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Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

Saulo de Galapagar lleva impreso en su escaso cerebro el sello indeleble del comunismo marxista leninista.

 Se cuenta en la Biblia, concretamente en Los Hechos de los Apóstoles, y se trata de la conversión de San Pablo. Relata que Saulo de Tarso, enemigo acérrimo de los cristiaos, iba a caballo camino de Damasco cuando una luz cegadora lo derribó y oyó una voz que decía “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”…Estos días, en nuestro país se ha vuelto a repetir la histórica conversión protagonizada por Saulo, no de Tarso, sino de Galapagar, quien el pasado domingo, 26 de mayo, se cayó del caballo de sus aspiraciones ministriles gracias al descalabro electoral sufrido por su formación, Unidas Podemos, que perdió de golpe millón y medio de votos en un mes escaso. Estoy seguro que Pablo Catedrales podría haber oído la voz de Amancio Ortega reclamándole justificaciones a esa enconada persecución emprendida por su formación política contra las millonarias y altruistas donaciones a la Sanidad pública del dueño de Zara. Y es que este Saulo redivivo y sus conmilitones la tienen tomada con los empresarios, sobre todo si éstos tienen éxito y han sido capaces de crear miles y miles de empleos sin acudir al dinero público. Es lo que hay. Saulo de Galapagar lleva impreso en su escaso cerebro el sello indeleble del comunismo marxista leninista y no hay quien le haga caer del burro de sus periclitados ideales decimonónicos ya enterrados por la historia.

 

Pero también la voz  que le ha hecho caer del ya citado burro podría ser la del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, quien debe estar hasta la coronilla de que el amigo de Maduro le reclame para él el Ministerio de Trabajo, ¡de Trabajo, manda huevos!. “¡Te quie i ya!”, dicen que pensó Sánchez cuando Saulo Iglesias le pidió entrar a formar parte del nuevo Gobierno en el que, esta vez sí que tiene muchas papeletas, podría entrar como ministra, de Trabajo, faltaría más, la ex presidenta andaluza, Susana Díaz. Experiencia en el asunto del paro, desde luego, tiene una hartá, después de dirigir varios años la comunidad con más desempleados de Europa, entre ellos su marido, y de repartir más a siniestro que a diestro, cientos de millones de euros de los Eres fraudulentos. Objetivamente, esta sería la mejor forma de anular sus constantes maniobras dentro del PSOE andaluz en contra de secretario general de su partido y desactivar así un molesto grano que Sánchez no sabe como extirpar.

 

Estoy seguro que ustedes están ya bastante hartos de escuchar sesudas interpretaciones sobre los resultados que las urnas dieron el pasado domingo.

 

No voy, por lo tanto, a calentarles la cabeza con un análisis que se saben de memoria. Imagino que habrán sacado sus propias conclusiones de lo que para unos ha sido un desastre total y para otros un vasito de alivio que podría paliar algo “lo que están cayendo” en lenguaje tertulianés. Ahora estamos en la sesión de postureo sobre los acuerdos de gobierno que puede durar varias semanas. PSOE, PP, Ciudadanos, Vox y Podemos van a intentar sacar la mayor tajada posible de estos comicios que lo único que han demostrado es que los españoles vuelven poco a poco al denostado bipartidismo, renegando de los extremismos de uno y otro signo. Ya veremos lo que hace Ciudadanos porque como Albert Rivera se equivoque y meta la pata, puede pagarlo caro. De todas formas, ocurra lo que ocurra, digo yo que para ese viaje de ida y vuelta no hacían falta tantas alforjas.

 

Afortunadamente ya ha pasado este sarampión electoral que, al menos a los andaluces, nos ha tenido sumidos en la duda durante la friolera de seis meses. Su Dios quiere, y espero que así lo quiera, no tendremos que volver a acudir a las urnas hasta dentro de un par de años. ¡Qué alivio! Ahora sólo os queda esperar los triles que unos y otros ejecutarán para hacerse con Ayuntamientos y Comunidades obviando cualquier decisión que hayan hecho sus electores. Y, eso sí, volveremos a retomar por enésima vez la tabarra catalanista que parecía olvidada ultimamente. Con Puigdemont y Junqueras como diputados europeos electos, tomen o no posesión de su cargo, regresarán las denuncias internacionales sobre la falta de democracia en España, el escaso respeto a los derechos humanos y la dictadura político judicial que impera en nuestro territorio. Lo estoy viendo venir. Tiempo les está faltando para poner el altavoz independentista en Bruselas o Estrasburgo en contra del “sistema dictatorial español”.

 

Y todo ello pese a que el presidente Sánchez y su colega Batet sigan defendiendo la necesidad del diálogo con los nacionalistas y mantenga sobre su mesa de la Moncloa los posibles indultos a los golpistas.

 

Como ven, más de lo mismo. Como decía Giuseppe Tomasi de Lampedusa en El Gatopardo, “que todo cambie para que todo siga igual”. Pues eso. Que cambien los ayuntamientos, las diputaciones, los gobiernos autonómicos y hasta el Gobierno de la nación, para que todo siga igual, es decir, para que los ciudadanos sigamos pagando más impuestos con los que mantener a miles de profesionales de la política que no han dado en su vida un palo al agua. Menos mal que ya están aquí los caracoles y el tinto de verano y ya se sabe que las penas con gazpacho son menos penas. Que les sea leve queridos lectores.