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Tras el 20D: Pandemónium electoral

Cualquier cosa es posible en el nuevo Congreso de los Diputados

Juanma Vidal / Opinión.- Se acaba de cerrar el escrutinio, se acabaron los recuentos, terminaron las incertidumbres…. o bien no han hecho más que empezar, porque los resultados finales no son en absoluto esperanzadores para configurar investidura alguna, salvo que tiremos de la manida “geometría variable”, tan de moda en las últimas legislaturas y que ha generado no pocos extraños compañeros de cama.

El PP ha renovado su victoria de 2011 (28,71%, 123 escaños) pero con un sensible retroceso a modo de voto de castigo, pues más de cuatro millones de votos y 64 escaños se han quedado por el camino de la recesión, el rescate, los recortes y los ajustes.

Haberse hipotecado a la macroeconomía, obviando la micro y negando sistemáticamente la corrupción le ha pasado una factura desproporcionada a los populares, que ha abierto la puerta a una nueva derecha más moderada capitaneada por el movimiento del emergente Ciudadanos, que con el 13,91%, ha logrado 40 escaños. Ni siquiera la adición de ambos lograría una mayoría necesaria para respaldar la investidura de Rajoy.

El PSOE sigue sangrando por la herida (22,05%, 90 escaños), Pedro Sánchez ha perdido 1,6 millones de votos y 18 escaños respecto a los resultados que lograra un Pérez Rubalcaba en declive. Sus opciones para gobernar requerirían más que ecuaciones, derivadas e integrales, precisarían un tratado completo de trigonometría, sobre todo después de haber negado a toda clase de acuerdo, porfiando acerca de una más que imposible remontada de las expectativas frustradas y defraudadas en legislaturas anteriores, hasta el punto de auspiciar el nacimiento de una fuerza efervescente por la izquierda.

[blockquote style=»1″]La vieja política ha muerto, el bipartidismo se ha extinguido como los dinosaurios, España se ha fragmentado como nunca antes, la polaridad múltiple provocará infinidad de reuniones, intentos a la desesperada de pactos más o menos antinatura con tal de imponerse a los rivales y no dar el brazo a torcer.[/blockquote]

Ha sido precisamente Podemos la que ha triunfado sin ningún género de dudas en estas elecciones de 2015, tanto en las locales y regionales, como ahora en las nacionales. Pablo Iglesias y sus líderes “absidiolos” han reunido las voluntades del 20,64% de los votantes, lo que supone los refrendos de más de cinco millones de españoles (69 escaños) que no han amerizado de planeta extraterrestre alguno, sino de aquí mismo, hartos del viejo modelo bipartidista, cansados del “turno pacífico de partidos” y que han votado “un cambio de sistema”, como ha declarado un contenido Iglesias, lejos del alborozo acostumbrado por la vieja política.

Los estertores finales de Izquierda Unida, relegada a la mínima expresión (dos diputados), UPyD desaparecida, y los balbuceos autonomistas de fuerzas antes bulliciosas como PNV, CDC (antes CiU) y Esquerra, casi ausentes en el proceso electoral, y por supuesto en los debates, dibujan un panorama muy, pero que muy complejo para formar gobierno, máxime cuando el proceso soberanista catalán está a punto de formar Gobierno, y nada favorable a pactar con Madrid.

La vieja política ha muerto, el bipartidismo se ha extinguido como los dinosaurios, España se ha fragmentado como nunca antes, la polaridad múltiple provocará infinidad de reuniones, intentos a la desesperada de pactos más o menos antinatura con tal de imponerse a los rivales y no dar el brazo a torcer.

Nos esperan muchos retos, y de manera inmediata, que no permitirán la tregua necesaria para pactar con calma, de ahí la precisa celeridad para reunir refrendos entre los nuevos elegidos. Bajo ningún concepto convendría agotar el periodo de acuerdo, en torno a los dos o tres meses, pues nos abocaría a unas nuevas elecciones, que solo generarían más desgaste entre los ya derrotados partidos clásicos, lo que abriría la puerta a los emergentes, reiniciando un bipartidismo de nueva factura.

No olvido que Andalucía ha vuelto a respaldar al PSOE como primera fuerza política, y ni siquiera por completo, pues Almería y Málaga se han vestido del azul popular. Ya dijimos que Susana Díaz no baraja por ahora dar el salto a la política nacional, pero podría ser la única solución de emergencia o tabla de salvación para evitar la debacle total de los socialistas, y sabe que muchos varones le respaldan, pero como le pasó a Chacón, igual no es su momento.

Rajoy ha pagado un precio desmedido por su altanería, por su soberbia, por su grandilocuencia, demostrada al no comparecer en los debates, al no dar la cara en las ruedas de prensa y hablar a través del plasma televisivo, cuando hubiera necesitado mostrarse de frente, sin esconder la cabeza como avestruz. Puede que Rivera le apoye absteniéndose, pero ni aun así sería suficiente para obtener los apoyos necesarios, y que se olvide de inviables Gobiernos de salvación nacional.

Iglesias surgió como algo espontáneo, fresco, alternativo, original, mediático, digital, y aquí están los resultados: de la nada ha logrado levantar a una izquierda desestructurada, rota, desconfiada y que recupera a un líder carismático en la figura del “coleta morada”, como él mismo se designó. Resulta inverosímil creer que ahora sea decisivo, pero no pierdan la atención, porque cualquier cosa será posible en este pandemónium en que se convertirá a partir de mañana el Congreso si definitivamente se conforma con los apoyos de unos o de otros.