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Y Pedro le vio las orejas al lobo

Me temo que el lobo que tanto anunciaba Pedro en su cuento, ha acabado por aparecer comiéndose al PSOE y Sánchez no va a tener más remedio que liarse la manta a la cabeza y convocar elecciones generales.

 

He de confesar que la vicepresidenta Carmen Calvo me da bastante pena. A la pobrecita mía, que desde luego nunca ha sido demasiado espabilada, le está tocando hacer un papel en este Gobierno que no se lo desearía ni a mi peor enemigo.

Siempre le toca explicar lo inexplicable de las decisiones de Sánchez y, como decía Rafael Gómez Ortega, El Gallo, “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”.

En los últimos días, el papelón de Calvo ha sido merecedor no de un Goya, si no del Oscar a la mejor interpretación femenina.

Primero, intentando justificar la figura del “relator”, ese ignoto personaje surgido de la calenturienta mente de Sánchez en sus sueños de grandeza y que era clave para desbloquear los supuestos acuerdos entre el Gobierno y los independentistas catalanes y abrir una vía para que éstos apoyaran los presupuestos de Sánchez, que era, al fin y al cabo, lo único que de verdad le interesaba al presidente para seguir un año más en la Moncloa. 

Visto que lo del “relator” era un cuento que no convencía a nadie y que amenazaba con dinamitar el seno del propio partido socialista, a Calvo le cayó un “marrón” aún más grande, comunicarle a los españoles que el Ejecutivo se levantaba de esa extraña mesa de negociación porque los secesionistas pedían un referéndum para la independencia de Cataluña. Acabáramos.

Para ese viaje no hacían falta tantas alforjas.

Por más diálogo que hayan vendido unos y otros, al final se ha comprobado que dos no pueden hablar si uno de ellos es sordo. Nada nuevo bajo el sol de este invierno. Estamos en el mismo punto que hace tres años cuando Rajoy se negaba a sentarse con el Gobierno de la Generalitat bajo estas mismas premisas.

Lo que ahora pide Torra es lo mismo que pedían hace años Mas o Puigdemont, un referéndum de autodeterminación que proclamese la república independiente de Cataluña ¿Qué había cambiado en estos últimos meses? Simplemente que Mariano Rajoy no necesitaba entonces el apoyo de los independentistas para seguir gobernando, y a Pedro Sánchez le son imprescindibles estos votos para mantenerse en el poder, que es su única obsesión.

Uno aplicó el artículo 155 con mayor o menor fortuna, y el otro se ha visto obligado a bajarse los pantalones sin ninguna contrapartida a cambio.

Pedro (Sánchez) le ha visto las orejas al lobo de su caída en desgracia y se le han caído de golpe todos los palos de su inestable sombrajo. El chantaje de los independentistas ha dado resultado, como era de prever y el mantra del miedo a la derecha fascista no sólo no ha funcionado, sino que ha provocado que millones de españoles, hartos de ser el juguete roto de unos partidos que pretenden acabar con la unidad de España, han decidido apostar por nuevas fuerzas políticas que acaben de una vez por todas con una situación cada día más insostenible.

El auge de las derechas, sobre todo con la incorporación de Vox, parece imparable y buena culpa de ello la tienen tanto el PSOE como el PP, por sus políticas de chalaneo con los secesionistas. Que se lo pregunten, si no, a Susana Díaz que ha recibido en su trasero la patada que los andaluces le han querido dar a su jefe de filas.

A todo esto no acabo de entender la distinta medida con que unos y otros valoran cualquier manifestación ciudadana.

Hace tan solo unas semanas, el PSOE movilizó y puso a su disposición autobuses a miles de andaluces para que fuesen a manifestarse a las puertas del antiguo Hospital de las Cinco Llagas en protesta por los resultados electorales que le había dado el triunfo a la derecha y desbancado al PSOE de su virreinato vitalicio de 40 años en Andalucía. Aquello, según vendieron muchos progres de pacotilla, era libertad de expresión de la ciudadanía contra el fascismo, aunque los autobuses los pagáramos todos con fondos públicos de los ayuntamientos.

Ahora, lo que algunos llaman el “trifascito” del PP, Ciudadanos y Vox, propone una masiva manifestación en la madrileña Plaza de Colón sin símbolos partidistas y con sólo banderas españolas para pedir elecciones ya, y resulta que eso es “guerracivilismo”, fascismo y un exacerbado ataque a las instituciones democráticas.

Y las redes sociales se llenan de mensajes de “yo voy” y “yo no voy” en una dicotómica manipulación mediática para fomentar el enfrentamiento entre las dos españas. Lo de siempre.

Al contrario de la dictadura, cuando Fraga decía aquello de “la calle es mía”, ahora, Podemos y los partidos de izquierda se han hecho dueños de las calles y sólo ellos tienen el monopolio de las manifestaciones. ¡Pues qué bien!.

Corren tiempos preocupantes.

Tal y como se están poniendo las cosas, mucho me temo que el lobo que tanto anunciaba Pedro en su cuento, ha acabado por aparecer comiéndose al PSOE y Sánchez no va a tener más remedio que liarse la manta a la cabeza y convocar elecciones generales que, si nadie lo remedia, van a ganar el bloque de las derechas por la pura incompetencia de un personaje psicótico y enfermo de egocentrismo que, y ya es asombroso, ha hecho bueno a sus antecesores en el cargo, incluído Rodríguez Zapatero.

Eso sí, Pedro Sánchez ya se está buscando el futuro como novelista de ficción y de ahí su libro autobiográfico “Manual de resistencia”, que acaba de salir. ¡Ánimo, Pedro, ahora por el Premio Planeta!

Sólo queda esperar la fecha de la convocatoria. Y a nadie le extrañe que el próximo 26 de mayo los españoles nos enfrentemos a un superdomingo electoral parecido a los americanos con Generales, Autonómicas, Municipales y Europeas en una especie de supermercado de urnas y papeletas en las que deberemos de decidir el futuro inmediato de este país llamado España. El que avisa no es traidor. Y que Dios nos coja confesados.