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Urge un despacho presidencial en el AVE

Pepe Fdez
Pepe Fernández*

Susana se va definitivamente a la guerra. Está como Juan Carlos I la noche del 23F  “ya no puedo dar marcha atrás». De los tres aspirantes es la que más tiene que perder, precisamente por eso va convencida de que ganará. No estará sola, le apoyan sus partidarios de la nomenklatura, sus medios  realquilados, el IBEX y también la derecha. Adoptará el modelo Cospedal, tan criticado por los socialistas, ser lideresa del socialismo patrio y presidenta de la Junta de Andalucía al mismo tiempo. Es urgente que Adif adecue uno de sus AVEs como sede movil de la presidencia de la Junta de Andalucía con todos sus avíos. Cuatro horas de viaje son muchas y valiosas horas al año para la presidenta de la Junta.

Pero mientras a Susana le preparan su victoria, aquí en Andalucía, en el famoso feudo político de la Presidenta no todo rula a su favor. Echemos un vistazo por encima a lo que se percibe en el socialismo sureño de estos días tan intensos.

Si de algo está sirviendo la batalla interna que se libra en el PSOE es para romper con clichés preestablecidos durante décadas por diversas razones. Quizás el más socorrido y llamativo, cuando de definir al cuerpo social que integra el PSOE en general se trata, es el que apunta al hecho de que todos los que militan en el partido ostentan un puesto con cargo a los presupuestos públicos, conformando una poderosa red clientelar en toda la región.

 

Es urgente que Adif adecue uno de sus AVEs como sede movil de la presidencia de la Junta de Andalucía con todos sus avíos.

 

No es cierto y quien mejor lo sabe es la máxima dirigente del PSOE andaluz, Susana Díaz, la mejor conocedora de las tripas de su partido, ese cuyos militantes, desde octubre pasado, hablan en voz alta y en libertad a través de las redes pidiendo democracia y limpieza interna. Una situación verdaderamente novedosa en el partido,

Otra cosa bien distinta son quienes disfrutan de canonjías en el PSOE, cargos  en terceros y cuartos niveles de diversa índole, que suelen compatibilizar ese puesto público con uno orgánico en el partido. Así, durante décadas, ha estado garantizada la unidad familiar y la voz uniforme del mando. Una maquina de ganar elecciones en definitiva.

 

El partido distribuye el poder y los cargos.

 

Un ejemplo: existe una norma no escrita en el PSOE-A según la cual, el secretario provincial del partido, es quien propone al consejero de turno los nombres de las personas que deban en su provincia cada cuatro años ocupar los cargos de designación directa en la administración periférica de la Junta. Eso, tirando por lo bajo, son dos docenas largas de puestos a cubrir en cada provincia. Puede suceder, incluso, que sea el consejero o la consejera la que proponga un nombre concreto y que funcione el derecho de veto provincial, imponiéndose casi siempre el criterio del partido, no el de la eficacia, la confianza o la trayectoria  que tenga el candidato “de Sevilla”, así en abstracto, aunque sea oriundo de la propia plaza. En los últimos años solo se recuerda un serio altercado de estas características en el nombramiento de la delegada de Almería de Asuntos Sociales, en cuya batalla final venció la entonces consejera Micaela Navarro frente a Diego Asensio, abiertamente enfrentado ya por aquel entonces a Griñán y sus «griñaninis».

El modelo, heredado de la etapa de Pepe Rodríguez de la Borbolla e ideado por aquello tan temido que se llamó “ el guerrismo”, ha funcionado razonablemente bien para los intereses del partido en estas últimas tres décadas.

 

el secretario provincial del partido, es quien propone al consejero de turno los nombres de las personas que deban en su provincia cada cuatro años ocupar los cargos de designación directa en la administración periférica de la Junta.

 

Con la marcha de Manuel Chaves de Andalucía se fueron con él las esencias de aquel engranaje – el equilibrio de clanes y familias- que tan buenos resultados de mayorías le dieron al PSOE, perpetuándose hasta nuestros días en el control del gobierno andaluz. En el argot popular, los más informados como la Juez Alaya se refieren a este fenómeno como «cebamiento» de una “red clientelar”. Los más severos críticos con este estado de cosas empezaron a llamarle “Régimen”, término usado habitualmente por el PP y los medios de la derecha.

Una exageración punzante que no responde a la realidad ya que no se trata de un régimen/dictadura como la de Franco; la realidad es que los andaluces han votado libremente, elección tras elección y ha sido mérito del PSOE saberse ganar la confianza de la mayoría de los votantes. Claro que ayudados por un arma de efecto garantizado, los miles de millones de euros que se han manejado en la gestión pública andaluza en estos treinta años de poder socialista autonómico.

 

Chaves se llevó lo que quedaba de Suresnes

 

Con Manolo Chaves se fue el único cordón que unía al partido en Andalucía con el espíritu de Sucrenses, con la historia moderna del PSOE. Griñán, que no es hombre de partido, dispuso el tablero y nominó a tres peones para la sucesión en lo que se intuía a todas luces un final de ciclo. La madre naturaleza hizo el resto, imponiéndose la más fuerte, la más astuta, la más populista, la más maniobrera, Susana Díaz. Rafael Velasco y Mario Jiménez se quedaron en el camino del liderazgo, llegando desde el puesto de mando del partido como Secretaria de Organización la ambiciosa y dispuesta Susana, famosa por haber ascendido sin piedad y sin demasiados escrúpulos democráticos en el manejo interno de las agrupaciones. De esta carrera prodigiosa de la Sra Díaz en el PSOE andaluz pueden dar buena cuenta una ristra de pigmaliones del socialismo que la han apadrinado en distintas etapas de su firme escalada como Pepe Caballos, Jose Antonio Viera, Alfredo Sánchez Monteseirín o Pepe Griñán  que hizo viable que fuese su sucesora. Todos, menos el primero, fueron quedando en las cunetas del olvido o la traición.

 

Susana Díaz sacó  en 2015 exactamente 114.423 votos menos que Pepe Griñán, bajando el porcentaje socialista del 39,52% al 35,43% respectivamente.

 

Convendrá recordar que Griñan acabó imponiéndose en el partido como secretario general, rompiendo algo más que la bicefalia que había diseñado su amigo y antecesor Manolo Chaves. Se rompió entonces una amistad personal de años entre ambos dirigentes. En ese rifirrafe  que ganó el griñanismo por goleada a los de Manolo Chaves, a Susana Díaz le tocó pegar tiros en el bando de la renovación, de tal forma que fue una de las francotiradoras más valoradas del partido. Por solo nueve votos ganó Rubalcaba el congreso de Sevilla frente a Carme Chacón a la que en Andalucía apoyaba Susana de parte de Griñán. Y al final, en primarias pero sin urnas, Díaz se quedó con el cortijo andaluz socialista, justo después de la salida de Griñán, el primer socialista (y único) que ha asumido responsabilidades políticas de motu propio dimitiendo por el caso EREs.

A todo esto no está de más repasar cual ha sido la evolución electoral del PSOE en Andalucia en estas últimas cuatro legislaturas. En el año 2004 el PSOE-A obtuvo 2.260.545 votos, un 51% del censo  y en 2015 fueron 1.409.042 , un 35,43%. Es cierto, el PSOE andaluz «siempre gana» como presume  la Sra. Díaz, como también es cierto que, elección tras elección ha ido perdiendo apoyos entre los electores andaluces. Susana Díaz sacó  en 2015 exactamente 114.423 votos menos que Pepe Griñán, bajando el porcentaje socialista del 39,52% al 35,43% respectivamente. Son datos que vienen a romper con aquel viejo lema socialista que definía al PSOE como «el gran partido de los andaluces».

 

El divorcio Chaves-Griñan

 

La crisis abierta tras la ruptura Griñán-Chaves es, sin duda, una de las claves a tener en cuenta para analizar con mayor acierto lo que ahora está pasando en el interior del PSOE de Andalucía.

El poder interno del partido, compartido históricamente por territorios como Jaén y Cádiz, ( Pizarro y Zarrias), quedó desplazado a Sevilla y en unas solas manos. Susana Díaz había llegado creando su propio equipo, gentes de un perfil político medio bajo, desplazando a quienes garantizaban el nexo de unión con el pasado. Pese al taticismo selectivo empleado, han sido más los apartados que los llamados a quedarse.

Muchos veteranos socialistas te dicen que ellos no aspiraban a cargo alguno, que su hora en la política había pasado, simplemente pedían que no se les tirara a la papelera del olvido o el desprecio. Por no hablar de las “víctimas” – juez Bolaños dixit– del escándalo EREs, esos que nunca se llevaron un duro, pero que están sentados en el banquillo por ser socialistas y haber firmado lo que les ponían por delante. Personas que se sienten como apestados leprosos, a los que nadie se acercará para darle al menos una palmada de ánimo en la espalda, no vaya a ser que se contagie el partido y su lideresa.

 

La crisis abierta tras la ruptura Griñán-Chaves es, sin duda, una de las claves a tener en cuenta para analizar con mayor acierto lo que ahora está pasando en el interior del PSOE de Andalucía.

 

No olvidando por tanto que existen heridas internas mal cerradas, que nunca han aflorado por disciplina de partido, parece que ha llegado el momento de que den la cara. La batalla abierta a nivel federal, con Susana Díaz partiendo como favorita desde Sevilla, devuelve como un fantasma del pasado a todos aquellos a los que el susanismo arrumbó, olvidó o maltrató. Ahí está, como una posición simbólica,  el ex número dos de Chaves en el partido, Luis Pizarro, desde Cádiz apoyando abiertamente a Patxi López.

 

El equilibrio 70/30 puede que haya cambiado

 

Pero ojo, sería un error pensar que ex cargos de confianza de la etapa Chaves son los líderes de la revuelta anti Susana en Andalucia en esta etapa. Algunos quizás lo sean, pero esos veteranos cuadros no han hecho otra cosa que ponerse junto a los militantes de base, esos que no disfrutan de canonjías y agitan las redes sociales para muchos convertidas en virtuales Casas del Pueblo para debatir.

 

Hay quien habla ya del 40/60, que es un resultado políticamente complejo, muy alejado de unanimidades coreanas a las que estamos tan acostumbrados.

 

La ristra de damnificados o cabreados con el susanismo, como es de imaginar, ha ido aumentando conforme han pasado los gobiernos y los días. Algo que nos conduce a pensar que el estatus porcentual del 70/30 del último congreso regional del PSOE en Granada puede que haya variado en contra de los intereses de la dirigente trianera. Hay quien habla ya del 40/60, que es un resultado políticamente complejo, muy alejado de unanimidades coreanas a las que estamos tan acostumbrados.

Todo ello sin olvidar que, en el próximo cónclave regional del Psoe, habrá que decidir a quien se sitúa en el timonel en la era post Susana, gane o pierda en su batalla frente a Pedro Sánchez, que dependiendo de una situación u otra dependerá la solución que deba adoptarse por la militancia de Andalucía. Algo que se traduce como el vaticinio del congreso más intenso del socialismo andaluz en décadas. Entre otras cosas porque no parece que el PSOE andaluz esté dispuesto a romperse la crisma en un nuevo tropezón apostando por una bicefalia tutelada desde Madrid. Y tampoco parecen muy dispuesta su militancia a aceptar el modelo monárquico de heredar el trono.

 

Susana se va porque ganará

 

Vengo manteniendo hace meses -y me ratifico hoy- que si Susana Díaz daba el paso a pelear en Primarias a por la Secretaría General frente a Pedro Sánchez es porque tenía garantizada su victoria, aunque sea por puntos o por la campana.  El paso lo ha dado, señal de que está segura de ganar, «¡me encanta ganar!» ha confesado. Como logre ser ganadora es otra cuestión, pero quienes conocemos la trayectoria política de Susana Díaz hemos constatado que no es mujer dada al harakiri en política, salvo que quien se clave el estoque sea  el adversario. Es verdad que le gusta ganar y que nunca ha perdido, sería la primera vez. Pelear y perder sería para ella un suicidio político que la aparcaría durante una larga temporada, de ahí que su anuncio del próximo día 26 signifique  que tiene garantizado el 99% del éxito en su misión. Ella, me aseguran, está convencida de su victoria final.

 

Lo más sorprendente de todo es la falta de respeto  hacia los andaluces que subyace detrás de esta operación política y personal de nuestra actual Presidenta.

 

Al margen de las consecuencias internas que tenga la marcha de Susana a Madrid, lo más sorprendente de todo es la falta de respeto  hacia los andaluces que subyace detrás de esta operación política y personal de nuestra actual Presidenta.  Algo de lo que nadie habla y menos entre las fuerzas de la oposición que parece que están deseando que Susana se quite de en medio para que Andalucía cambie de manos.  No es de recibo que quien hace solo dos años fue votada para gobernar Andalucía, por intereses de partido o personales, a mitad de legislatura se divida en dos, dedicando parte de sus horas y esfuerzos a liderar el socialismo español. Algunos parece que han olvidado que no es lo mismo ser secretaria general del PP que del PSOE.

Harta de repetir aquello de que ella se pondrá “en la cabeza o en la cola” o aquello otro de que “mi sitio está en Andalucía” ahora acaba de patentar que “trabajaré el doble”, algo que si no se interpreta como una frase hecha sugiere una tomadura de pelo más. Ya pueden los de Adif, esos que tienen incomunicada Granada desde los tiempos de Boabdil, ir adecuando un vagón del Ave como despacho presidencial  porque Susana Díaz piensa compatibilizar los dos cargo en plan Cospedal.

¿Lo entenderán los andaluces? Quien sabe.

 

*Pepe Fernández es Periodista.

Editor y Director de Confidencial Andaluz.