos y queridas compañeras de profesión, a los que admiro y respeto por haber compartido con ellos trincheras informativas en la Historia reciente de Andalucía, aceptaron acudir a opinar en la RTVA sobre todo tras comprobar como Moreno Bonilla hizo saltar por los aires, empujado por Vox que le ayudó a gobernar, un pacto consensuado en el Parlamento por todas las fuerzas políticas. El pacto quedó unilateralmente roto por el PP tras la irrupción con galones en la tele de un comisario de Vox, de apellido Zancajo.

Madrid ofrece otra versión de la misma película. Telemadrid necesita rescates de millones para tapar agujeros —4,2 millones en 2024— y destina otros 3,1 millones en 2025 a retransmisiones taurinas, casi tres solo para San Isidro. La aportación pública ronda los 81 millones al año. Los mismos que critican que RTVE gaste en derechos de retransmisión o series, callan cuando sus televisiones autonómicas inyectan millones en la lidia para maquillar la parrilla y hacerla más española, más tradicional.

En Valencia, PP y Vox se apoderan de À Punt, cancelan programas con más audiencia y reconfiguran su consejo a la medida del nuevo Consell. La pluralidad, otra vez, sacrificada en nombre de la gobernabilidad.

Y en Galicia, la TVG que moldeó Feijóo se ha convertido en paradigma. Con 135,7 millones de euros de presupuesto en 2025, casi todo dinero público, acumula denuncias por censura, persecución laboral de periodistas críticos, externalizaciones sospechosas y cientos de ejemplos documentados de manipulación. Los trabajadores llevan más de 300 semanas de protesta con sus “Venres Negros”, una resistencia inédita en Europa contra la falta de pluralismo. El resultado: una televisión que parece diseñada más para blindar al partido que para informar al ciudadano.

El contraste es brutal. Cuando gobierna el PSOE en Madrid, RTVE es colonización. Cuando gobierna el PP en Andalucía, Galicia, Madrid o Valencia, entonces ya no se trata de manipulación sino de “normalidad institucional”. La doble moral es tan evidente que roza el descaro. Se critica con la boca grande lo que se practica con la mano chica. Se exige pluralidad a otros mientras se amordaza la propia televisión. Se clama contra el gasto en Madrid mientras se derrochan millones en Sevilla, Santiago o la Puerta del Sol.

La conclusión es inevitable: el PP no quiere televisiones públicas independientes. Quiere televisiones públicas dóciles. RTVE le molesta porque no controla sus mandos a distancia. Canal Sur, Telemadrid, À Punt y la TVG no molestan porque, con matices, ya funcionan como altavoces oficiales. Y al final, el engaño es doble: pagamos todos y recibimos menos pluralismo, menos periodismo y más propaganda.