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¿Volverán las oscuras golondrinas?

A mí que el Gobierno de Sánchez e Iglesias va a volver a hacer la vista gorda con el colectivo LGTBI, permitiéndoles lo que haga falta.

 

 Tras más de cien días de estado de alarma en el que el Gobierno de Sánchez e Iglesias ha conculcado todos nuestros derechos de expresión, reunión, manifestación y bastantes libertades individuales en pro del interés colectivo sanitario, volvemos a lo que ellos llaman “nueva normalidad” que no es otra cosa que una espada de Damocles pendiente de nuestras cabezas que caerá sobre nosotros cuando más les interese. Así que en esas estamos, pendientes de que botellonas, fiestas, saraos y todas las juergas colectivas a las que tan aficionados somos, no vuelvan a llevarnos de la mano a otro confinamiento gracias a los rebrotes del coronavirus. Unos rebrotes que los expertos ya daban por seguros, sobre todo conociéndonos como nos conocemos y somos, verdaderos maestros en olvidar el pasado aunque sea reciente y afrontar el futuro como si nada hubiera ocurrido.

 

Las imágenes que diariamente emiten las televisiones sobre fiestas multitudinarias y aglomeraciones de jóvenes sin mascarillas compartiendo litronas son un ejemplo de lo que no se debería hacer y se está haciendo cada día más impunemente. Claro que, después de que el Gobierno se haya centrado estos últimos cien días en publicitar sólo los aplausos balconeros, los agradecimientos a los sanitarios, las salidas de las UCIs y lo bien que nos hemos portado, no me extraña que muchos crean que todo ha sido un mal sueño sin mayor importancia. Otra cosa hubiera sido que las teles de la cuerda nos hubieran bombardeado estos cuatro meses con imágenes de féretros agolpados en palacios de hielo, con entierros sin familiares, con enfermos ahogándose en los hospitales o con ancianos muertos en sus camas de las residencias. Quizás entonces nos hubiésemos concienciado de lo que ha supuesto esta trágica pandemia que tardará aún muchos meses en abandonarnos hasta que alguien encuentre una vacuna efectiva contra el Covid 19. Cuarenta mil muertos son muchos muertos, demasiados, para que aquí todo el mundo se vaya de rositas y sigan colgándose medallas por haber “salvado” de la muerte (Sánchez dixit) a casi medio millón de españoles. A esa frase, en lenguaje popular, se le llama trola y a su autor habría que calificarlo de tener poquísima vergüenza.

 

Dentro de pocos días, el 28 de junio, se celebra el Dia Internacional del Orgullo LGTBI+, ya saben la fecha señalada para las cabalgatas y las celebraciones con la bandera arco iris y los excesos teatreros de gays, lesbianas, transexuales y ese largo etcétera que va sumando letras a las siglas identificatorias hasta completar todo un abecedario de orientaciones sexuales. Después de que se hayan producido una veintena de rebrotes en todas las comunidades, esperemos que no ocurra algo similar a lo ocurrido el pasado 8 de marzo, cuando, en plena escalada del virus, el Gobierno, sabiendo lo que ya sabía desde un mes antes, permitió masivas manifestaciones en todas las ciudades de España para celebrar el Día de la Mujer, manifestaciones que, digan lo que digan, provocaron un espectacular repunte de contagios, sobre todo en Madrid y, por ende, en todo el territorio nacional. Si alguien de este Gobierno tuviera dos dedos de frente, algo que pongo en duda tras escuchar las habituales declaraciones de ministras, ministros y otras gentes de mal vivir, se tomarían las medidas necesarias para prohibir concentraciones festivas en Chueca y sus alrededores. Pero me da a mí que el Gobierno de Sánchez e Iglesias va a volver a hacer la vista gorda con el colectivo LGTBI+, permitiéndoles lo que haga falta no sea que los tachen de conservadores y retrógrados como son los fascistas del PP y de VOX. Después, si hay rebrote, ya se ocuparán los medios de comunicación de echarle la culpa a la oposición o a los gobiernos regionales no socialistas. Ya lo decía Gustavo Adolfo Bécquer, “volverán las oscuras golondrinas…”

 

Como estará la cosa, que hasta la mismísima “princesa del pueblo”, Belén Esteban, se ha hartado de la consigna del “si bwana” en las teles de la cuerda y ha saltado contra el Gobierno ante el supino cabreo del JJ Vázquez que no entendía como en pleno directo alguien se atreviera a contradecirle y a criticar a al Ejecutivo socialcomunista que le mantiene. Evidentemente el conductor de “Sálvame” puso de manifiesto su verdadero carácter dictatorial, propio de regímenes escasamente democráticos, al ordenarle que “no le iba a consentir” que siguiera culpando al Gobierno de los monumentales errores cometidos durante la pandemia. Nada que no supiéramos ya.

 

Esa ha sido la anécdota de la última semana del estado de alarma, adobada, eso sí, por los twist del Ministerio de Igual-da, atribuyendo a Franco las murallas de Ávila, o el de Adriana Lastra situando también en Ávila el acueducto de Segovia. Hay que ver la fijación que estas muchachas tienen con esta provincia castellano-leonesa. ¿Tendrá algo que ver que el iniciador de la transición hacia la democracia, tan vilipendiada por las de Unidas-podemas, naciese en un pueblo abulense? El caso es que nos estamos contagiando de una idiotez tan pandémica como el coronavirus. Que los americanos, uno de los pueblos más incultos de la sociedad desarrollada, se dediquen a tirar estatuas de Colón, Fray Junípero Serra o Cervantes en protesta por la marginación racial como si fueran los talibanes afganos, es comprensible dada la generalizada idiotez del personal yanqui que desconoce no sólo a estos personajes universales, sino incluso a sus propios referentes históricos, pero lo que llama la atención es que, aquí, en España, haya quien se haga eco de las mismas fobias y pretenda derribar el Colón de Las Ramblas. De seguir así no nos va a quedar ni un solo monumento que enseñarle a los turistas americanos que vienen a España a visitar la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla o las ruinas de Itálica, todos ellos, restos de civilizaciones que masacraron a sus enemigos y capturaban esclavos para venderlos en el mercado. Aunque eso es historia, algo sobre lo que las ministras de Unidas-Podemos no saben mucho ni pretenden saber. Total, eso es el pasado retrógrado y para lo que sirve…