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Dos sí discuten si uno se los baja

En un campo plagado de conjeturas, suposiciones y dudas  sobresalen tres certidumbres.

En vísperas de la reunión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la Generalidad, Quim Torra, prevista este lunes 9 de julio, todo son cábalas sobre su potencial resultado. En un campo plagado de conjeturas, suposiciones y dudas  sobresalen tres certidumbres. La primera es que el Gobierno solo tiene un mes de edad y, siendo de signo distinto al anterior, no ha tenido todavía tiempo para desplegar todo su potencial. La segunda es que si se quiere “normalizar” el escenario catalán, el Gobierno tiene que hablar con las autoridades catalanas democráticamente elegidas, por muy independentistas que sean. Y la última, irrebatible, es que toda la actividad política derivada de las dos primeras debe desarrollarse con un exquisito respeto a la Constitución y las leyes.

 

Sin embargo, la jerarquía independentista catalana, tras el decaimiento del 155, y recuperado el control de las instituciones autonómicas y del dinero (no lo olvidemos este último “detalle”), se sigue manifestando a favor de continuar con el “procés”.

 

Está tratando de validar los desafueros cometidos en el otoño pasado, especialmente la falsaria y vergonzante declaración parlamentaria de independencia del 27-O. ¿Qué han hecho los secesionistas hasta ahora  para rebajar tensiones con el Gobierno y el resto de España?: nada positivo. Por el contrario, han incrementado sus desafíos, chulerías y desplantes intentando, por un lado, cambiar la estrategia de sacar Cataluña de España por la de sacar España de Cataluña (de ahí el no invitar a autoridades españolas, el Rey incluido, a actos que ellos celebren en Cataluña). Y, por el otro, reverdecer la movilización de sus bases para realimentar la llama del odio a España.

El diálogo “sin límites” (la ministra Meritxell Batet dixit) que supuestamente se abrirá durante la entrevista entre Sánchez y Torra tiene escasas probabilidades de éxito en sus logros. Sánchez, intentando salvar tal encuentro, viene oxigenando al secesionismo poniéndose de perfil y mirando hacia el tendido ante sus provocaciones. Y, a pesar de ello, el consejo de ministros del pasado viernes se ha visto obligado a acordar la impugnación ante el Tribunal Constitucional de la moción aprobada por el parlamento autonómico, el pasado jueves (5 de julio), que reabre la puerta a la vía unilateral hacia la independencia. Supongo que el presidente del Gobierno estará  empezando a comprender en su propia carne ―es la pedagogía de los hechos―, con quien se está jugando las judías. En aquella reunión se va a encontrar a un fanático presidente de la Generalidad que tratará de vender la imagen de una negociación igualitaria entre “estados”. A un Torra que, en ningún caso ni precio, se apeará de su marcha victimista y de confrontación hacia la secesión de Cataluña.

 

Entre tanto barullo, no debería cederse nada que diera más fuerza al independentismo.

 

El penúltimo ejemplo sería la petición del PDeCat al ministro del interior en la comisión correspondiente del Congreso, el pasado 4 de julio, de incrementar la plantilla de los Mossos en 500 efectivos, así como de dotarles de armas de guerra (que eufemísticamente llaman “armas largas”). No seamos ingenuos y recordemos que la jerarquía de los  Mossos ha resultado ser poco fiable y que, en el análisis independentista, la policía autonómica podría engendrar el embrión de la fuerza “militar” catalana del futuro. Palabras gruesas. Ya no es momento para polemizar y discutir argumentos sobre la independencia o no de Cataluña. Eso son ahora pamplinas. Es momento de defender a tope la Nación y su Estado.

 

Es obvio que, parlamentariamente hablando, el actual Gobierno del PSOE es muy débil.

 

Por eso, su declarada vocación de aguantar en el poder hasta el final de la presente legislatura hace pensar que, en ausencia de imprevisibles acuerdos de fondo con las otras fuerzas constitucionalistas,  tendrá que tirar de talonario ―de la “chequera” de todos)―, y/o hacer concesiones y trueques parlamentarios desiguales e incoherentes. Así acaba de suceder para sacar adelante el nuevo Consejo de RTVE. No es banal recordar que el corazón del problema es que lo que está en juego es la unidad de España y, consecuentemente, la posibilidad de un conflicto civil. No es lo mismo el refrán “dos no discuten si uno no quiere”, que la postura de “dos no discuten si uno se baja los pantalones”. Porque optando por esta última vía, primero uno se queda con las posaderas al aire y, después de ser «sodomizado», encima tiene inevitablemente que “discutir” y pasar a mayores en las peores condiciones. No sé si me explico.