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Francia dice ‘au revoir’ a la política rancia

 

Pablo Gea
Pablo Gea*

Pues ahí lo tenemos. El inexperto Macron se impone a su oponente aupado por el efecto “todos contra Le Pen”. ¿Pero todos de verdad? No tanto. Un grado de abstención histórico no enmascara la más que mejorable popularidad del ahora Presidente de Francia ni que gran parte de los sectores obreros y de clase media-baja hayan optado por los prehistóricos nacionalistas. ¿Qué sectores sociales son los que han dado la espalda a la vieja política? La clase media cabreada, esto es, los que antes tenían un nivel de vida más alto y han tenido que padecer impotentes cómo sus proyectos de vida se les escurrían lenta y dolorosamente entre los dedos. Los que están hartos de los de siempre. El caso francés, independientemente de quién se haya alzado con la victoria en la segunda vuelta, es una auténtica revolución política, porque los contendientes finales han sido un populista y un liberal. Lo más antagónico habido y por haber.

 

Los perdedores ahora pueden ir a lamerse las heridas en el cubo de basura de la Historia, que es el lugar que les corresponde. Los Conservadores moralistas e institucionales, que se han negado a aceptar que sus grises valores y su praxis política inmovilista no se adecua a una sociedad cada vez más libertaria que exige su lugar como protagonista en la dirección de su propio destino, pueden emborracharse para aliviar penas con sus amigos los Socialdemócratas. Estos siguen viviendo en la fantasía de defender siglas y conceptos, no realidades concretas. No se han dado cuenta ya de que la absurda retórica de izquierda=bueno/derecha=malo a los votantes les da igual. A eso hay que sumarle la penosa gestión de un presidente abúlico que, como su partido, se ha perdido en la moda buenista de la debilidad como virtud y no ha sabido curar la profunda herida nacional que su país tiene abierta tras los atentados cometidos por miserables.

 

¿Qué sectores sociales son los que han dado la espalda a la vieja política? La clase media cabreada

 

Más de lo mismo les sucede a la autoproclamada “nueva izquierda”, cuyo hedor a rancio se percibe desde kilómetros, tan antediluvianos como los nacionalistas del Frente Nacional, y tan peligrosos como ellos. No han averiguado que la gente no les vota porque su identidad es precisamente la negación de la identidad social y nacional para convertirse en partidos de las minorías y de la bandera de lo políticamente correcto, pero completamente alejados de las preocupaciones reales de la población. Baste comprobar como en su fanatismo han preferido ser neutrales en la contienda Macron/Le Pen con tal de no otorgar apoyo a sus -desde su particular punto de vista- peores enemigos, el “neoliberalismo” y el “fascismo”. Aunque no tengan nada que ver. Aquí nos quedamos con Jorge Verstrynge defendiendo a Le Pen contra el enemigo común, las libertades individuales, en una demostración palpable de lo que la Historia ha demostrado sin paliativos: que el Fascismo y el Nazismo son hijos el Comunismo y que los planteamientos radicales y totalitarios, vengan de donde vengan, conducen al liberticidio y a millones de cadáveres.

 

El caso francés, independientemente de quién se haya alzado con la victoria en la segunda vuelta, es una auténtica revolución política, porque los contendientes finales han sido un populista y un liberal.

 

 

Ahora Macron debe tomar nota de todo esto y mostrarse como un líder fuerte e impetuoso frente a los alemanes y ser capaz a la vez de impulsar una verdadera Revolución Liberal Democrática dentro de Francia y, quién sabe, si en Europa también. Una revolución a la que debemos prestar mucha atención desde aquí, tan necesitados desde hace siglos de la nuestra. La lucha no es, como se empeña en hacernos creer la propaganda política, entre Izquierda/Derecha, sino entre Individualismo/Colectivismo. ¿Debe la sociedad estar por encima del individuo o el individuo por encima de la sociedad? Os habla un liberal genuino. La respuesta está clara. Lo que nunca está baremado en términos absolutos y es claro que aunque la sociedad debe servir a la persona individual, este debe contraer y contrae de hecho fuertes obligaciones con aquella. Cuando el colectivo engulle al individuo ya sabemos de sobra lo que pasa. Si las revoluciones no conducen a más derechos individuales y sociales, no sirven de nada. Y si Macron entiende el mensaje que le manda su sociedad y rehúye la tentación de caer en el bobaliconeo gratuito y en la política de titular, el populismo lo va a tener realmente difícil en las legislativas.

 

*Pablo Gea Congosto es estudiante de Derecho y activista político.