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El mercadeo de la política

Marcial Vázquez / Opinión.- Las campañas electorales pueden ser de dos tipos: o agotadoras o ilusionantes. Las del PSOE hace ya unas cuantas que son agotadoras. Un relato que parece inevitable y que certifica como el socialismo en España se va perdiendo a sí mismo en cada elección.

Algunos consiguen, como Ximo Puig, obtener el peor resultado de la historia del PSPV y, sin embargo, que la aritmética de los pactos lo lleven a ser presidente. Hay quien mide el éxito en política según gane o pierda, pero cada vez existen más dirigentes que aprenden a hacer de la derrota su fortaleza. A lo mejor, en este sentido, estos mismos que han conseguido sobrevivir en el fracaso acaben sucumbiendo instalados en el poder que siempre desearon, pero que pocos merecieron.

Para aquellos que han estudiado la política orgánica del leninismo con algunos tintes de stalinismo, no existe mayor pecado que hacer crítica del partido en época electoral. Conocidos son sus eslóganes: los trapos sucios en casa, el partido unido y como una piña, lo importante es quitar a la derecha, etc. pero cuando el poder se concibe como una oportunidad histórica para mejorar tu país, afirmar que lo único importante es llegar a él denota una clara tendencia y dependencia: la del poder por la misma razón del poder.

Y luego, una vez en él, ya sea Dios o el destino proveerá, desde cargos muy bien pagados en la ONU hasta sillones en consejos irrelevantes de empresas privadas que pagan también estupendamente. Aquel que está dispuesto a todo por llegar al poder es de quien debemos huir los ciudadanos. No se trata ni de ambición legítima, ni de lucha personal, ni de superación admirable. Los yonkis del poder llevan en vena el totalitarismo, ya lo impartan a la sociedad en general o a sus compañeros en el corralito interno del partido.

 

[blockquote style=»1″]Si la nueva política consiste en crear un ejército de trolls en redes y equipos de perfiles falsos de apoyo en el linchamiento y el retuit, es imposible imaginar una modernidad política más sucia que esta. [/blockquote]

Algo llamativo de estas últimas campañas en el Partido Socialista es el abuso de la euforia en vez de la autoestima. No se trata de potenciar los aspectos positivos del partido ni las cualidades electorales del candidato, sino algo mucho más perverso: convertir la comunicación electoral y política en una especie de grito hooligan donde el respeto y la reflexión están totalmente fuera de lugar.

Campañas orquestadas en redes donde se machacan a otros socialistas que no están dispuestos a comulgar con ruedas de molino ni a participar en farsas demasiado evidentes excepto para quienes dependen de ellas, y donde cualquier defecto del rival o salida de tono es potenciada hasta el ridículo y manipulada hasta la náusea. Si la nueva política consiste en crear un ejército de trolls en redes y equipos de perfiles falsos de apoyo en el linchamiento y el retuit, es imposible imaginar una modernidad política más sucia que esta.

Pongamos, como ejemplo, el pasado debate entre Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. A lo largo del evento se mezclaban tuits irrespetuosos e insultantes contra sus dos rivales con otros de alago y euforia respecto a las frases y eslóganes prefabricados del candidato socialista. En ambos casos totalmente sobredimensionados y sobreactuados. Nada importó que al día siguiente todos los principales periódicos digitales y tradicionales diesen como ganador, tras respectivas encuestas, a Pablo Iglesias.

 

[blockquote style=»1″]Lo mismo aseguramos que Rivera es la derecha moderna y que nos gusta, que igual gritamos en un mitin que “Rivera es del PP”. Algo que, por cierto, significa que Susana gobierna con el PP.[/blockquote]

 

Incluso en la mayoría quedó Rivera el segundo, es decir, que en el 90% de los medios la actuación (nunca mejor dicho) del socialista aparecía como la tercera, esto es, la última. Estamos abrazados a una euforia donde toda realidad es molesta y subversiva. Si las encuestas coinciden en una foto muy parecida respecto a las posiciones del PP, PSOE y Ciudadanos, negamos las encuestas y pisoteamos la del CIS, cuya fiabilidad y prestigio suele estar por encima de esa leyenda de “cocina” que siempre la acompaña gobierne quien gobierne.

Así desembocamos en el mercadeo de la política, donde se subasta el poder. Lo mismo aseguramos que Rivera es la derecha moderna y que nos gusta, que igual gritamos en un mitin que “Rivera es del PP”. Algo que, por cierto, significa que Susana gobierna con el PP. También somos capaces de lanzar una campaña de semanas asegurando que no tiene por qué gobernar el que gana las elecciones, que una mañana declaramos que solo gobernaremos si tenemos un voto más que Rajoy y por la tarde salimos a desmentir esto, porque ofrecemos un pacto a cualquiera que tenga escaños para conseguir un frente parlamentario y gubernamental contra el PP.

Da la sensación de que cierto candidato solo tiene una cosa clara: el poder, e incluso al precio que sea. A veces surgen voces molestas, como la de Vara, que pide no gobernar si no se ganan las elecciones. O Rubalcaba, que también ha llegado a apoyar esta teoría. Si mi memoria no me falla hasta Susana Díaz. Pero en Ferraz no están en estos pensamientos. La encuesta del CIS ha servido para apelar al voto útil, que es lo mismo que pedir el voto del miedo. No sé si ya será demasiado tarde para rescatarnos, pero los socialistas llevamos tanto tiempo mirándonos a nosotros mismos con una venda en los ojos que ni este tiempo de recogimiento egocéntrico ha servido para curarnos nuestras heridas.