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Tener un relato

Daniel Gutierrez Marin
Daniel Gutiérrez Marín

Soy masoquista, lo reconozco. Cada sábado acudo impenitente al canal seis para postrarme ante el mejor programa de política rosa que se hace en este país. Veo desfilar por el plató a políticos y periodistas que se enzarzan en discusiones estériles y que nada aportan a los ciudadanos para comprender lo que sucede a su alrededor. Sin embargo, ocurren momentos de lucidez. Le escuchó decir a Esperanza Aguirre, en una entrevista grabada, que el gran problema de su partido es que no tiene relato. Menudo descubrimiento pero qué gran verdad. Ante una posible repetición electoral, me pregunto cuál será el relato de los peperos para ganarlas. Voy más allá, ¿qué significa ser o pertenecer al Partido Popular?

Si los jóvenes se han distanciado de los grandes partidos, de los catch-all-parties, precisamente es por ese vacío identitario en relación a sus relatos. No es un problema exclusivo del principal partido de la derecha. A los socialistas, cada día que pasa en este período de negociaciones, la ausencia de un relato propio les pesa más. Ya ni siquiera es cuestión de reducirlo a la eterna diatriba de la izquierda o la derecha, más vigentes que nunca, como dijera Bobbio. Es la emergente necesidad de crear etiquetas que permitan moldear un espacio cómodo para el reconocimiento social. La denominada «nueva política» ha desalmado –he dicho bien, con ele- a los grandes partidos tradicionales, Izquierda Unida incluso, al mismo tiempo que ha creado marcos a su medida como trajes de sastre. Podemos ya no es el partido de los comunistas aunque ondeen banderas tricolores en los balcones de los ayuntamientos que gobiernan. Es el partido de la gente, el de la soberanía del pueblo. Ciudadanos no es el partido del Ibex35 o el partido de los liberales sino el lugar donde los jóvenes se descargan de la pesada losa de ser de derechas en un país que padeció una dictadura de este signo durante cuatro largas décadas. A Rivera le encanta repetirse, por si acaso: somos demócrata-liberales. Aunque a estas alturas ya no importe demasiado. La nueva derecha en España –no confundir con la Nueva Derecha de Benoist, por favor- tiene color naranja y ha llegado desde Cataluña. Penalti en Las Gaunas.

Ante una posible repetición electoral, me pregunto cuál será el relato de los peperos para ganarlas. Voy más allá, ¿qué significa ser o pertenecer al Partido Popular?

Mantengo, sin datos empíricos, que las ideologías van camino de entrar en barrena para ser sustituidas por las identidades. Mientras que los posicionamientos ideológicos son cerrados y monolíticos, las etiquetas permiten la volubilidad y la movilidad. Una evidencia que confirma esta apreciación es la volatilidad electoral, por ejemplo. Los votantes de hoy tienen menos prejuicios a la hora de cambiar el sentido de su voto. Las identidades van más allá de las ideologías. Permiten definir a los individuos y a los colectivos, fomentando el reconocimiento social voluntario y el interaccionismo entre las personas. La mayor expresión de este fenómeno, probablemente, fueron las protestas madrugadoras, en palabras de Tarrow, durante las manifestaciones del 15M en 2011. Quienes se reunían en las plazas no tenían tanta intención de derrocar el gobierno como de aprender a hablar de política, de intercambiar opiniones y de expresar su insatisfacción.

Ciertamente, Aguirre tiene razón. El Partido Popular padece la anemia del relato. Nadie desde dentro del partido se esfuerza en construir uno mientras, desde la bancada de la oposición y desde determinados medios, los peperos son retratados como saqueadores o mafiosos. Con los riesgos que conlleva que tales definiciones calen entre la opinión pública. En la sociedad de la información, contarlo es tan importante como serlo. Aviso a navegantes.