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Brasil, país do futuro

Tiene mucho que ver con el intento de imponer la superioridad moral y/o religiosa que cada una de las dos mitades siente respecto de la otra.

Igual es cierto que la polarización tan brutal que se vive en las grandes democracias de las sociedades avanzadas –y Brasil lo es, a pesar de los alarmantes índices de pobreza–, tiene mucho que ver con el intento de imponer la superioridad moral y/o religiosa que cada una de las dos mitades siente respecto de la otra, la llamada cultura woke con respecto a la más ‘tradicional’ con base religiosa católica y protestante de primera y segunda oleada o, si hablamos de EEUU y Latinoamérica, con la, a mi juicio, terrible influencia del protestantismo evangélico norteamericano, que como bien señaló Harold Bloom en su ensayo La religión americana, no deja de ser un gnosticismo, un gnosticismo—añado yo—, milagrero y charlatán que se ha convertido en un instrumento de las ideologías ultraliberales, y de la dominación económica y social en lo que algunos llaman Iberosfera por parte de sus matrices estadounidenses.

Tampoco es menos cierto que los sermones progres, que la cultura woke, con una pata americanohollywoodiense y otra pijoeuropea, a veces acaban resultando tan cargantes y atorrantes como los de los telepredicadores. Leo en este artículo de CNN en español  que, resumiendo y parafraseando: El diccionario Merriam-Webster define el término woke como «consciente y atento a los hechos y cuestiones importantes de la justicia racial y social. Evan Smith, autor de «No Platform: una historia del antifascismo y los límites de la libertad de expresión» dice que woke significa todo aquello que antes podía calificarse de ‘políticamente correcto’, desde un punto de vista progresista, desde luego. El término se utiliza para describir una amplia gama de ideas, movimientos relacionados con la justicia social», como el antirracismo, el feminismo, los derechos de los transexuales y las historias críticas con los diferentes imperialismos.

El reaccionarismo europeo, vinculado a la ultraderecha, pero también a los autodenominados liberalconservadores y los centristas, tantas veces tan concomitantes, ven lo woke ‘como una atroz importación estadounidense de teorías sobre la raza, el poscolonialismo y el género, que, según ellos, suponen un riesgo para los valores y la identidad nacional y continental europea’.

Constatamos pues, que la moral, esa fuerza espiritual que nos impele, de alguna manera, a salvar a los demás imponiéndoles nuestra arquitectura mental, esa moral que creíamos si no muerta sí renqueante, esa moral de tan larga genealogía, está reivindicando su vuelta a voces a través de todos los medios a su alcance, que no son pocos, incluida la política, porque, ya sabíamos que llegarían tarde o temprano, las cuestiones bioéticas que se nos plantean en el presente horadan algo más que la superficie de las creencias de índole mítico-religiosa, pero también las humanísticas clásicas. Tampoco hay que olvidar que el fin de la Historia no acabó nunca de llegar, antes bien, una Humanidad mestiza, y más integralmente humana y universal que nunca, necesitará muy pronto de la reescritura de la Historia bajo otros prismas y de punta a rabo.

Será casualidad, o, si acaso, así lo quiso alguien, pero, volviendo otra vez a ras de tierra y a la más rabiosa actualidad, lo que se pudo ver en el Especial elecciones brasileñas en el canal 24 horas de RTVE me resultó tremendamente significativo. En la Avenida Paulista jóvenes lulistas con toda la variedad racial, relacional y sexual imaginable, sonrisas, llantos, buena actitud general, educación, cuerpos en danza en el país del culto al cuerpo, e inteligencia y cultura demostradas cuando les acercaban los micros. En el barrio de Bolsonaro los garrulos que si no tuvieran un BMW e invitaran a farla no follaban en su puta vida (arquetipo bien conocido por estos lares), las hijas de los lavanderos de dinero, los predicadores de las cristomonedas, los que odian el ascenso social y económico de los que consideran inferiores, los que no se sabe por qué arcanos mecanismos se identifican con los ricos sin serlo, y los derechistas que por estar en entornos delincuenciales peligrosos o entre los que los combaten yo llamo derechistas a la fuerza, etc. Cada grupo con sus armas personales (no necesariamente de fuego) y sociales y con su escala de valores.

Son solo una pequeña selección de cada uno de los grandes bloques brasileños, pero creo que suficientemente significativa. El resentimiento social, al menos desde que cayó el muro de Berlín, se está volviendo muy de derechas. Eso es algo que no se acaba de entender y de explicar bien, por eso es importante que desde la izquierda se abandone total y absolutamente la épica revolucionaria. El resentimiento, como el amor, han movido y mueven el mundo, a veces con diferencias porcentuales ridículas. Ahora que el resentimiento está en el lugar ‘equivocado’ hay que evitar el frentismo desde las bases, porque las élites están condenadas a entenderse siempre, y a centrarse. Y lo vamos a ver en Brasil a partir de enero. Hay que pensar que, cuando determinados poderes se hacen de los principales resortes por vías más o menos democráticas, no se despegan ni con agua hirviendo. No sé si, puertas adentro, podríamos hacer una lectura parecida, pero creo que sí.