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Los millones de Don Amancio

Emilio Lucas
Emilio Lucas*

Dije que iba a luchar contra la pereza, y aquí me tienen de nuevo. Espero que dure.

En estos días anda montada una polémica porque una asociación, y creo que algún político, han pedido que se rechacen las donaciones que Amancio Ortega ha hecho para la lucha contra el cáncer.

El discurso del rechazo de la donación es que la Sanidad pública ha de financiarse con los impuestos y no con “limosnas de ricos”, y se despliega en varios argumentos como que el Sr. Ortega debería, en vez de hacer más donaciones, pagar más impuestos, tener sus fábricas en España (en vez de en países terceros) o no contratar a menores en sus fábricas. O que esas donaciones para un determinado fin impiden que los profesionales decidan a qué se destina el dinero. Y no faltan los que ven en la donación una forma de comprar voluntades.

Y aunque algunos de esos motivos (no todos) son, a priori, acertados, mezclarlos con el tema de la donación es mezclar churras con merinas.

¿Que nuestro sistema sanitario debe sostenerse con dinero público? Sin duda. Pero el que nuestro Sistema Sanitario esté debidamente dotado con dinero público vía presupuestos y con cargo a los ingresos obtenidos mediante recaudación tributaria, no es óbice para que, si alguien aporta algo más, se acepte, porque lo que abunda, no sobra. Es decir, que no debe diseñarse la Sanidad Pública contando con las donaciones, pero si, además, las hay, bienvenidas sean. Y el Estado debe invertir, y mucho, en la lucha contra el cáncer, y en la investigación en general.

 

Las adquisiciones que hayan de hacer los hospitales las decidirán los profesionales, y se deben hacer con cargo al dinero público, que debe ser todo el que sea posible (teniendo en cuenta que los recursos son finitos).

 

¿Que deben ser los profesionales los que decidan cuáles son las necesidades del sistema público de sanidad? Indudablemente. Y deben ser ellos los que decidan en qué servicios, zonas o materias urge más aplicar los recursos. Y asi, por ejemplo, si los profesionales han decidido, por ejemplo, que les urge más adquirir un TAC que una máquina de rayos X portátil, deberán aplicar los recursos a esa compra. Y si, después, por alguna circunstancia, llega alguien y dona una máquina de Rayos X portátil, aceptarla no supone dejar que ese donante se inmiscuya en qué debe comprarse. O, dicho de otro modo, las adquisiciones que hayan de hacer los hospitales las decidirán los profesionales, y se deben hacer con cargo al dinero público, que debe ser todo el que sea posible (teniendo en cuenta que los recursos son finitos). Y si, después de haber hechos sus planes, llega el Sr. Ortega, o cualquier otro, y dona un aparato o dota una unidad de investigación, que venga a sumarse a lo que ya se haya adquirido, bienvenido sea.

¿Que a lo mejor los ricos no paga demasiados impuestos en nuestro país? Denlo por cierto. Esta es una lacra que tenemos que solucionar, pero no debe ser motivo para rechazar la donación del Sr. Ortega, que en modo alguno empece a que, de una puñetera vez, se pongan los medios para perseguir a todos los que utilizan estructuras de ingeniería financiera. Y para eso, no hace falta rechazar donaciones, sino voluntad política, promulgar una leyes eficaces, dotar de medios a la Agencia Tributaria, ser firme con los infractores (y ahí también habría que poner coto a esas megaconsultoras que igual montan esas estructuras que se hacen con suculentos contratos públicos, y que tienen imputada a su cúpula y siguen siendo las “niñas bonitas” del sector público, desplazando a los profesionales y a las firmas pequeñas y medianas) y mantener estrecha vigilancia a que no haya favoritismos ni desigualdades en la aplicación de las normas.

 

Y si, aún así, creemos que debemos castigar a Amancio Ortega por haber cerrado sus fábricas gallegas para montar fábricas en Vietnam, China o India, pues podemos no consumir productos de sus marcas.

 

¿Que deberíamos tener un sistema fiscal más eficiente en el que se pudiesen desmontar todas las operaciones de ingeniería financiera y hacer que nadie pudiese eludir sus impuestos? Por supuesto. Ya lo he explicado.

¿Que sería mejor que no se deslocalizasen las industrias? Parece obvio. Pero no se puede prohibir que alguien se lleve su producción fuera. Y seguro que a los que trabajan en esas fábricas no les parece tan mal tener trabajo. Cosa distinta es que se vigile que esas fábricas cumplan con los acuerdos internaciones (que no se usen esclavos, que no se usen menores, que sean seguras y las condiciones de trabajo saludables, etc.). Y si, aún así, creemos que debemos castigar a Amancio Ortega por haber cerrado sus fábricas gallegas para montar fábricas en Vietnam, China o India, pues podemos no consumir productos de sus marcas. Pero ahí podemos hablar del doble rasero moral de nuestra sociedad, que al final quiere consumir barato, cambiar de ropero cada temporada a bajos precios, pero, por otro lado, se escandaliza de que los productos se fabriquen en países en vías de desarrollo y en unas condiciones no siempre loables, que es la única forma de que esa ropa sea tan barata.

¿Que nadie debería usar menores en sus fábricas? Nadie lo pone en duda. Y si hay indicios de que Amancio Ortega usa menores en sus fábricas, el que los tenga debería denunciarlo. Y si se confirma, Amancio Ortega debería pagar por ello. Pero denuncien ante los Juzgados, no conjeturen en Twitter.

¿Qué ninguna donación debería servir para que el donante (o sus empresas) tenga un trato de favor? ¡Hasta ahí podríamos llegar! Igualdad a ultranza y tolerancia cero a la corrupción y el cohecho.

Pero, dicho todo esto, me da la impresión de que, en esto de la donación de Amacio Ortega, estamos ante una argumentación ad hominem, y que el problema no es la donación en si, sino que la hace quien la hace. Una persona que, estoy seguro, tendrá sus luces y sombras.

La prueba del ocho para comprobar que el problema no es el hecho sino la persona es analizar las mismas situaciones con personas distintas.

Por ejemplo, yo tengo en mi casa una silla de ruedas (pagada por mi) que ya no necesito. Voy al Centro de Salud de mi barrio y la entrego para que otra persona que la necesite la use. ¿Deberían rechazármela?

 

Desde mi punto de vista, sería estúpido rechazar una donación para coadyuvar en la lucha contra una enfermedad como el cáncer, que tanta muerte genera, y tanto dolor causa al enfermo y a sus allegados.

 

Otro ejemplo. En el Centro de Salud de mi barrio faltan antibióticos. Yo, que no lo sé, porque no trabajo allí, tengo en mi casa una caja con 200 jeringas nuevas y, como no las necesito, las llevo allí. ¿Eso es inmiscuirme en la libertad de los profesionales del Centro de Salud para decidir a qué se destinan los recursos del mismo?

Vayamos más allá. Soy un ladrón y todo el mundo lo sabe. Y tengo en mi casa sin usar varias cajas de vendas y esparadrapos que, como no utilizo decido llevar al Centro de Salud de mi barrio, donde les vienen estupendamente para las curas. ¿Deberían rechazármelas por ser un ladrón?

Para mi, en todos esos casos, la respuesta sería no. Independientemente de que, si soy un ladrón, el que haya donado eso no quite para que me denuncien.

Por eso, insisto, seamos serios, ¿debemos rechazar la donación de Amancio Ortega para luchar contra el cáncer? Desde mi punto de vista, sería estúpido rechazar una donación para coadyuvar en la lucha contra una enfermedad como el cáncer, que tanta muerte genera, y tanto dolor causa al enfermo y a sus allegados, se debe aceptar sí o sí, venga de quien venga. Aunque sea el mismo Satán el que, con su roja presencia, sus cuernos y su cola, la haga.

Eso sí, la aceptación de esa donación es incondicional, y no puede servir al Sr. Ortega de salvoconducto ni para eximirse de cumplir con la Ley y sus obligaciones de todo tipo. Y, aceptada la donación, y utilizado ese dinero para luchar contra el cáncer, si puede estar eludiendo impuestos, que se le investigue (como a cualquier ciudadano), y que se se comprueba que así es, se le sancione o se le procese (según la cuantía, como a cualquier ciudadano); que se vigile estrechamente que no reciba ningún trato de favor en ningún ámbito; que si contraviene alguna Ley, se le persiga. Pero todo esto debe ser en cualquier caso, y no por el hecho de la donación. Y debe hacerse con Amancio Ortega y con cualquier otro ciudadano.

No se trata de santificar a Amancio Ortega, pero tampoco de demonizarlo. Si dona dinero para la lucha contra el cáncer, bienvenida sea la donación. Y, a partir de ahí, y respecto de todo lo demás, la Ley. Dura lex, sed lex.

 

*Emilio Lucas Marín es Abogado.

@elucasmarin