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Mariano ¿traidor?

Trolls, bots, fakes, son los nuevos instigadores de guardia de la falacia, dispuestos a convencernos con sus mentiras.

Se generan leyendas urbanas con la misma facilidad con la que se extienden fakes por las, a veces, vomitivas cataratas de Twitter. La problemática española da mucho de sí para promocionar ese hábito mentiroso, dada la coyuntura política, y de los advenedizos que la ofenden o la pervierten. Incluso la roban. Que a la política llegan algunos con el mazo de romper las lunas de la caja fuerte escondido en la faltriquera. Eso sí, sonriendo con amplitud y generosidad a prueba. Es su forma de disimularlo.

 

Desgraciadamente hay bastante gente que sustituye la información contrastada y editada profesionalmente, por los vientos troleros, inmediatos pero inseguros, interesados y poco contrastados de las redes sociales.

 

Pongámonos pues en manos de la providencia para que no nos coja sin confesar el griterío ese que domina hoy la desinformación y que corre por las redes con la misma prisa con la que defiende la inverosimilitud de las cosas. En Rusia saben de lo que escribo. En Cataluña también. Trolls, bots, fakes, son los nuevos instigadores de guardia de la falacia, dispuestos a convencernos con sus mentiras.

Una de las últimas y recientes es esa que circula según la cual Rajoy ha traicionado a España; que su indolencia desde el gobierno ha provocado que Cataluña sea hoy un muro infranqueable del independentismo. No, no dicen que el culpable haya sido Jordi Pujol usando su poder hegemónico para preparar generaciones de independentistas potenciales, mientras él y su familia iban y venían a Andorra La Vella a ingresar el tres por ciento de cada obra. No ha sido culpable Artur Mas iniciando un proceso hacia el abismo, condensando su ignominioso y penoso período político entre juicios, embargos y fianzas que destruyen su patrimonio económico, y el de la verdad también. No es culpable Puigdemont haciendo alarde de su temeraria versión suicida y republicana, al declarar de manera unilateral una república fugaz, o incumpliendo cuantos autos y sentencias ha ido emitiendo el Tribunal Constitucional. Por eso se fugó, y fugado sigue. No son culpables los jordis, Turull, Rull, Junqueras, Forcadell o Romeva. Prefieren echar la culpa al de siempre: el PP. Y con él, a su actual brazo ejecutor, Rajoy. Es la costumbre de culpar a los populares, cosas que quedan casi para siempre.

Para ese interés electoral de unos jovenzuelos, que se ven, con la emoción henchida sobre su pecho, sentando ya, ya mismo, sus posaderas en la Moncloa; o para el ánimo divisor de los otros, que consideran mejorar su poderío electoral sobre la bases de la división del enemigo, para todos esos el traidor ha sido Rajoy.

 

Y que se defienda Mariano, si puede. Saben de la prudencia debida (y exigible) del gallego, presidente del Gobierno. Por eso disparan hipérboles y metáforas, porque saben que la respuesta del Gobierno será lenta de prosa, nula o hueca de versos. En todo caso, prudente, responsable, nada hiriente.  A veces incluso humorística.

 

Rajoy es culpable, sí, pero de usar la Constitución para evitar que se imponga la vía unilateral. De actuar con las mismas ganas que le han posibilitado y permitido el mediatizado consenso entre los partidos constitucionalistas del Estado. Rajoy es culpable de andar sobre seguro, porque los juicios del Estado hay que ir a ganarlos. Posiblemente, de no haber esperado al muy inteligente consenso, esa suspensión de la autonomía catalana se hubiera vuelto políticamente contra el Gobierno, porque la ocasión la pintan calva en política, y la tentación electorera vive constantemente en el piso de arriba. Que ya nos vamos conociendo.

Quienes exigen en sus intervenciones que el Estado de derecho se cumpla, piden hoy, también, a la misma vez, que no se suspenda la aplicación vigente del art. 155 en Cataluña, sin más razón que el por si acaso; que se imponga su aplicación, de manera preventiva, como si eso fuera legalmente posible sin allanar la Constitución que se defiende. El mandato del Senado al Gobierno para su aplicación está tasado, y ha de resolverse, así consta en el acuerdo de la Cámara Alta, con la llegada de un nuevo gobierno salido del Parlament. Ese es el caso. Y ponerse a vigilar al nuevo Govern, sobre los hechos no sobre sus palabras, para que al menor desvarío, al señor Torra le vayan abriendo hueco en Estremera.

 

No se puede dar lugar a la más mínima brecha jurídica que pudiera reforzar el argumentario de los que vigilan y espían los  pasos que hay que dar para defender la integridad del Estado. Exabruptos, los justos. Impulsos, los mismos que dicten la ley y la razón. Y ansiedad y prisas, las comedidas y exigentes, pero solo las ciertas, las que la ley ampare.

 

Ni una sola baza jurídica se puede dar a quien vive de la mentira para construir su victimismo de república barata.

 

A Albert Rivera y a otros partidos más a su derecha, no les vale que así sea porque ellos están con su calculadora de añadir escaños sumandos votos al recuento diario. Ellos prefieren ser sumarísimos juzgadores de las intenciones declaradas por el MHP Quimet, porque ven carnaza electoral acusando a Rajoy de connivente con el Xis-Torraque nos ha enviado Puigdemont de delegado.

 

Acusan al Gobierno de preferir no molestar al PNV para que haya presupuestos en vez de impedir que haya voto delegado de Toni Comín y el otro prófugo Carles. Mezclan churras con merinas, y de paso meten en el aprisco las cabras del cabreo que muchos españoles declaran. Es demagogia pura.

 

Acusan a Rajoy de querer presupuestos para España. La estrategia de un gobierno es la de aspirar a tener presupuestos para seguir gobernando. De cualquier gobierno. Y eso no puede ser tildado como defecto, ni traición. Como si tener presupuestos para el Estado no fuera  decisivo en este tiempo de zozobra territorial. Como si los presupuestos fueran un güisqui y un puro que se fuma Mariano, y no el instrumento que garantice a funcionarios y pensionistas los que hace años que no han disfrutado.

 

Dan a los presupuestos la importancia de cierta conveniencia política para Rajoy y su partido, pero olvidan que hay muchas infraestructuras comprometidas que no verán la luz pronto sin presupuestos aprobados.

 

AVE, autovías, puertos y aeropuertos que dependen de que haya presupuestos. Eso no es malo, ni negativo que se luche para aprobarlo. Hoy toca hacerlo con el apoyo de C´s, PNV, CC y demás. Ojalá la responsabilidad de todos permitiera menos juegos de dádivas y regalías para que todos saliéramos ganando.

 

La política y su aritmética parlamentaria han dado lugar a esta situación peculiar en nuestro país. Una vez más. Intentar resolver los “obstáculos” parlamentarios para que España siga progresando es el deber de Rajoy como presidente que es. Y la obligación de Mariano.

 

Porque tener presupuestos es invertir en España, y esa es la peor noticia que pueden recibir tanto la crisis como los independentistas. Sin duda alguna.