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Cinco razones para un pacto entre PP-PSOE

Daniel Gutierrez Marin
Daniel G. Marín

Pensaba que en un hipotético escenario como el resultado del pasado 20-D, los partidos tendrían claro cómo solucionar la papeleta. Sin embargo, parece que ni ciudadanos de a pie ni líderes políticos terminan de vislumbrar un resolución positiva. Más allá de las que se han esgrimido, aquí van cinco razones por las que los socialistas deberían pactar con los peperos para facilitar la gobernabilidad, como mínimo, de los próximos dos años. Sin preámbulos:

Proyecto europeísta. El Partido Socialista y el Partido Popular han pilotado este país durante treinta y cinco años con resultados desiguales aunque constantes y estables. Entre los éxitos alcanzados durante estos siete lustros es la construcción de una España europea, un estado integrado dentro de la Unión Europea que se ha homologado a las grandes potencias mundiales. ¿Estamos haciendo política en serio o nos dejamos llevar por las emociones del momento? Podemos no tiene un proyecto europeísta: son declaradamente antiglobalización, están posicionados contra las estructuras europeas y solo concurrieron a las elecciones europeas de 2014 para alcanzar visibilidad. Hacer política de verdad implica aceptar las reglas del juego –aunque no nos gusten- para mantener el consenso, a menos que los españoles deseemos ser un país incómodo para la comunidad internacional. En este punto es necesario recordar que, entre otros parabienes, pertenecer al proyecto europeísta nos proporciona financiación para el desarrollo de proyectos que van desde el mundo rural a infraestructuras. Europa significa pérdida de soberanía, cierto, pero también significa financiación, cobertura legal, competencia y desarrollo. ¿Queremos estar dentro de Europa o fuera de ella?

[blockquote style=»1″]Muchos socialistas temen que un pacto con los peperos los anule como partido y pierdan la confianza de los ciudadanos. Sin embargo, esto no debe ser así si en el pacto de gobierno con el Partido Popular intercambian el gobierno por la iniciativa legislativa.[/blockquote]

Parecidos irreconocibles. Aunque la mayoría de los españoles lo nieguen, el votante medio es bipartidista. Lo demuestra que, hasta en la peor de las situaciones, el bipartidismo sale airoso. Eso solo es posible gracias al trasvase de votos que existe entre los dos grandes partidos. Así ha sido durante treinta y cinco años. Entender esto es fundamental. Las diferencias reales entre los votantes del PSOE y el PP se situaban en los extremos que habían conseguido captar como parte de la estrategia del voto útil. Sin embargo, el grueso de votantes de ambos partidos se ha situado en el centro político, oscilando en cada votación. Ese parecido es lo que permite a ambos partidos llegar a consensos con más agilidad que en el seno de una posible coalición de izquierdas. Entre otras cosas, porque las izquierdas están inmersas en una guerra fratricida desde su irrupción en el mundo de las ideas, con la única intención de dominar el ala oeste.

Gobernar y legislar. Es comprensible que durante todos estos años los españoles se hayan acostumbrado a la ley del rodillo: quien gobierna, legisla. Sin embargo, esta nueva situación parlamentaria pone en valor el auténtico sentido de la democracia. El parlamentarismo. Muchos socialistas temen que un pacto con los peperos los anule como partido y pierdan la confianza de los ciudadanos. Sin embargo, esto no debe ser así si en el pacto de gobierno con el Partido Popular intercambian el gobierno por la iniciativa legislativa. El PSOE puede entregar La Moncloa a los peperos a cambio de la aprobación de un paquete de leyes que revaloricen al Partido Socialista. Derogación de la «ley mordaza», modificación de los Presupuestos Generales con la finalidad de hacerlos más sociales, reforma fiscal, reforma laboral más sensible a los trabajadores, modificación del artículo 135 de la Constitución y pactos de Estado en materia de educación, sanidad y reforma constitucional. Por esta vía, el PSOE conseguiría anular a Podemos a corto y medio plazo, ya convertiría a la formación morada en un marginado de sesenta y nueve escaños, cuyas propuestas serían rechazadas por sistema.

Legislatura corta. De dos o tres años. El PSOE solo debe dar su apoyo al PP durante el tiempo necesario hasta que pueda presentar una moción de censura –ya se verán los motivos-, justo cuando los ciudadanos perciban a los socialistas como el partido que estabilizó España. Los partidos de la izquierda, enfrascados en su particular guerra contra la derecha, no dudarían en apoyar al PSOE con tal de echar a Rajoy –o Soraya- de la presidencia del Gobierno. En esa tesitura, los socialistas solo tendrían que sacar rédito electoral a una cosecha de medidas fraguadas desde su bancada.

Estabilidad. A pesar de todo y de todos. Una gran coalición a la europea –con lo que nos gusta Europa- permitiría un gobierno estable, sin fisuras. Atado de manos al PSOE que encabeza la iniciativa legislativa y deja noqueada a una oposición que nada podría hacer. Además, esta coalición tendría más herramientas para atajar la crisis económica que no termina de revertir y evitar posibles radicalizaciones de izquierda y derecha, las mismas que detestaba Chaves Nogales.

Europeísmo, homofilia electoral, separación efectiva y total de poderes, tiempos cortos y estabilidad son las claves que están del lado de los socialistas. Lo único que debe hacer el PSOE es saber contarlo: ordenar las razones que permitan esta coalición, armar un discurso creíble, sin complejos, para obtener el apoyo y la confianza de los ciudadanos y caminar hasta alcanzar los objetivos establecidos.