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Universidad en tela de juicio

Juanma Vidal2
Juanma Vidal*

Hace unas fechas se publicó el ranking de universidades del mundo y España, una vez más, no ha salido nada bien parada. Elaborado por la Academic Ranking of World Universities (ARWU), es más conocida como la “Lista Shangai”.

Para evaluar los centros se consideran las universidades con premios Nobel o medallas Fields (profesores o graduados), investigadores muy reconocidos, referidos o como autores de artículos publicados por las revistas científicas Nature o Science en los últimos 10 años, amén de los centros que posean gran cantidad de artículos indexados por Social Science Citation Index (SSCI) y Science Citation Index Expanded (SCIE).

Finalmente se evalúa el rendimiento académico per cápita de la institución (PCP), obtenido a partir de los indicadores anteriores combinados y divididos entre el total de profesores a tiempo completo. Todo ello conforma un ranking que analiza 1.200 universidades de todo el mundo para publicar los datos de las 500 primeras.

A nadie le gusta que “le pinten la cara”, pero tener que descender hasta el puesto 239 para encontrar a la Pompeu-Fabra de Barcelona y de ahí para abajo al resto de españolas, dice muy poco, por no decir que nos pone “a los pies de los caballos” como país de referencia universitaria mundial.

Según parece, esta evaluación era algo magnánima en años anteriores, no mucho más, pero la Universidad de Barcelona pivotaba alrededor del puesto 175 y la Autónoma de Madrid rondaba el 202. Estos datos inequívocamente señalan que vamos a peor.

Desde la Universidad española se alude a la “rigidez del sistema universitario” patrio, incidiendo en que “nuestras universidades son generalistas, lo que no favorece su inclusión en los ránking”, pese a ello se reconoce que “no estamos haciendo nada para cambiar las cosas así que estos datos no sorprenden” y concluyen que “es muy difícil lograr cambios de un año a otro” ¡Vamos, lo de costumbre!

 

Si se ficha a golpe de talonario quizá podamos entender porqué EE. UU. es la primera potencia mundial universitaria.

 

Se le atribuye al torero Rafael Guerra “Guerrita” el célebre aforismo «Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible», un pleonasmo en toda regla, una redundancia de cajón, que viene pintiparada para el sector afecto y por ende inmutable ante este desagravio, ni siquiera por prurito profesional, porque como buenos españoles siempre ponemos una excusa en vez de buscar una solución.

Como muchos de Vds., yo fui a la Universidad, a la Complutense por más señas. Ello no me hace mejor persona, ni más listo, ni mejor preparado, pero ayudó en mi formación educativa y humana. Conocí a insignes profesores, maestros por designarles en su justa medida. Pero también sufrí a torpes e incapaces, por suerte los menos. Sé que muchos se tomaban muy en serio su trabajo y rendían por encima de sus posibilidades, pero no, no eran Nobeles.

En verdad, el hecho de que entre las 30 primeras haya 22 de EE. UU. da qué pensar, por el mega esfuerzo de tales centros, que no cuestiono, si bien muchos de sus profesores no son originarios de aquel país, sino asimilados, lo cual nos permitiría establecer un paralelismo con la Liga de Fútbol española, que cuenta con algunos de los mejores futbolistas extranjeros del planeta, lo que la convierte casi en la mejor Liga del mundo. Si se ficha a golpe de talonario quizá podamos entender porqué EE. UU. es la primera potencia mundial universitaria.

Pero tampoco eso me consuela. La educación ha sido moneda de cambio desde la Transición. El cambio de modelo o de planes ha sido frustrante desde 1974. Les aseguro que he perdido la cuenta, solo sé que este modelo actual es insostenible.

 

Hay científicos españoles trabajando en universidades extranjeras y obteniendo logros increíbles, lo que demuestra que la inteligencia, el talento, no tiene un ADN específico, sino que hay que promocionarlo, regarlo, incentivarlo…

 

Quisimos socializar la universidad, pero la masificación ha ido en detrimento de la institución. Ahora, tampoco destacan los centros privados, entre otras cosas porque muchos comparten profesores con la pública, que hacen doblete, para ganar más, lo cual es intachable, pero reduce su capacidad individual investigadora. Así parece difícil no, imposible publicar y menos ganar premios.

Por otro lado, ya no hay un control nacional, sino autonómico, lo que tampoco parece que haya beneficiado a la Universidad al atomizar los esfuerzos, polarizando los éxitos conforme al progreso de su respectiva Comunidad.

No es casual que nos produzca estragos comprobar que hay científicos españoles trabajando en universidades extranjeras y obteniendo logros increíbles, lo que demuestra que la inteligencia, el talento, no tiene un ADN específico, sino que hay que promocionarlo, regarlo, incentivarlo, para luego recoger los réditos.

Hace muchos años vivíamos de los éxitos aislados de los difuntos Ángel Nieto y Paquito Fernández Ochoa (QEPD), de Santana y Orantes, de Gento y Luis Suarez, etc. Hoy tenemos a Márquez, Lorenzo, Nadal, los Gasol, Ramos e Iniesta, etc. ¡No entiendo por qué seguimos añorando a Ramón y Cajal, Benavente, Severo Ochoa, Cela, et al, todos muertos, y no podemos promocionar a nadie porque nos hemos cargado la educación, la I+D+i, la Universidad, la escuela…todo!

Lo primero sería plantear hacia dónde queremos ir, qué modelo queremos desarrollar, qué objetivos perseguimos, con qué capital monetario y humano contamos, qué tipo de alumnos recibimos, incentivar de nuevo la investigación con fondos públicos y privados, proyectar nuestros éxitos y sobre todo recuperar a aquellos que llevan ya la iniciativa desde fuera, porque el futuro de nuestra Universidad está en juego: vamos sin frenos y marcha atrás.

 

*Juan Manuel Vidal es Periodista y Community Manager

@VidalJuanma