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Susana en su búnker

PREÁMBULO:

Los días posteriores al Congreso Federal del PSOE que significó la derrota de Susana Díaz y el triunfo de su considerado visceral enemigo, Pedro Sánchez, la dirigente socialista andaluza se ha venido dedicando a ensamblar su resistencia, tapando agujeros y montando una defensa bunkeriana a su alrededor frente a un «pedrismo» que observa como potencialmente amenazante para sus intereses. Para ello está empleando el arma que mejor maneja: La Junta de Andalucía.

Entre los boquetes que hasta ahora ha encubierto instrumentalizando la administración autonómica, figura la enésima crisis surgida en el grupo de ediles socialistas en el ayuntamiento de Málaga. Ha empleado la misma máxima Vaticana para los que han demostrado sobradamente que no sirven, consistente en darles la patada hacia arriba cambiándolos de parroquia con destino a Roma.

Se ha tratado de aplicárselo a uno de los dos mediocres bandos que han estado dedicados en su diócesis en vez de hacer oposición al PP a la pelea personal para aspirar a sustituir en los próximos comicios locales del 2019 a la dimitida cabeza de lista, María Gámez, protagonista por tirar la toalla al año siguiente de la anterior cita electoral. Estas díscolas munícipes, tan “susanistas” como sus contrincantes, han sido removidas, no con rumbo a sus domicilios particulares para que descansen en paz sino con destino a ocupar altos cargos de la Junta en Sevilla y en Málaga, que por cierto también fueron ciudades romanas.

 

 

 

Hasta hace algún tiempo, los politólogos hablaban de aquella casta en la cosa pública que en la simulación de sus insuficiencias solía responder a unas mismas pautas de comportamientos. Aterrizaban en un cargo poniendo a parir la gestión anterior y quejándose de la herencia recibida. De esta forma, suplían las carencias de proyectos y soluciones. A mitad de mandato, se inventaban una reestructuración con cambio de organigrama. Servía para volver a ser noticia y hacer valer que siguieran mandando. Y como consecuencia de que su labor continuaba haciendo aguas por todas partes, la tercera iniciativa ya no era propia sino que acontecía externamente con la llegada del cese o la derrota electoral.

Así vino ocurriendo en la historiografía contemporánea hasta que llegaron los Ni-Ni del PSOE andaluz -objeto central de este retrato- con sus innovaciones. Descubrieron que no se trataba tanto de exponerse ante el espejo público de la sociedad en sus respectivas parcelas territoriales, como por el contrario sumergirse a nivel interno para pasar lo más desapercibido posible. También sus impresentables biografías laborales lo propiciaban. Era el liderazgo con fidelidad ciega lo único que debía trascender para lo que, en incesantes huidas zigzagueantes hacia adelante, se autoprovocaban periódicas y engañosas crisis internas con peones secundarios que eran reubicados de cara a salir reforzados.

Pero, para lograr tal objetivo, era fundamental que previamente hubieran purgado del terreno de juego la presencia de personas urgidas por el mérito y la capacidad. A fin de cuentas, la política es el único oficio donde no se exige nada para su acceso. La legislación electoral para más inri favorece el anonimato de los cargos de representación a favor de la marca gracias al sistema de listas cerradas.

Además, otra novedad introducida es que había que ser especialista en la conspiración, y, en caso de previsiones adversas, saber adelantarse en el tiempo montando gestoras así como apañar congresos. Es lo que aseguraba a estos profesionales de la política para toda la vida que permanecieran sine die alimentándose de la teta de lo público hasta la llegada con el paso del tiempo de sus respectivas jubilaciones.

 

Así vino ocurriendo en la historiografía contemporánea hasta que llegaron los Ni-Ni del PSOE andaluz -objeto central de este retrato- con sus innovaciones.

 

No obstante, para asegurarse ese largo recorrido, antes también habían tenido que hacer posible la reconversión del partido en un sindicato para el empleo público, de cara a llenarlo de dependientes económicos que a su vez montaran redes clientelares. Con idéntica estratagema, la fusión de la administración pública con la organización política sería fundamental, bajo una hiper-unicefalia todopoderosa, al objeto de aparentar que el interés general de la ciudadanía era lo mismo que el privado de unos cuantos socialistos.

En este sentido, ya avanzado el nuevo milenio, se fue construyendo el PSOE del demérito y la incapacidad  Partido que no hubo de cambiar de nombre sino que siguió llamándose obrero, a pesar de que muchos de sus vocacionales y eternos dirigentes, procedentes del fracaso electoral con asiento en el coche oficial, no habían cotizado ni un solo día como trabajador manual o profesional. Les bastó militar en la rama juvenil del socialismo desde su más tierna adolescencia. A diferencia pues del resto de su generación, nunca conocieron el paro o la precariedad laboral. A la vez y a la larga, no les repelía que acabaran convirtiéndose en patéticos tapones, obligados al inmovilismo para imposibilitar el cambio, la regeneración y la renovación de ellos mismos así como de sus anquilosadas estructuras edificadas bajo el lema subcultural más reiterado: ¿y de lo mío, qué?

En este tétrico escenario, lógicamente no cabía la máxima democrática de la discrepancia o el debate ideológico, solo el matadero como destino merecido para quienes eran sospechosos de que por su superior talla pudiera llegar el día, producto de la selección natural y darwiniana de las especies, de sus relevos o de sentir amenazados sus sillones.

Esta es la versión pura del modelo que el susanismo ha implantado en Andalucía, o el heredianismo en Málaga, y extrapólese de igual manera a las demás provincias de Despeñaperros para abajo.

Lo anterior, explica sobradamente cuanto viene sucediendo por estos lares sureños, e igualmente lo que se pretendió expandir como plaga bíblica al resto de España con el Golpe del 1 de octubre del 2016 y el ulterior trabajo de Atila, perdón Mario Jiménez, realizado desde la ilegal e ilegítima Gestora.

 

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Estefanía Martín Palop, a espaldas, observando la batalla de Susana Díaz contra Pedro Sánchez, que de trabajadora social con contratos temporales en ayuntamientos, tras su afiliación socialista pasó a ser jefa de Gabinete del Subdelegado provincial del Gobierno en la etapa de Zapatero, de ahí a directora provincial del Instituto de la Mujer, a miembro de la ejecutiva federal del PSOE en la primera etapa de Pedro Sánchez, a edil derrotada en las municipales de Málaga capital, a dimisionaria para propugnar la caída de Sánchez, a, recientemente como premio y apartarla de la pelea en la Corporación malagueña, ser nombrada Directora General de Evaluación, Control y Calidad de la Junta de Andalucía.

 

 

Esta es la versión pura del modelo que el susanismo ha implantado en Andalucía, o el heredianismo en Málaga, y extrapólese de igual manera a las demás provincias de Despeñaperros para abajo.

 

Derrotada esa estrategia por la sublevación de la militancia socialista de base, que nadie se llame a engaño con que esa patología haya desaparecido. Ni mucho menos. Entre otras cuestiones porque estos policastros no tienen otra opción de vida. Simplemente ha ocurrido un cierto repliegue porque se sienten lógicamente más debilitados, pero solo temporalmente. Que nadie entienda que los susanistas derrotados están quietos tras el triunfo de Pedro Sánchez, al que no hay que olvidar que ha sido llevado en volandas para su resurrección, tras un complicado proceso de embarazo de nueve meses con feliz alumbramiento final en su reentrada en Ferraz, por la afiliación no dependiente, asqueada de prácticas mafiosas que permitieron entre otras cuestiones la continuidad de Rajoy, que realizó un generoso y noble acto de servicio in extremis para la no desaparición del PSOE.

Así, Susana Díaz, la misma madrugada de auto congresual que entendió dirigido contra su orgullo, en el bar de copas adonde llevó a su clientela dependiente y favorita, sacándola del cónclave federal para que no se contaminara por los nuevos aires emanados del pedrismo, lo manifestó de manera nítida a lo largo de su arenga: prietas las filas. Después lo ha hecho saber con más detalles a sus allegados más directos.

Covadonga para su reconquista del PSOE, no pasa esta vez por las grutas asturianas del amortizado Javier Fernández, sino que se inicia ya desde el Palacio de San Telmo de Sevilla, sede gubernamental de la Junta. Solo hay que esperar, para que tenga celeridad, a los errores que cometa su innombrable Pedro Sánchez. Pero esa espera no tiene por qué ser pasiva, como la breva que al madurar cae irremediablemente del árbol con destino a reventarse, estrellándose en el suelo firme. Es lo que les ha transmitido.

Y se ha puesto mano a la obra para dar ejemplo, luz y faro. A ello responde esa activa obstinación de la lideresa para mantener al PSOE-A encerrado bajo su puño, condición sine qua non para ulteriores metas. Es a lo que se viene dedicando desde que finalizó el susodicho Congreso Federal con más descaro si cabe. Cada martes en que tiene lugar su Consejo de Gobierno, muestra bien a las claras su patita de conjura, bien con el reajuste gubernativo que inmediatamente llevó a cabo en su equipo, o con la política de ulteriores nombramientos en clave partidista, plenos de potenciales peones para ir ocupando parcelas interesadas o directamente designando a liberados orgánicos, como altos cargos de la Junta de Andalucía.

 

Que nadie entienda que los susanistas derrotados están quietos tras el triunfo de Pedro Sánchez, al que no hay que olvidar que ha sido llevado en volandas para su resurrección.

 

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Algunos representantes del endogámico sindicato del empleo público del PSOE de Málaga y perdedores electorales. De izquierda a derecha: Francisco Vargas, quemado en su etapa en la alcaldía en el municipio de Pizarra, hoy parlamentario autonómico. Patricia Alba, perdedora de dos elecciones municipales en Alhaurín de la Torre y elevada a delegada provincial de Educación de la Junta y esposa de Javier Carnero que viene a continuación, flamante Consejero de Empleo y perdedor de dos mociones de censura que le llevaron en dos legislaturas a perder la alcaldía de Benalmádena. Marisa Bustinduy, perdedora de dos elecciones municipales en Málaga capital y secretaria general del PSOE provincial que antes de ser defenestrada por Manuel Chaves debido a su incompetencia que llevaba a la ruina el voto socialista se pronunció para que Miguel Ángel Heredia fuera su sucesor. Desde el 2008 en que dio la espantada como portavoz municipal socialista en el ayuntamiento de Málaga, fue elevada a parlamentaria andaluza hasta el día de hoy. Y Pilar Serrano, especialista en presidir gestoras tras las disoluciones de las Agrupaciones socialistas de Ojén, Ronda y Alhaurín el Grande. Actualmente, recién nombrada viceconsejera de Empleo.

 

El caso de Málaga es clamoroso. Aquí se visualiza, como en pocos sitios, esa correa de transmisión en que tiene secuestrada la administración autónoma como instrumento de financiación, caja de resistencia gratis a costa del erario público autonómico, para sus batallas sectarias y ambiciones personales. También elocuente sus consecuencias políticas, ayudado por el trabajo destructor que con anterioridad a su llegada a la presidencia de la Junta ya habían venido realizando los suyos: El voto socialista que hizo situar a esta circunscripción provincial como la primera de España en porcentaje de papeletas en las urnas con el puño y la rosa, ha llegado a ser en la actualidad la última de Andalucía.

Menos importa que el deterioro alarmante de la gestión pública y administrativa de la Junta vaya a más por cada día que pasa. Al fin de cuentas: ¿qué sabe Susana de eso? Tampoco es su prioridad.

En 2019, sí no hay contratiempos por medio, la ciudadanía andaluza será la que nuevamente juzgue la labor de tan genuina lideresa. En 2015 cosechó un aciago resultado electoral, el peor de la historia del PSOE-A, pero la fortuna de los equilibrios surgidos permitió que fuese suficiente la votación obtenida para poder acordar con la derecha naranja seguir presidiendo un gobierno monocolor. Ese peor resultado de la cronología del PSOE-A, es el único que ha recogido hasta ahora. Lo enarbola impúdicamente a todas horas para a la inversa de lo que sucedió autoadjudicarse la vitola de ‘ganadora’.

Hoy en día, el sentir de la calle, lo que se pulsa en los ambientes divorciados del endogámico círculo cerrado en que se hallan instalados los parasitarios cargos orgánicos e institucionales actuales del PSOE-A, no hace presagiar nada bueno para el futuro de la excatequista. Lamentablemente tampoco para la izquierda andaluza que aparece achicharrada por la incompetencia realmente existente y generalizada.

Susana Díaz, a fecha de hoy, es una apuesta perdedora, y si el pedrismo triunfador abriese totalmente los ojos, aún entendiendo la complejidad interna en la que se halla aún envuelto en este instante, se percataría de que el futuro de Andalucía ya no le pertenece. Pero ese porvenir, o pasa por la izquierda o no será positivo para la mayor parte de la población andaluza en el caso de que fuera presidido por el pepero, Moreno Bonilla, con el apoyo adicional de la veleta naranja. Y toda pérdida de tiempo solo conduce a lo mismo que recientemente ha sucedido en el socialismo francés, como antes en el griego, austriaco u holandés.

Concluyendo: ¿Qué ha hecho la izquierda sociológica andaluza para merecer esto? En la misma dirección: ¿Qué mal de ojo le han echado al socialismo malacitano en el Ayuntamiento de Málaga para que cada dos años tenga que empezar de nuevo, y cada vez bajo un liderazgo más mediocre que el anterior, como si se tratara de justificar ante los cuatro puntos cardinales que el PP lleva veintidós años gobernando de manera interrumpida la capital, en tanto su ciudadanía de forma mayoritaria se sitúa teóricamente en el segmento de la izquierda?

That is the question.

 

*Ignacio Trillo es Funcionario, activista político y articulista.

@ignaciotrillo