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Feliz año…malo

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

El año 2016 no ha empezado bien. Amaneció abatido tras una noche de tensión en Europa. Por miedo a nuevas salvajadas yihadistas, en la mayoría de las capitales de nuestro continente se tomaron fuertes medidas de seguridad, e incluso se cancelaron muchos de los actos festivos previstos para iniciar con alegría el año que acaba de comenzar.  Tal fue el caso, por ejemplo, de Bruselas y París, dos de las más emblemáticas ciudades de Europa y del mundo, que suspendieron la mayoría de los eventos populares, con los que secularmente recibían cada nuevo año. Múnich, la gran capital bávara, entró en 2016 evacuando dos de sus estaciones de tren (Central y Pasing), ante la amenaza de atentados suicidas yihadistas. Y así se podría escribir toda una guía telefónica de cancelaciones de actos populares festivos que hasta ahora formaban parte del acervo cultural europeo.

[blockquote style=»1″]Unas medidas precautorias que, aunque necesarias en este caso, me produjeron tristeza e indignación al compararlas con los festejos que durante los últimos cincuenta años las televisiones habían venido mostrando, al comienzo de cada año, en una Puerta del Sol rebosante de gentes alegres y bulliciosas venidas de toda España. [/blockquote]

En España, para no extenderme, la Puerta del Sol de Madrid, el emblemático kilómetro cero de las carreteras radiales, fue un paradigma de la perturbación de nuestras costumbres populares. Así sucedió con la “ceremonia” de las campanadas anunciadoras del nuevo año de su reloj de torre, que corona la antigua Casa de Correos. Vimos, por primera vez y con un gran despliegue de seguridad, cómo primero se evacuó la plaza, y posteriormente se cerraron algunos de sus accesos para, en los restantes, limitar y controlar a los asistentes al acto.  Unas medidas precautorias que, aunque necesarias en este caso, me produjeron tristeza e indignación al compararlas con los festejos que durante los últimos cincuenta años las televisiones habían venido mostrando, al comienzo de cada año, en una Puerta del Sol rebosante de gentes alegres y bulliciosas venidas de toda España. 

Muchos estamos muy preocupados. No solo por la previsión del calvario político que se avecina, con el “problemón” de Cataluña que habrá que solventar sí o sí, o con el del propio Estado para digerir los desestabilizadores resultados del 20-D. También, y no en pequeña medida, la preocupación viene de esa amenaza terrorista con la que el yihadismo nos está  hostigando permanentemente, hasta hacernos la vida muy tensionada, molesta y desagradable ¡en nuestra propia casa! Por eso, muchos nos preguntamos: ¿hasta qué punto y hasta cuándo vamos a tener que sufrir la presión criminal de los que, por el terror y en nombre de Alá, nos atacan y pretenden subvertir nuestros principios, valores y forma de vida? O, ¿en base a qué razones y qué lógica hemos de soportar impávidos el permanente incremento de musulmanes que, en nuestras ciudades, sin integrarse y abusando de nuestra tolerancia, engordan y chupan nuestros recursos en barrios que son caldo de cultivo y bases de apoyo y cobijo para los yihadistas?

Sí, muy mala cara presenta 2016, mírese por donde se mire. Pero haciendo un esfuerzo de voluntarismo y de esperanza en la utopía les deseo a todos un Feliz Año 2016. Un Feliz Año … Malo, me temo. Esto es lo que hay. Lo siento.