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Susana no tira cohetes, pero dispara a Sánchez

La presidenta andaluza logró que Pedro Sánchez recibiera el desgaste por los malos resultados, sin que los barones asuman responsabilidad alguna en sus territorios

Nacho Trillo
Ignacio Trillo

Los efectos directos y daños colaterales que han reflejado los resultados de las urnas del 20-D están provocando lógicas tensiones entre las formaciones políticas, más en las del bipartidismo perdedor. En esta ocasión, como viene siendo una constante, salvando dignas excepcionalidades en el pasado, tampoco ha habido dimisión alguna por asunción de responsabilidades en el fracaso electoral.

En el caso concreto del PSOE, ha ocurrido un amago en la sucesión del cargo de Pedro Sánchez que ambiciona Susana Díaz, con el objeto de desgastarlo aún más en vísperas de intentar formar Gobierno y cuando está en ciernes el inaplazable Congreso de los socialistas.

Análisis interesados sobre los resultados de estos comicios han incidido en el titular de que en Andalucía ha obtenido el PSOE los mejores resultados; la victoria de Susana Díaz sobre el PP se expone como incontestable, conclusión que le ha servido para sacar pecho y presentarse en Madrid como única triunfadora de su partido.

Sin embargo, lo único innegable que realmente ha acaecido es el hundimiento de votos de los dos grandes partidos mayoritarios.

La mayor pérdida de votos le correspondería al PP si tomamos como referencia la anterior cita electoral del año 2011. Y si la comparación es más atrás, desde el inicio del estallido de la crisis en el año 2008, la superior cuantía en ese descenso lo ha representado el voto PSOE, que, tras el grave revés que recibió el 20-N en 2011, acumula una merma de algo más de veinte puntos electorales y la mitad de los votos perdidos desde entonces.

[blockquote style=»1″]Significa, en números de votantes, que el PSOE de Andalucía ha pasado, de 2. 342.277 de votos cosechados en las elecciones generales del 2008, a 1.594.893 en las del 2011, y ahora, en 2015, con 2,5 puntos de mayor participación del cuerpo electoral, a retener 1.400.399 sufragios.[/blockquote]

Para trasladar este análisis a Andalucía, comienzo tomando la muestra de lo sucedido en el partido político ganador, el PSOE-A. En este 20-D, alcanzó el 31,53% de los votos. Pues bien, contrastando esta cifra del 2015 con las anteriores generales del año 2011, donde los del puño y la rosa lograron el 36,6% de los votos, serían 5,07 puntos menos; y sí la comparación fuera con la precedente cita del 2008, donde alcanzó el 51,93% de los sufragios, supondría 20,40 puntos menos.

La lectura anterior no admite equívoco. Significa, en números de votantes, que el PSOE de Andalucía ha pasado, de 2.342.277 votos cosechados en las elecciones generales del 2008, a 1.594.893 en las del 2011, y ahora, en 2015, con 2,5 puntos de mayor participación del cuerpo electoral, a retener 1.400.399 sufragios.

Y con respecto al segundo partido, el PP-A, presidido por el timorato y nada carismático Juanma Moreno Bonilla, manifestar que, mientras la diferencia que en estas elecciones del 2015 ha habido entre Rajoy y Pedro Sánchez ha sido de 6,71 puntos electorales, la del partido de Susana Díaz con el del líder andaluz del PP se ha situado tan solo en 2,43. Como antecedente, no hay que olvidar que la diferencia que existía entre el PSOE-A y el PP-A cuando empezó la crisis, allá por el año 2008, era de 13,77 puntos, favorable a los socialistas andaluces.

Si a lo anterior le añadimos que han surgido recientemente dos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, que han logrado el 16,86% y el 13,77%, respectivamente, del electorado andaluz, en tanto la IU hundida que en el 2008 obtuvo 230.335 votos en Andalucía, ahora, con aproximada participación, 255.080 papeletas, la victoria del PSOE-A en absoluto se presenta como irrefutable.

En este mismo sentido, si nos acercamos a la comunidad autónoma próxima a Andalucía, Extremadura, desmontamos también esa otra falacia de la excepcionalidad que representa el voto socialista logrado por Susana Díaz en relación al resto de España.

En Extremadura, el PSOE de Fernández Vara ha logrado el 36% de los votos, 5,07 puntos por encima de Susana Díaz. Asimismo, desde 2008 al 2015, el partido socialista extremeño ha perdido 15,13 puntos, y desde el 2011, 1,16, mientras el andaluz lo ha hecho en 20,40 y 4,97 respectivamente.

Con este bagaje de autobombo propagandístico tramposo se ha presentado Susana Díaz en el encuentro de barones y al Comité Federal para frenar a Pedro Sánchez, no fuera a consolidarse y su codiciada aspiración a la Moncloa, previo hacerse totalmente con el PSOE, se pospusiera en el tiempo sine die.

[blockquote style=»1″]Para ello, Susana Díaz ha logrado lo pretendido en la cumbre federal celebrada: que Pedro Sánchez recibiera el desgaste por el aluvión de críticas a los malos resultados logrados, sin que los barones tuvieran responsabilidad alguna en sus territorios[/blockquote]

Para ello, Susana Díaz ha logrado lo pretendido en la cumbre federal celebrada: que Pedro Sánchez recibiera el desgaste por el aluvión de críticas a los malos resultados logrados, sin que los barones tuvieran responsabilidad alguna en sus territorios, viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, y encorsetarlo en la negociación para poder intentar la formación de Gobierno echándole en cara que no puede gobernar con el PP, ni con Podemos a cualquier precio. Y a esperar su fracaso, para ir en febrero a la convocatoria del Congreso del PSOE presentándose como la salvadora de cara a un probable escenario de adelanto electoral.

A la vez, Díaz carga las tintas contra Podemos, la bicha y su obstáculo de cara a un anhelado giro futuro del PSOE; si ella lo dirigiera haría la Gran Coalición con el PP, abriéndose también las puertas a liderar después un Gobierno en solitario, o con Ciudadanos, que capitalizase el derrumbe interno de la opción conservadora.

Y es que Susana Díaz, una tacticista nata, más lista que el hambre pero con enorme déficit intelectual –además se vanagloria de no tener tiempo para leer un libro o que le basta con dar un rápido vistazo a los titulares de prensa para saber de qué van– es de las que entiende con simpleza que Podemos, como no para de aseverar, también para consumo interno de la militancia socialista, quiere sustituir al PSOE, algo que sería totalmente legítimo en la batalla política. Por el contrario, no asimila que ha sido el propio PSOE quien con sus políticas de derecha y su praxis clientelar, de espalda a los nuevos movimientos sociales y a su propia afiliación, que no pinta nada más allá de pegar carteles y servir de claques en los mítines en momentos preelectorales, ha hecho lo imposible en este tiempo que llevamos de crisis para ser sustituido por el Podemos que surgiera para cubrir el vacío que ha ido dejando. La actual composición mayoritaria del cuerpo electoral del votante PSOE, procedente de jubilados y de las zonas más despobladas del interior, atestigua el fin pasokero que amenaza al PSOE.

Susana Díaz, sin embargo, no se da cuenta, como tampoco su asesor y padre político, el antaño lumbrera Felipe González, que no estamos en el centro de la UE sino en la periferia sufridora de las políticas neoliberales, y, aún con riesgos ineludibles, al PSOE sólo lo salvaría, en este crítico momento de su decadencia con rumbo al abismo, el éxito del gobierno que formara Pedro Sánchez con el apoyo de Ciudadanos y Podemos para la regeneración del sistema y bajo un nuevo modelo económico que reconstruyera un Estado del Bienestar de nuevo cuño para echar a andar una segunda Transición. Y si la primera fue posible con políticos tan dispares como Santiago Carrillo y Manuel Fraga, o Adolfo Suárez y el propio Felipe González, ¿por qué ahora no?

That’s the question.