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Yo no creo en salvapatrias

Benito Fdez 2
Benito Fernández

Desde hace unos días circula insistentemente por los mentideros políticos, tanto de Madrid como de Sevilla, la teoría de que si hay alguien capaz de darle una solución coherente al cacao maravillao que estamos viviendo desde hace tres meses con los llamados pactos de investidura, esa no es otra que la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. El run run, que ya ha tenido su eco mediático en algunos sesudos artículos de afamados columnistas, no sólo surge de las filas socialistas, sobre todos de aquellos que tuvieron poder en su momento y ahora se encuentran al margen de la actividad política, sino también de muchos ex altos cargos populares que siguen creyendo a pies juntillas lo que Susana dice en sus círculos más cercanos y pregona a los cuatro vientos cuando hay cámaras, por supuesto de Canal Sur, por delante. Ya saben, aquello de “yo estoy centrada en Andalucía y no tengo otras aspiraciones que luchar por esta tierra” o lo de la defensa de la unidad de España con la frase copiada a Rojas Marcos de “Andalucía no quiere ser más que nadie, pero tampoco menos que nadie”, ¿les suena?.

Pues bien, uno, que ya está de vuelta de muchas cosas, no cree en salvapatrias alguno. Soy de la opinión que la práctica totalidad de nuestros figurones políticos van a lo suyo, a conservar lo máximo posible su puesto y, a ser posible, a mejorarlo. Empezando por la esfinge de Mariano Rajoy y acabando por el pseudo zapatero bis de Pedro Sánchez y pasando por el naranjito de Albert Rivera o el coletas probolivariano de Pablo Iglesias, todos tratan de salvar su culo y su poltrona sin importarles demasiado lo que piensan de ellos los ciudadanos. Susana no podía ser menos y la teoría de que utilizará a sus veinte diputados andaluces en el Congreso para evitar el pretendido pacto entre Sánchez e Iglesias es una utopía digna de Tomás Moro.

La reunión secreta que mantuvo Susana Díaz con buena parte de su Ejecutivo el fin de semana pasado en la sede socialista sevillana de San Vicente apunta a que la presidenta andaluza está analizando pormenorizadamente todas las posibilidades que los posibles pactos de Gobierno puedan ofrecerle en un futuro a medio y corto plazo.

Estoy más que convencido de que Susana Díaz, fiel a la disciplina del partido y a las directrices que siempre han marcado al PSOE, nunca plantará cara a su secretario general y mucho menos plantearía públicamente una escisión en el Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso. Eso puede quedar para otra ocasión más propicia si Sánchez no logra conseguir, como muchos suponemos, la tan ansiada investidura y se vuelve a estrellar en las más que probables elecciones generales del 26 de junio.Sería entonces cuando la presidenta de la Junta saltaría a la arena para arrebatarle a su compañero primero la Secretaría General del PSOE y después, si se cuadra, la candidatura socialista a la Presidencia del Gobierno.

Con todo hay que reconocer que en Andalucía se están produciendo en estos momentos algunos movimientos subterráneos que apuntan a la preparación de unas nuevas estrategias de los anti sánchez. La reunión secreta que mantuvo Susana Díaz con buena parte de su Ejecutivo el fin de semana pasado en la sede socialista sevillana de San Vicente apunta a que la presidenta andaluza está analizando pormenorizadamente todas las posibilidades que los posibles pactos de Gobierno puedan ofrecerle en un futuro a medio y corto plazo. Si Sánchez consigue, aunque solo sea por un par de meses, llegar a la Moncloa con la ayuda de Ciudadanos, de Podemos o del rosario de la aurora, la presidenta andaluza se verá obligada a volver a sus cuarteles de invierno en espera de que alguien dinamite los apoyos. De ahí ese doble juego que mantiene en los últimos meses en los que está dejando que circulen todo tipo de rumores, que ni confirma ni desmiente, sobre su candidatura a dirigir el partido en el próximo Congreso Socialista o sobre la posibilidad de que sea ella y no Pedro Sánchez quien pueda encabezar la candidatura socialista a la Presidecia del Gobierno en las elecciones del 26 de junio.

Como ven, el abanico de posibilidades que se plantea es tan amplio como el que existe actualmente en materia de pactos. Y como podemos comprobar fehacientemente los ciudadanos, han pasado casi cuatro meses desde las últimas elecciones y el panorama político español está tan confuso o más que el 21 de diciembre. Si, como da la impresión, estamos abocados a una nueva cita electoral a finales de junio que mucho me temo que no va a cambiar demasiado el actual reparto de fuerzas, la situación es harto preocupante. Tanto que va siendo hora de que los partidos todavía mayoritarios, es decir, PP y PSOE, deberían plantearse cuanto antes llegar a un acuerdo que ponga fin a este demencial sistema electoral que venimos soportando desde hace cuarenta años. Sería la única forma de evitar que el caos que estamos viviendo se volviera a repetir en el futuro.