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Un cuento real de emprendedores andaluces

Cuando un sueño se convierte en pesadilla.

Al final de los ochenta, se produjo en Europa una caída de las actividades clásicas agrícolas e industriales, afectando sobre todo a las zonas rurales, lo que conllevó al abandono de la población hacia las grandes ciudades en busca de trabajo. Para frenar esta situación, la Comisión Europea lanzó en 1991 una nueva iniciativa denominada LEADER (acrónimo del francés, que significa “Relaciones entre Actividades de Desarrollo de la Economía Rural).

Esta iniciativa consistía en el reparto de “sacas” de dinero público para que los habitantes rurales pusieran en marcha proyectos que generaran riqueza (empleo) y se evitara así el despoblamiento. Pero no sería la Administración Pública la que iría repartiendo ese dinero proyecto a proyecto, ya que lo que se pretendía era aplicar el Enfoque Ascendente “de abajo a arriba”, es decir, que los gestores de esas ayudas estuvieran dentro de la sociedad rural y así hubiera un mayor acercamiento y tutela a los futuros emprendedores rurales, así como para lograr una mayor implicación de los habitantes en el desarrollo de su propio territorio. De esta manera, en lugar de la Administración Pública, serían unas entidades comarcales creadas ex profeso las que lo harían. Entidades que estarían conformadas por ayuntamientos, empresas privadas, entidades financieras, sindicatos, y/o asociaciones de la comarca afectada, que podrían a su vez contratar a su propio equipo de “profesionales” para que tramitaran y gestionaran todo ese dinero público, pero siempre bajo la supervisión y el control de la Administración Pública.

 

Y así fue como, por ejemplo, en Andalucía, que cuenta con una superficie y población rural de gran peso en la región, se decidió sumarse a esta novedosa iniciativa europea, llegando a ponerse en marcha diversos programas Leader para así intentar paliar la situación de su éxodo rural:

 

Iniciativa Leader Periodo
Leader I 1991 – 1993
Leader II y Proder 1994 – 1999
Proder y Leader Plus 2000 – 2006
LiderA 2007 – 2013
Desarrollo Local Leader 2014 – 2020

 

 

… y así comienza esta historia:

 

Rosa y Antonio se marcharon del pueblo en busca de trabajo a una afamada y turística isla, donde lograron un empleo en una cadena hotelera. En sus mentes siempre estaba su pueblo, soñaban con regresar algún día. Pasaron los años, nacieron sus hijos y con lo que habían ahorrado decidieron volver a su tierra.

 

Ambos eran panaderos y tenían claro que su objetivo era crear en su pueblo una panadería, y para ello hicieron lo mismo que habría hecho cualquiera, ir a su Caja de Ahorros a pedir un préstamo e informarse en su Ayuntamiento sobre los trámites legales pertinentes. Y así fue como en el camino se tropezaron, y digo bien, tropezaron con unas gentes que les cantaban alegremente que si le daban un toque innovador a su negocio les concederían una subvención para ayudarlos a ponerlo en marcha.

 

Ellos, que venían de trabajar de otro mundo más avanzado que el rural, supieron rápido cómo darle ese enfoque innovador, y proyectaron una panadería con una zona de degustación, o lo que es lo mismo, una cafetería, desde la que sentado tomando tu café con un rosco frito podrías ver a través de una gran cristalera cómo se elaboraban artesanalmente sus delicias.  Pensaron que así, no sólo atraerían a la clientela del propio pueblo, sino también a la foránea, dado que se sumaba el hecho de estar ubicados en una zona con gran proyección turística.

 

Rosa y Antonio que, con o sin subvención iban a poner en marcha su sueño, llevaban meses desbordados para que su negocio pudiera abrirse lo antes posible y poder empezar a generar ingresos.

 

Esa idea de negocio fue plasmada en papel con la ayuda de esas gentes con las que se habían cruzado en el camino y, asesorados en todo momento por una empleada de la Asociación que gestionaba las ayudas del Programa Leader de su comarca.

 

Rosa y Antonio que, con o sin subvención iban a poner en marcha su sueño, llevaban meses desbordados para que su negocio pudiera abrirse lo antes posible y poder empezar a generar ingresos, ya que por ahora todo habían sido gastos y el préstamo bancario tenía su límite. El calor ya apretaba, era agosto, y fue cuando por fin llegó la ansiada carta: “Esta Asociación ha acordado concederle la subvención solicitada por entender que cumple con los objetivos del Programa Leader, dispone de 15 días para aceptarla o se considerará desistida”. Esa carta, firmada por la gerencia de dicha entidad, iba acompañada del acuerdo del Consejo de la Asociación y, aunque venía a decir lo mismo, Rosa se lo leyó con entusiasmo a su marido en voz alta hasta que llegó al apartado de las condiciones que le imponían, quebrándose su voz: “…pero nunca podrá realizar en el mismo local actividades propias de cafetería”.

 

Sus cuerpos se helaron, ¿y qué hacemos ahora con el proyecto que nos han redactado, y con la maquinaria pedida y materiales? ¿Quién nos va a pagar esto ahora? ¿Por qué no nos dijeron desde un principio que la cafetería no podía hacerse? Angustiados, arrancaron su coche y se personaron en la oficina de la Asociación del Programa Leader para hablar con la empleada que le había estado asesorando en todo el proceso. Al llegar sólo encuentran a una única persona, quien les informa que el resto de empleados se encuentran de vacaciones.

 

En el fondo, esa empleada sabía que eso no era una errata, pero no podía desacreditar a sus superiores sin tener la seguridad de lo que había sucedido, y tampoco disponía del acta de la reunión para poder comprobar el acuerdo real adoptado.

 

La empleada presente lee la carta y les dice que debe ser una errata administrativa. Localiza el expediente y comprueba que en ningún documento se recoge tal limitación, tan sólo en el acuerdo del Consejo de la Asociación, por lo que “deduce” que al transcribir los acuerdos sobre la plantilla que usaban se hubiera mezclado el texto de otro expediente… En el fondo, esa empleada sabía que eso no era una errata, pero no podía desacreditar a sus superiores sin tener la seguridad de lo que había sucedido, y tampoco disponía del acta de la reunión para poder comprobar el acuerdo real adoptado.

 

Y, sí, ella podría haber llamado a su gerente y preguntado, aunque se encontrara ésta de vacaciones, pero optó por saltarse “el protocolo” y telefonear directamente al órgano de control de la Administración Pública, que la instó a leer el informe que desde esa Administración se había remitido en su día a la Asociación dando el visto bueno a todo el proyecto de Rosa y Antonio, y en el que en ningún momento se recogía tal limitación, por considerarlo un proyecto que cumplía con las exigencias del programa europeo Leader. Asimismo, la informaron que, si no se trataba de una errata, el Consejo habría cometido una irregularidad porque no podía imponer condiciones “inventadas”, puesto que se trataba de un dinero público que iba asociado a una determinada normativa y se debía regir por la misma, y no por el criterio espontáneo de ningún empleado ni miembro del Consejo.

 

Así, la solución que se dio fue la de redactar una carta aceptando la subvención porque si no la perderían, y añadir en la misma la disconformidad con la quita hecha, solicitando su revisión y modificación, y todo ello argumentado en base a la normativa por la que se regía dicho programa de ayudas público. Y, como es lógico, un escrito así sólo lo podría redactar alguien con conocimiento de la normativa de ese programa, por lo que fue la propia empleada quien lo redactó, leyó a Rosa y Antonio, quienes conformes lo firmaron y entregaron para que se le diera registro de entrada ese mismo día.

 

 

No existía tal limitación, pero ni la normativa, ni el informe del propio órgano de control de la Administración Pública, ni las explicaciones de los dos emprendedores, ni…

 

Al regreso de las vacaciones, estalló una guerra en la oficina a cuento de la carta, se acusaba a la empleada de haber actuado de mala fe redactándola (daban por hecho que la había escrito ella, lógico) porque las había desacreditado ante esos emprendedores. Parecía más preocuparles esta “nimiedad” que darle solución al error cometido, pero no, estaban plenamente convencidas de que estaban en lo cierto. De hecho, hasta habían telefoneado a los beneficiarios de dicha subvención para decirles que esa empleada los había informado mal y que la cafetería no era una actividad que pudiera encajar en la subvención.

– ¿Y en qué normativa os estáis basando?

– En lo que dice la línea de ayudas del programa Leader.

– Pues leédmela porque yo no la veo por ningún párrafo…

No existía tal limitación, pero ni la normativa, ni el informe del propio órgano de control de la Administración Pública, ni las explicaciones de los dos emprendedores, ni la de un vocal del Consejo que acudió a la oficina para mediar a petición de los emprendedores, las hacían entrar en razón y corregir su error.

 

«He intentado hablar en varias ocasiones con la técnica responsable de mi expediente para que me den ya alguna solución y siempre me dice que ella no tiene nada que ver y que todo está en manos de la gerencia».

 

Esto le ocurre a una persona débil y cede, pero dieron con unos huesos duros de roer, porque Rosa y Antonio además de recordarles a ellas que si estaban ocupando ese puesto de trabajo era para ayudar a los emprendedores y que ese dinero público no era de ellas, sino de la comarca, no cedieron ni un ápice y les escribieron directamente a los políticos y empresarios que conformaban el Consejo de la Asociación para que supieran lo que estaban haciendo estas empleadas y el trato que habían recibido de las mismas:

 

<< Estimados Señores; ustedes adoptaron el acuerdo de concederme la subvención que solicité para la realización de mi proyecto, pero me dicen que no puedo llevar a cabo actividades propias de cafetería. Al no estar conforme con esta condición impuesta, me dirigí a vuestra sede a exponer mi disconformidad y presenté un escrito aceptando la ayuda, pero a la vez pidiendo que se me quitara la condición que me habían impuesto, todo ello alegado conforme a la normativa por la que se rigen estas subvenciones. A raíz de la presentación de mi escrito, he tenido varias discusiones con la técnica que tramita mi expediente, así como con la propia gerente, ya que siguen insistiendo en que no se me va a subvencionar la zona de mi negocio destinada a la cafetería y hasta me ha llegado a decir la gerente que hiciera un escrito para renunciar a la parte de la subvención correspondiente a la cafetería, algo que, aunque quisiera hacer no puedo porque se trata de un proyecto integral que ya está ejecutándose. He intentado hablar en varias ocasiones con la técnica responsable de mi expediente para que me den ya alguna solución y siempre me dice que ella no tiene nada que ver y que todo está en manos de la gerencia. También he intentado ponerme en contacto con la gerente por teléfono y hasta personarme en su oficina, pero no ha habido forma de que me atienda. Me dijo que ya me llamaría, pero no lo ha hecho…>>

 

Algunos miembros del Consejo dijeron a este matrimonio que no habían sido conscientes de tal limitación, que recordaban de aquella reunión tan sólo el hecho de haber aprobado la ayuda. Finalmente, el Consejo rectificó su anterior acuerdo y quitó la condición que le habían impuesto, se firmó el contrato de ayuda, se ejecutó la inversión, se remitió toda la documentación al órgano de control de la Administración Pública, se transfirió el dinero de la subvención, y se hizo la foto de rigor en la panadería para darle publicidad al buen hacer de la Asociación en pro del desarrollo rural de su comarca.

 

 

La panadería iba cada día mejor, algo realmente sorprendente porque hay que tener en cuenta que este negocio emprendió su rumbo justo cuando la crisis económica se manifestaba con más crudeza en España. Y ellos, no sólo lograron mantenerla, sino crecer y hasta ser distinguidos con el Título Internacional “Master de Popularidad”, galardón que les fue otorgado por su imagen, calidad y prestigio.

 

Y aquí me gustaría poner ‘fin de la historia’, pero me temo que aún no se comen las perdices los protagonistas de este cuento, que no es precisamente de hadas…

 

Al cabo de 4 años recibieron una inspección del órgano de control competente para ello de la Administración Pública, querían comprobar que el destino del dinero público concedido había sido usado conforme al proyecto aprobado. Rosa y Antonio, cuyo oficio es hacer panes y roscos, se perdían entre tanto papel que les pedían y preguntas sobre contabilidad que no entendían, y ningún trabajador de la Asociación había acudido a darle apoyo. Ni siquiera la empleada que les redactó aquella carta acudió, más que nada porque había sido despedida tiempo atrás (despido que fue declarado improcedente por un Juez y al que esta panadera se personó en calidad de testigo de dicha empleada…).

 

Pasó el tiempo y nada más supieron de esa inspección, hasta que una mañana los panaderos reciben una carta de la Asociación en la que viene adjunto un informe con el resultado de aquella inspección que el órgano de control de la Administración Pública les había realizado un año atrás. Por las fechas de los registros de entrada y salida que constaban en esos escritos, se evidenciaba que el informe de control de la Administración Pública había estado retenido en la oficina de la Asociación comarcal del programa Leader durante mes y medio, algo totalmente inaudito y más si cabe, por la gravedad del contenido del mismo que concluía diciendo que procedía la devolución íntegra de la subvención recibida (más intereses de demora de 5 años).

 

Algo así debería haber dado lugar a una llamada telefónica, por lo menos, o bien, a personarse en la panadería de estos emprendedores rurales a entregarles ese informe e intentar ayudarlos, pero no, retuvieron el informe por no se sabe qué motivos y tan sólo se limitaron a mandarlo por correo postal.

 

Vuelvo a recordar aquí que el personal de estas Asociaciones Leader no son funcionarios públicos, son personas elegidas por los asociados, aunque su función consista en gestionar dinero público, y que el motivo por el cual Europa lanzó en su día el Plan Leader era para que los gestores de sus ayudas estuvieran lo más cerca posible de los ciudadanos del mundo rural y fueran así apoyados en todo el proceso, y para ello, además de destinarse parte de ese dinero público al mantenimiento de las oficinas Leader y su personal, también se les paga el kilometraje a sus empleados para que se desplacen a cada punto de la comarca para atender in situ a cada emprendedor rural. Y no es precisamente al emprendedor al que se le paga el gasoil ni horas que deja cerrado su negocio para acudir a la oficina del Leader.

 

Ese informe de control, además de sorprendente por todo su argumentario, también era de lo más sospechoso, decía que habían desaparecido documentos importantes del expediente que deberían estar bajo la custodia de la Asociación Leader, y añadían que se los habían reclamado a los beneficiarios y no se los aportaron, y que ello les había imposibilitado el poder evaluar el mantenimiento de la inversión subvencionada y poder determinar así si se había producido o no una desviación en la naturaleza y objetivos de la intervención (añado yo aquí, que esos funcionarios visitaron la panadería, que estaba funcionando y así sigue a día de hoy).

 

Pero ahí no queda la cosa, continúa el informe diciendo que se ha detectado otra irregularidad, ¿se imaginan ustedes cuál? – Pues sí, se trata de la zona del local destinada a la dichosa cafetería.

 

 

 

Pero ahí no queda la cosa, continúa el informe diciendo que se ha detectado otra irregularidad, ¿se imaginan ustedes cuál? – Pues sí, se trata de la zona del local destinada a la dichosa cafetería.

En primer lugar, dan a entender que los beneficiarios de esta subvención han mentido porque en lugar de una zona de degustación lo que han hecho es una cafetería. En segundo lugar, que esa es una actividad de hostelería, por lo que debería haber sido subvencionada a través de otra línea de ayudas y no en la misma de la de la fábrica de pan, que es una industria agroalimentaria (menos mal que del despacho de venta del pan no han dicho “ni mú”, que es un comercio). Y, en tercer lugar, hacen alusión hasta a su propio informe (el que emitió en su día la Administración dando el visto bueno a todo el proyecto, documento previo sin el cual la Asociación no puede aprobar ni denegar una subvención) dando a entender que en él no se contemplaba que se pudiera incluir la cafetería.

 

Pero, ¿es que le han borrado con tippex la mitad de las palabras de los documentos a esta gente? En todos los documentos de la solicitud de subvención, en todos los informes de la Asociación, y en el propio de la Administración, consta que se iba a hacer esa cafetería. Eso sí, en todos menos en uno: en aquel acuerdo del Consejo, pero que fue subsanado.

 

Piensen ustedes, quienes hayan aguantado leyendo hasta aquí este extenso relato, que si ahora estos dos emigrantes retornados tienen que devolver toda la subvención y no tienen ese dinero porque fue invertido en ejecutar su proyecto, ¿qué pasará?, ¿tendrán que venderlo o traspasarlo para pagar?, ¿serán embargados?, ¿tendrán que volver a hacer la maleta y abandonar otra vez su pueblo?

 

Quiero terminar este relato, cuyo final aún no está escrito, con la famosa murga de Carlos Cano que me viene sonando en la cabeza desde que me senté a escribir esta historia. No hace muchos meses que la escuché en este mismo periódico gracias a un vídeo-clip que el periodista Pepe Fernández enlazó a un artículo suyo titulado “La izquierda se hizo con el poder el 4D-77 en Andalucía”. Quizás viniera a mi mente porque estamos de Carnavales, o quizás fuera por el lugar donde se rodó ese vídeo…

 

 

Esto es la murga 
los currelantes
que al respetable
buenamente va a explicar
el mecanismo tira palante
de la manera más bonita y popular
sacabe el paro y haiga trabajo
escuela gratis, medicina y hospital
pan y alegría nunca nos falten
que vuelvan pronto los emigrantes
haiga cultura y prosperidad.