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La emoción de censura

Javier_Menezo
Javier Menezo*

Casi todos los países tienen una revolución que recordar. Nosotros, por contra, una guerra civil. Nos falta algo tipo Portugal, con su revolución de los claveles como zona cero de la democracia. Una señora se va a la cama pensando en las varices que le provocan tantas horas de pie sirviendo mesas y a la mañana siguiente está de pie, sí, pero metiendo claveles en la bocana de los fusiles. Eso nosotros no lo tuvimos.

Lo más similar a un mayo francés de lo que presumir es el 15M. A Proust era oler una madalena, y venirle tal tumulto de ideas que escribió En Busca del Tiempo Perdido en siete partes. Con el 15M les pasa un poco igual. Evocarlo embriaga la mente con los sentimientos de antaño, pero sin la incomodidad de las tiendas de campaña y el tío de los bongos toda la noche dale que dale. De ahí, como guiño, que Iglesias anunciase una moción de censura y la presentara en la Puerta del Sol.

Mientras, el rival en la izquierda al que necesitaban superar para unificar todo ese campo en torno suyo, se recompone y amenaza atraer los votantes prestados. El populismo, atractivo durante unos años, empieza a languidecer frente a un nuevo concepto: la política romántica.  Pedro Sánchez en su partido, representa esa idea. Lo de Corbyn en las elecciones británicas, sería otro ejemplo. Ambas concepciones, política romántica y populismo, comparten características, pero no son lo mismo. En el romanticismo político juega un papel central la esperanza. En el populismo, el resentimiento. Sentimiento poderoso, pero efímero. Ambos conceptos, tienen elementos utópicos, pero el romanticismo político, invoca la necesidad de extender nuestra imaginación política para crear nuevas realidades sociales. Rechaza que la política sea el arte de lo posible. Tomando prestadas las palabras del filósofo Zizek, la política sería justo lo contrario, el arte de lo imposible. La que cambia los parámetros de lo que se entiende como posible. No asusta al votante de clase media. Las élites pueden pagar su soberbia, las cosas pueden cambiar, pero sin acabar nosotros en la ruina.

Pablo Iglesias intuía algo así. No hay duda. Pero el teórico de la política que lleva dentro fue derrotado por la nula capacidad práctica, que también lleva dentro. Las fechas y formas de anunciar la moción acreditan que sabía el peligro que la victoria de Sánchez en el PSOE iba a suponerle. Hasta ahí, bien por el científico político. Pero no calcular que se pensaría que lo hacía justo por eso es un error que no debió permitirse.

 

El Gobierno no se cuestionó jamás la falta de ética de perdonar la evasión fiscal de los privilegiados. El riesgo moral de su amnistía nunca fue analizado por el Gabinete. Desolador.

 

Desde ese momento, caos. Hasta sus defensores en twitter, su espacio por excelencia, se han quedado sin hashtag. En la era de la telepolítica no puede demorarse tanto. Es, un poco, como presentarte a la fiesta de Fin de año el día de Reyes. El traje será magnifico, pero la gente se te ríe. Nuevos acontecimientos la han hecho vieja. Es difícil recordar el caso concreto de corrupción que la motivó ¡Hay tantos! pero ahora el Tribunal Constitucional, publicará en el BOE lo que la mayoría sabía. El Gobierno no se cuestionó jamás la falta de ética de perdonar la evasión fiscal de los privilegiados. El riesgo moral de su amnistía nunca fue analizado por el Gabinete. Desolador.

Para colmo, el olor a hierba revolucionaria recién segada que tiene la expresión “moción de censura”, se derrumba cuando lees el nombre entero: “moción de censura constructiva”. El lirismo aplastado como una hormiga por un diccionario. En España, la Constitución teme la inestabilidad más que cualquier otra cosa. Por ello copió la Ley Fundamental de Bonn que, muy justificadamente, aún la temía más.  La idea de la moción de censura constructiva gira en torno a evitar que se formen mayorías contrarias al Gobierno, pero incapaces de ponerse de acuerdo para elegir uno en su lugar. No basta con presentarla, hay que proponer un candidato y un programa de Gobierno. Iglesias dejará de ser el que juzga, para ser juzgado. Lo hacía con dureza y sentencia con severidad. Puede irle bien, o puede ser otro clavo en el ataúd.

 

Los socialistas, podrán presentar una moción de censura más adelante. Quién la defendería es el mismo Pedro Sánchez, porque el candidato no necesita ser diputado.

 

Para el final, dejo lo peor (para él, claro). Fracasada una moción de censura, no puede presentarse otra en el mismo período de sesiones. Pero si en otro. Podemos, le guste o no, está dentro del sistema. La gestión desgasta y al que quería arrinconar llega, ¡oh sorpresa!, fresco, feliz y desde fuera. Este hombre, Sánchez, no solo ha sido la pesadilla de Susana Díaz, también de Podemos, de Rajoy y de mi amigo, Jesús el mecánico. Un sinvivir. Los socialistas, podrán presentar una moción de censura más adelante. Quién la defendería es el mismo Pedro Sánchez, porque el candidato no necesita ser diputado. Purificado el PSOE del pecado de la abstención por su revolución interna, otra vez, el outsider, el de fuera, entraría en el Congreso. Presenta su Programa y se va. Sin lágrimas esta vez, y sin mancharse. El político romántico irá allí y volverá con la gente. No tiene los problemas de Podemos sobre como estar fuera y dentro a la vez. Iglesias lo sabe. Verbalizó su temor cuando afirmó que no quiere ser un socio junior ¿Para qué lo dice? Ahora todos tienen el concepto y el nombre. ¿Se apaga su estrella? Quién sabe, pero sería un triunfo que conserve lo que tiene. La mayoría de los votos que vuelvan al PSOE saldrán de Podemos. Es el problema de no encontrar el camino.

 

*Javier Menezo es Abogado. Letrado del SEPE (INEM). Militante de base del PSOE

@javimenezo