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Vaselina para cargarse el Estado de Derecho

Iván Redondo y sus equipos son meros mercenarios que ejecutan, con más o menos fortuna, las directrices del jefe Sánchez.

 

No seamos incautos. Todo se está desarrollando, paso a paso, bajo un plan establecido hace tiempo. Iván Redondo y sus equipos son meros mercenarios que ejecutan, con más o menos fortuna, las directrices del jefe Sánchez. A ellos, que en su momento sirvieron a diversos partidos distintos al socialista, les da igual ocho que ochenta, se la trae el fresco el futuro de España. Van a lo que van, a ganar dinero y labrarse un futuro sin problemas, posiblemente lejos el país. Son como Rambo pero sin la más mínima ideología o decencia. Como el soldado a sueldo que combate en Irak o en el Congo, los fontaneros de Redondo diseñan minuciosamente sus estrategias para llevar a cabo el plan preestablecido por Sánchez e Iglesias. Y, qué quieren que les diga, el plan le está saliendo, valga la redundancia, redondo, a pedir de boca.

 

Hay quien defiende que todo lo que está ocurriendo en política desde la llegada al poder de Pedro Sánchez y su acuerdo de Gobierno con Unidas Podemas se debe a las presiones que Iglesias y los suyos ejercen sobre el presidente, que Sánchez está cogido por donde ustedes suponen y obedece a rajatabla las órdenes del vicepresidente del moño. Nada más lejos de la realidad. Ambos están en lo mismo. Su plan, con mayores o menores dosis de violencia, es similar y se centra en desmantelar el Estado de Derecho que los españoles refrendamos casi por unanimidad hace casi medio siglo, la Monarquía Parlamentaria, y sustituirlo por lo que ellos denominan una República federal y progresista, muy similar a la de Maduro, o Evo, en la que los controles al Ejecutivo por parte del Legislativo, el Judicial o el mediático desaparezcan por arte de magia dando paso a una dictadura pseudodemocrática para hacer efectiva aquella máxima del despotismo ilustrado que afirmaba: “Todo por el pueblo, pero sin el pueblo”.

 

Naturalmente no pueden cargarse todas las instituciones de un plumazo como ellos quisieran. Las instituciones europeas no lo consentirías. No pueden cambiar la Constitución sin saltarse las leyes, no pueden cargarse la Monarquía sin el aval de un referéndum, no pueden reformar el Parlamento o el Poder Judicial a su antojo, no pueden controlar todos los medios de comunicación para que alaben sus decisiones, no pueden…o sí pueden, porque como saben que podrían no ganar una consulta al pueblo español para que refrendara sus proyectos, han decidido hacerlo poco a poco, reformando artículos de la Constitución, como quitar el castellano de lengua vehícular en la enseñanza, por la vía  del decreto ley que es más fácil y cómoda para cualquier dictador. A este método le llamo yo el “cambio por vaselina”. Un tipo de cambio que se va introduciendo poco a poco en todo el entramado social, casi sin darnos cuenta, y que consigue que vayamos asumiendo recortes de libertades y derechos como si fuesen regalos gubernamentales, tipo paguita de salario mínimo de subsistencia. Y, encima, son muchos los que están agradecidos . ¡¡¡Qué buenas son las hermanas ursulinas, qué buenas son que nos llevan de excursión!!!

 

Sólo basta echar un vistazo a las leyes que ha aprobado el Gobierno de Sánchez en estos diez meses para comprobar cómo se están cargando las instituciones que los españoles nos dimos tras la muerte de Franco, desde la Monarquía al Poder Judicial, desde el Ejército a los trabajadores autónomos, desde la enseñanza a la libertad de mercado, desde la religión a la iniciativa empresarial, desde la lengua (un idioma que hablan en el mundo 400 millones de personas) a los personajes históricos como Colón, Carlos I o Isabel la Católica, de los que deberíamos estar orgullosos. Nada queda fuera de su continua loción de vaselina aplicada a un pueblo por cuyas tragaderas parece caberle el Juan Sebastián Elcano con las velas desplegadas.

 

Y es que están en todo. Como diría Bertolucci, nada queda fuera de su estrategia de la araña. La tupida red de control la están tejiendo minuciosamente para ir desmontando el sistema de la transición. Y la puta pandemia del coronavirus no ha hecho sino ayudarles tendiendo una sombra de miedo colectivo que les viene ni que de perlas para conseguir sus objetivos. El Estado de Alarma, que no es sino una excusa ideal para evitar los controles, se salta las debidas aprobaciones que tendría que darle el Congreso al Gobierno y, con el apoyo de los socios independentistas y proetarras. Se amplía hasta sesis meses sin que Sánchez tenga que hacer acto de presencia en la Cámara de representantes para dar explicaciones. Así se las ponían a Fernando VII, un nefasto dirigente al que nada tiene que envidiar Sánchez dadas las consecuencias de su mandato. Si “El Deseado” se cargó de un plumazo vioento la Constitución de 1812, éste “indeseado” va camino de desmantelar con vaselina la Constitución del 78 sin que nadie le rechiste. De seguir así, en unos cuantos años todos los españoles gozaremos de una República Federal y nuestro himno cantará aquello tan conocido de Carlos Puebla y Los Tradicionales, “Se acabó la diversión, llegó Pedro Sánchez y mandó callar” o aquella otra de “va-se-li-na, me gusta la va-se-li-na” en plan reggeton.

 

P.D.-Ruego a mis lectores que excusen la ausencia de casi un mes en esta página. Queden tranquilos que me encuentro perfectamente bien y que el maldito virus (toco madera) no me ha afectado.

Lo que ha ocurrido, simplemente, es que, como les pasará a la mayoría de ustedes, me encuentro hastiado, harto de soportar a unos políicos incompetentes que están arruinando el país mientras se llenan sus bolsillos y a los que parece traérsela al fresco que los hospitales vuelvan a estar saturados, las UVIs repletas, las residencia de ancianos convertidas en morgues y los cementerios atiborrados de víctimas de españoles mayores que no han hecho otra cosa que seguir al pie de la letra las instrucciones y órdenes, casi siempre contradictorias, que les daban una caterva de ineptos que se hacían pasar por expertos.

Es lo que hay.