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Hora de mojarse

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

Desde que hace un mes el SM Rey propusiera a Pedro Sánchez, Secretario General del PSOE,  como candidato a la investidura como presidente del gobierno, en el mundo político ha habido mucho teatrillo. Demasiado. Más en unos que en otros, en función de las características personales del respectivo jefe de filas y la calidad de sus tramoyistas. Pablo Iglesias, el líder de Podemos, encabeza el cartel teatral superando en mucho a todos los demás. Ha mostrado unas capacidades escénicas incluso superiores a las desplegadas en su momento por Carme Chacón. La corona de “sursum corda” del histrionismo político ha pasado así de doña Carme a don Pablo. Aunque —me temo— éste se pasó en la “ordinariez” de sus representaciones. Y Pedro, “apretado” tanto por Pablo (parecen los Picapiedra), se asustó y aparcó al segundo como primera opción de pacto de gobierno.

Pero el libreto se está agotando. Entramos en la semana decisiva, y particularmente movida, para saber si hay o no investidura y posterior Gobierno. Es hora de mojarse a tope. Si el candidato Pedro Sánchez no fuera investido en primera votación por mayoría absoluta ni, en su caso,  en  segunda por mayoría simple (prevista para el 4 de marzo), se abriría el camino para, en el  plazo de dos meses, la disolución automática de las Cortes y la simultánea convocatoria de nuevas elecciones. Antes de llegar ahí existiría todavía una (poco probable) posibilidad de acuerdo para intentar la investidura con un nuevo candidato, que incluso podría ser el propio señor Sánchez.  Porque la posibilidad que ahora parece más lejana es esa, que algunos vocean, de que si Pedro Sánchez no es investido gobernará Rajoy.

Sobre el PP recae ahora una grave responsabilidad. Bien sea la de facilitar la formación de un gobierno presidido por la persona propuesta por SM El Rey. O bien la de bloquear tal proceso. O bien, quizás la más grave, la de echar el pacto de gobierno PSOE-C’s en brazos de la extrema izquierda, los secesionistas y los anti-sistema.

Aunque los gobiernos de coalición son moneda corriente en Europa, donde funcionan aceptablemente, confieso que, para España, prefiero uno mayoritario que uno de coalición. Aquí, como bien sabemos todos, las fuerzas centrífugas son particularmente potentes, y las dos Españas machadianas acechan incansablemente a la vuelta de cada esquina. Porque seamos sinceros: vaya la cantidad de gallineros municipales que  nos gastamos últimamente —el de Cádiz por no ir más lejos—, a partir del afianzamiento de los que hasta hace poco eran solo emergentes. Pero el pueblo es soberano y manda: los resultados del 20-D obligan a la negociación, el pacto y la coalición. A la vista de tales resultados y de los enormes desafíos del presente (principalmente el problema de Cataluña y la consolidación de la salida de la crisis), mi opción favorita entonces ha sido la coalición (en la forma que fuera) de PP, PSOE y C’s. Sería el gobierno de mayor base parlamentaria y, en potencia, capaz de completar la legislatura. Pero parece que no va a ser así. Llevamos 70 días sin gobierno titular y, sin embargo, ya entrando en la semana de investidura, no son pocos los que piensan que saldremos de ella con una mano delante y otra detrás. Y, así, ni se sabría hasta cuándo.

Hay que posicionarse. Las posibilidades de formar gobierno no son muchas y ya han sido “machacadas” en los medios. Del taburete de tres patas (PP, PSOE, C’s), dos de ellas, PSOE y C’s, ya se han ajustado y posicionado la semana pasada. Falta la tercera, la del PP. Sobre este partido recae ahora una grave responsabilidad. Bien sea la de facilitar la formación de un gobierno presidido por la persona propuesta por SM El Rey. O bien la de bloquear tal proceso. O bien, quizás la más grave, la de echar el pacto de gobierno PSOE-C’s en brazos de la extrema izquierda, los secesionistas y los anti-sistema. Y luego ¡hala!, a quejarse.