Jaime Gómez / Opinión.- Estamos asistiendo desde ciertos sectores de la izquierda a un hostigamiento y cuestionamiento continuo de todo lo que tenga que ver con la simbología cristiana que, a pesar de no ser creyente, está empezando a molestarme porque se está confundiendo una crítica lícita a la institución de la Iglesia con los sentimientos religiosos de la gente.
Soy el primero que cree en la necesidad de la separación entre la Iglesia y el Estado, que no se le otorguen beneficios fiscales para sus actividades económicas, que El Vaticano aclare sus cuentas y sea más transparente como está haciendo este ejemplar Papa Franscisco, que está predicando con el ejemplo y dejando en evidencia a una jerarquía cardenalicia caduca y anquilosada, pero ello no da derecho como viene ocurriendo a que se llegue a una persecución ridícula de todo aquello que huela al catolicismo: crucifijos, belenes, Navidad, adoración de los Reyes, institución de bautizos civiles, celebración del solsticio de invierno, navidades laicas (que por definición es un contrasentido)…
Una suma esperpéntica de despropósitos que partidos como Podemos, Izquierda Unida y el ala del PSOE más extrema están poniendo en marcha sin pararse a pensar en que pueden estar ofendiendo las creencias de la mayor parte de los españoles porque aunque el Estado sea laico no lo es la ciudadanía. ¿Se atreverían a hacer lo mismo si no disfrutáramos de la libertad que nos da la democracia? ¿Por qué no se atreven a cuestionar por ejemplo el Islam en sus países de origen, a ver qué éxito tienen sus reivindicaciones? ¿Por qué mezclan estos partidos ideología y religión, asociando la simpatía por la izquierda con el ateísmo y la de la derecha con la creencia en Dios? ¿Por qué se obvia y ningunea la gran labor social de miles de personas anónimas que al calor de la Iglesia con ONG´s como Cáritas están ayudando a los más necesitados, asumiendo una responsabilidad que no les corresponde y llegando donde las administraciones no lo hacen ahorrando gasto público?
[blockquote style=»1″]En este sentido, le reconozco a Susana Díaz -no siendo precisamente santo de mi devoción- que constituyendo ya un referente en el PSOE al que se le presume un gran futuro político jamás haya ocultado su fe cristiana y su participación activa en hermandades y procesiones de la Semana Santa sevillana con total naturalidad.[/blockquote]
Son preguntas que lanzo al aire para las que nunca encuentro respuesta ya que muchos líderes parecen más empeñados en difundir consignas que en analizar demoscópicamente las preferencias de sus votantes. Y es una pena porque quizás se llevarían una sorpresa al descubrir que los ciudadanos tratamos con más naturalidad esta casuística y no nos encasillamos en bandos como se pretende habitualmente desde la política y los medios de comunicación más sectarios.
Otro gran pecado de algunos alcaldes, concejales y diputados es empeñarse en mostrar su ateísmo públicamente no participando en muchos de los ritos y costumbres de cada lugar que, en el caso de España, están íntimamente ligados al cristianismo por razones históricas y culturales. ¿Se olvidan estos dignatarios públicos de que representan a la totalidad de la ciudadanía y que a nadie nos interesa si son creyentes, homosexuales, del Betis o si les gusta la carne con tomate? Son actos de representación inherentes al cargo y al tomar posesión deben asumir lo bueno y lo malo. En este sentido, le reconozco a Susana Díaz -no siendo precisamente santo de mi devoción- que constituyendo ya un referente en el PSOE al que se le presume un gran futuro político jamás haya ocultado su fe cristiana y su participación activa en hermandades y procesiones de la Semana Santa sevillana con total naturalidad. ¿No es este el camino que debieran seguir, aunque sea por egoísmo y puro cálculo político, esos intolerantes que desprecian sin necesidad a millones de personas que acuden cada fin de semana a misa y otros tantos que profesan el catolicismo privadamente o de la manera que creen más oportuna?